Montserrat Ruiz

Ayer conocimos a Fina Román, la esposa de Serviá que conduce un coche de asistencia, pero no es la única española que forma parte de la caravana. Hay otras tres: Beatriz García, conductora de un camión de asistencia; Gemma García, la cartera de Correos que no pudo salir en moto y va de paquete en un coche; y Montserrat Ruiz, copiloto de un Nissan. De todas ellas, esta última es la única que está en competición.

Madrileña, rubia con ojos azules, tiene 30 años y es Guardia Civil. Ingresó en el cuerpo en 1996, en buena parte, por su gran afición de toda la vida: el mundo de los coches. Vestida de verde ya disfrutaba patrullando con los Patrol todoterreno y fue hace dos años cuando consiguió ingresar en el equipo de competición de la Benemérita. En ese tiempo, ha hecho de copiloto en carreras como la Marruecos, Linares, Baja Aragón y Egipto, donde consiguió la victoria en dos etapas y acabó octava en la clasificación general. Tiene una contrastada experiencia y para acudir a la 26ª edición del Dakar como copiloto de José Manuel Salinero fue elegida entre una nómina de cincuenta aspirantes.

Salinero cuenta de ella que tira del coche como un camionero cuando llega la ocasión. En el control horario con llegada en Ouarzazate, ligeramente cuesta arriba, tuvo que hacerlo y él no echó de menos la ayuda de la fuerza de un hombre. Pese a ser una guardia a secas y compartir vehículo con un piloto que es teniente de helicópteros, asegura que en el coche no tienen cabidas los saludos de rigor. Bastante tiene con seguir el libro de ruta y, cuando es menester, indicarle a su superior por dónde ir.

A Montse le cuesta reír y es amiga de pocas bromas, pero está acostumbrada a las que les gastan los aficionados allá donde va. Les piden la documentación del vehículo, les dicen que no corran por si les multan y les llaman picoletos. Son pequeñas penurias que soporta persiguiendo un sueño: ser la primera española que llega a Dakar.