Decir que el Camp Nou es uno de los estadios más seguros del mundo ya es historia. Después de los lamentables incidentes ocurridos en el Barça-Madrid, los dirigentes azulgranas asumen la imposibilidad de salvaguardar la integridad de su campo. La reciente historia está preñada de hechos que lo atestiguan: desde el mecherazo a Roberto Carlos hasta el del sábado a Helguera, pasando por el intento de asalto de boixos nois al palco, el día del 0-1 de Osasuna. La última fue constatar que los antiglobalizadores entraron el sábado en el estadio con carnets de socio, puesto que no había entradas a la venta.
Operativo ficticio. Lo cierto es que el dispositivo de seguridad fue tan grande como poco efectivo. Había 1.500 personas encargadas de que no ocurriera lo que tristemente sucedió. A los 500 miembros de la Policía Nacional se añadían 150 empleados de seguridad privada, contratados por el club (de las empresas CESS y JAHR), además de 400 guardas (que visten los famosos petos amarillos), de los que unos son fijos discontinuos contratados por el club (cobran unas 4.000 pesetas por partido) y el resto, subcontratados a la empresa Barna Porters.
Las dos acciones de los espontáneos formaban parte de un montaje preparado: ya tenían a sus abogados en el Camp Nou para hacerse cargo de la defensa nada más ser retirados del césped. La seguridad dice que abortó otros doce intentos, pero tras comerse dos históricos: ¿Camp Nou? ¡Bronx Nou!
