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Ala contra cerrojo

Actualizado a

Cuando anteayer los seguidores del Manchester aplaudieron a Ronaldo (y al Madrid en general) y cuando el entrenador Ferguson dijo que ese partido estaba entre los que serían recordados, demostraban la diferencia que hay en fútbol —y quizás en todo— entre un aficionado (alguien que disfruta con su afición, con lo que le gusta) y un forofo, es decir, una mente cerrada para cuanto no sea un camino unívoco. El fútbol necesita aficionados y no forofos —no al menos en el habitual sentido negativo— para que pueda entenderse aquello de el deporte rey.

Por lo demás, el fútbol abierto, el fútbol espectáculo, el que produce goles (a favor y en contra) el fútbol que vuelve alados, mercuriales, los tobillos de los jugadores, ese es el que resulta inteligente y encandilador. Ese es el que podría atraer a los estadios a un tipo de público que generalmente se muestra remiso al fútbol por considerarlo un juego en exceso tosco. Frente a la magia de ese fútbol-vuelo que hicieron el Madrid y el Manchester (Ronaldo o Beckham), está el fútbol defensivo, rudo, lleno de patadas, zancadillas e insultos —muy cerca del boxeo en sus momentos peores— que los italianos (no sé si porque lo han inventado ellos) llaman catenaccio o sea cerrojo. Frente al juego, no dejar jugar; frente al vuelo del ave, el disparo del cazador en tierra. Jugar a cerrojo (digámoslo claramente) destruye el fútbol.