NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Un gran día

Actualizado a

El monte Paget ostenta el rimbombante título de ser el "pico más alto del territorio británico". Se yergue majestuoso desafiando al océano que erosiona día a día su glaciar. El estruendo que provocan sus bloques de hielo, al caer vencidos por el acoso del mar, te sobresaltan en pleno sueño, como si estuvieras en pleno bombardeo. Es una lucha incesante y brutal; por un lado las tormentas que trae el mar se enganchan en la cumbre, casi tres mil metros por encima. Allí la humedad se convierte en cantidades ingentes de nieve. Luego se transforma en hielo y comienza su peregrinar hasta el mar que la ha engendrado.

Es un espectáculo casi irreal, y hasta bonito de ver, sino fuera porque esas crueles condiciones son las que debe enfrentar el alpinista que quiere ascender a su cima. Lo sabíamos antes de venir a Georgias del sur. El hecho de que sólo tuviera cuatro ascensiones y todas ellas, excepto una, muy accidentadas, nos hacían temer lo peor. Y en efecto así fue. Llevábamos varios días intranquilos, sin noticias de nuestros compañeros que se encontraban en la base del Paget esperando un hueco de bonanza en el tiempo. Abajo seguía nevando y los vientos alcanzaban los 90 kilómetros por hora, lo que nos hacía prever que arriba sería aún peor. Por fin, sonó el teléfono del barco. Era José Carlos Tamayo que me dijo: "Hemos subido al monte, pero hemos vivido una aventura impresionante en la bajada. Aún tenemos el miedo en el cuerpo".

Esto dicho por mi gran amigo de tantas expediciones, tan parco en palabras, me hizo comprender cuán dura había sido la ascensión. Luego, ya en persona me contaron la increíble tormenta que les atrapó llegando a la cumbre. Allí se vieron obligados a tirarse al suelo y así evitar que les arrastrase el temporal. Ya en la base de la pared tuvieron que cavar una cueva en el hielo para no ser aplastados por la nieve. Decisión acertada porque al día siguiente había acumulados más de dos metros de nieve sobre las tiendas de campaña. Por supuesto perdieron las tiendas, los trineos, parte del material personal, varios esquís y alguna otra cosa. Pero en el campo base la satisfacción de todos era evidente. Bajaban con la cumbre y estaban sanos y salvos, que era lo importante. Luego, al ver el vídeo que habían grabado, comprendí lo cerca que estuvieron de su límite. Sin embargo, Tamayo me dijo: ¿Ahora cuándo nos bajamos al sur de la isla a intentar alguna cumbre más?

La verdad es que este amigo me recuerda a Tim McCarthy, uno de los marinos que llevaba Shackleton en la barquichuela con la que recorrieron 1.500 kilómetros para llegar a las Georgias. Era un irlandés famoso por su optimismo incorregible. Cuando le relevaban al frente del timón, donde iba cubierto de hielo y con las manos y los pies congelados, decía a Shackleton: "Es un gran día, señor". Con amigos así se puede ir uno al fin del mundo. Un lugar que, por cierto, no debe estar muy lejos de aquí.