Primera | Zaragoza-Celta
Se juega el descenso ante el socio 5.297
El Celta de Víctor decide el futuro de un Zaragoza agónico.
Se agota el tiempo para alcanzar el milagro y evitar la caída al infierno, se le acaba el crédito a este Zaragoza hundido, si es que alguna vez lo ha tenido en los últimos meses. Una vez más la crueldad del destino lo hace todo más difícil, lo complica con las suficientes gotas de morbo añadido porque su rival de esta tarde en La Romareda, el equipo que puede darle prácticamente el último empujón al abismo, es el Celta de aragonés tan ilustre como Víctor Fernández, todo en las manos del socio número 5.297, en la pizarra táctica de un querido enemigo.
El fútbol, el mismo que despierta a veces justificadas suspicacias vecinales o pactos verbales y casi nunca escritos de conveniencias clasificatorias, en ocasiones como ésta no entiende de sentimentalismos. Porque es evidente que el Zaragoza se juega la vida, evitarse una mancha negra en su historia, pero el Celta no puede andarse con miramientos porque tiene al alcance de la mano aspiración tan legítima como gloriosa de meterse en la Champions, palabras mayores. El drama está servido.
En realidad, lo que el Zaragoza necesita es un lavado de cerebro colectivo, a ver si en las tres últimas finales que le quedan puede salvar un año caótico. Qué lejos queda esa no tan lejana última final de Copa en La Cartuja, con un Zaragoza campeón precisamente frente al Celta de su querido enemigo Víctor, el rival que hoy sí quizá puede darle la puntilla.