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Guasch en Falperra | El huevo de Albelda

La flota de Abramovich se para en Lisboa

Tres de sus barcos toman Portugal. Un velero y un helicóptero, en sus tripas.

<b>LUJO PARA VIAJAR ENTRE LAS OLAS</B>. El Kalinka es el yate más ‘normalito’ de Abramovich. ¿Será el alojamiento del séquito de casi 100 personas que acompaña al ruso en su aventura en Portugal? Investigaremos.

Definitivo: Roman Abramovich no tuvo nunca interés en Ronaldinho. Si llega a tenerlo, se lo trae a él, la estatua de Colón, el Camp Nou y el puerto de Barcelona. Lo descubrimos ayer El Huevo y un servidor.

En efecto: sabíamos que este ruso, presidente/ propietario de la República Siberiana de Chukotka, preñada de gas y petróleo, y convertida en los últimos años en un Eldorado que ha recibido emigrantes a tope de las repúblicas vecinas, era riquísimo. Más que eso: lo es a lo bruto. Tres de sus cuatro barcos atracaron ayer en el puerto de Lisboa. Pareció un acto más del reciente homenaje al desembarco en Normandía. La Marina de Guerra local no intervino de milagro.

Uno tras otro fueron llegando Le Grand Bleu, el Belorus y el Kalinka. Además, diez coches de lujo con los que Abramovich y su séquito (unas cien personas entre amigos y empleados) se moverán por la Eurocopa. Su primera parada será Faro, claro. Como buenos rusos irán con Rusia y si se les mete en la cabeza, el árbitro del partido, Urs Meyer, puede dejar lo de Al Gandhour en juego de niños: nos echa a cuatro en el calentamiento.

El Grand Bleu es el sexto más grande del mundo: ¡como que en su interior cabe un velero! Mide 106 metros de eslora (lo que un campo de fútbol) y se lo compró Abramovich a Paul Allen (el creador de Microsoft junto a Bill Gates), que se quedó con el Sunseeker, el más grande hoy. Por lo visto, se ha puesto de moda entre estos señores volver a tener yates como en los viejos tiempos. Consideran que coleccionar aviones como signo externo de riqueza es una horterada incómoda: un avión sólo vuela y no te lo ve casi nadie; en un barco se puede tirar al plato, bañarse en una piscina, jugar al golf, hacer gimnasia, ir al cine y todo eso.

Tampoco se pierdan el Belorus, sobre el que aterriza y despega un helicóptero, útil invento si uno se da cuenta a tiempo de que hay atasco. Ha estado atracado durante un tiempo en Barcelona y se lo compró a un bimillonario saudí. El Kalinka es el más normalillo y sospechan las autoridades portuarias lisboetas que en él se aloja el servicio. Por Le Grand Bleu y el Belorus pagó el presidente del Chelsea 33 millones de euros y calculan que mantenerlos sale por 37,5. La cuadra de barcos de don Roman se completa con el Ecstasel, de sólo 86 metros, por el que pagó 108 millones. ¡Qué parias somos, Montserrat!

La diferencia, en fin, entre Florentino y Abramovich es que uno interviene en galácticos y el otro, en barcos. Es más generoso Florentino, que se conforma con el Pitina II, joya del puerto de Palma. Lo de los coches tampoco se lo pierdan. Algunos tienen matrícula de Madrid, lo que invita a pensar que han sido alquilados allí: la Policía no es tonta.