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Rally | RAC

Sainz no escapa de su maldición

Una minicámara de televisión provocó dos conatos de incendio en su coche, que le hicieron desconcentrarse, se salió de la pista y se despidió del título.

<b>SÓLO UN TRAMO.</b> Carlos Sainz sólo pudo completar un tramo de la jornada inicial de competición. En el segundo del día ya se salió, completamente desconcentrado.

Por más que intentemos hacer la vista gorda, por más que prefiramos ver el vaso medio lleno y no medio vacío, a Carlos Sainz siempre le tiene que ocurrir algo que le deje en puertas de los títulos mundiales. Su historial de desgracias se volvió a engrosar ayer de una manera rocambolesca. Dos conatos de incendio provocados por una minicámara de televisión le hicieron perder la concentración y salirse en el segundo tramo del día.

Todo comenzó el jueves por la noche. Tras la superespecial inicial, los técnicos de la televisión británica sustituyeron una de las minicámaras que lleva cada coche en el interior. Y el que lo hizo debía ser bastante manazas, ya que desde el alba comenzaron a sucederse las humaredas en el interior del Xsara número 19. Los fantasmas volvían a planear sobre Carlos Sainz.

La tensión que el madrileño sufrió en las dos primeras horas del rally (la superespecial del jueves fue sólo un aperitivo), cuando su Citroën se enfilaba decidido hacia los tramos forestales de Gales, donde verdaderamente se debía batir frente a Loeb y Solberg, fue brutal. El resultado: una catástrofe.

Primero, al abandonar la asistencia. Después, en la salida del tramo. Más adelante, pelea con un comisario que quería endosarle ocho minutos injustamente. En esas condiciones no podía afrontar una lucha tan cerrada por una corona. Lo extraño es que aguantara los 23 kilómetros del primer tramo. Pero, al ver que cedía 18 segundos, recuperar la concentración le resultó imposible.

Esa mentalización que todos coincidían en atribuir como la principal baza del español en la lucha frente a los jovencitos se esfumó. El título se escapaba y una vez más eran causas ajenas las que le empujaban hacia el drama. Porque, por más que Carlos diga que ha sido un error suyo, la mecha la encendió el torpe técnico de televisión. Luis Moya llamaba urgentemente a su pupilo Solberg para que desconectara todo lo relacionado con las cámaras de TV. ¡Lagarto, lagarto!

Y al arrancar en la segunda especial, cegado al ver lo que se volvía a perder, ni escuchó a su copiloto, Marc Martí, cuando le avisaba de que una curva larga de quinta velocidad se cerraba al final. El catalán le repitió la nota al ver que no le hacía caso, pero era demasiado tarde. El coche se fue al barranco y, aunque no sufrió daños irreparables, estaba en un sitio en el que era imposible sacarlo. De siete ocasiones peleando por la corona en Gran Bretaña, en seis ha regresado a Madrid sin ella. Pero no se preocupen. El año próximo, el de la retirada recién anunciada de Carlos, el Mundial terminará en Australia. Toquemos madera...

Mientras el Matador partía hacia Londres para volar a Madrid, en los caminos galeses dos veinteañeros se quitaban del cogote al maduro bicampeón. La situación de su pelea obligaba Guy Frequelin, el director deportivo de Citroën, a pedir a Loeb que levantara el pie para preservar su objetivo prioritario, el título de marcas. El galo respondía: "Si aflojo, es más fácil que me salga". Sin la solidez de Sainz, las cosas se complican.