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Primera | Crónica

Estrés general

El Madrid no encontró la dirección de Zidane y se movió con un pasotismo total ante un Málaga que mereció el empate.

Actualizado a
MUCHO TRABAJO. Casillas tuvo que estar muy atento porque el Málaga le puso en muchos aprietos con el acoso de Dely Valdés y Darío Silva.

Este no es el Real Madrid que se anuncia a bombo y platillo. Esta es su caricatura. El Málaga dio un repaso de principio a fin al Zidaneteam, dejando meridianamente claras sus carencias ya observadas en Valencia y reafirmadas ayer en el Bernabéu.

El conjunto blanco estuvo intolerablemente pasota, hizo apenas media docena de cosas coherentes y murió a manos del planteamiento de Peiró. Fernando Sanz escribió su venganza profesional, y quizás también personal, con un gol del empate que sonroja al proyecto del Centenario. Hay mucho trabajo por delante y tanto Del Bosque como Valdano deberían hacer examen de conciencia porque aquí hay demasiado estrés general.

La propuesta del Real Madrid pasaba por volcar la responsabilidad sobre Zidane. Una intención tan razonable como imposible de engranar con el actual mecanismo táctico del equipo blanco. No hay manera: Flavio y Makelele levantan una frontera involuntaria ahogando al francés por la espalda. Se vio muy pronto.

El Málaga metió presión con Romero y Zárate entre líneas, provocando un enredo insoluble en la zona de flotación blanca. El balón fue del conjunto malacitano desde el primer minuto, sobrevolando Dely y Darío Silva el nido de Casillas con tremenda peligrosidad. El Madrid tuvo que remangarse para sobrevivir y un golpe de luz en botas de Roberto Carlos apareció entre la bruma.

Fue un minuto antes del cuarto de hora. Falta en el carril derecho: Roberto chuta, rechace y nuevo disparo que Dely desvía mortalmente a su marco. Una acción vital para dar al Madrid un respiro. Se echaba en falta a Figo y también a otros que sí deambulaban por el campo, especialmente Raúl y Guti.

Guti

Zidane asomó la cabeza ligeramente. Elegante como un gamo, acarició la pelota tres o cuatro veces casi seguidas. En una de ellas, Guti afeó con su error en la definición la mejor asistencia vista hasta hoy en la Liga. No era el día de Guti, definitivamente. El Madrid apretó en el camino hacia el descanso aupado por su peso específico más que por un manejo de los tiempos o de los espacios. La pura verdad era la estupenda gestión del balón del Málaga, con Sandro, Zárate y Gerardo ¡qué recortes hizo por su banda! en plan mandón y con una tremenda clase.

La película fue idéntica al volver del lujoso vestuario. Si acaso, peor para el Madrid. Makelele y Flavio seguían siendo la pesadilla de Zidane, Hierro parecía tener agujetas y Raúl vagaba buscando algo que echarse a la boca. Únicamente el amor propio de Roberto Carlos alentaba al graderío. Pero no había fútbol en las botas madridistas. Nada de nada. Trompicones, amontonamiento de jugadores, desorden y todos a paso de pato.

El Málaga sobrevivía con absoluta solvencia, tocando y tocando libre de complejos.

El Bernabéu no soportó la mediocridad de su equipo y rompió a silbar. Para entonces Guti ya no estaba y Del Bosque intentó abrir campo con Solari por Flavio. Contreras se encargó de abortar lo mejor de Zidane en la tarde: un zurdazo sacado de la chistera.

El Málaga estaba crecido suficientemente para dar la campanada. Sin dar una patada, sin juego brusco y sin maldades, los de Peiró llegaron pasito a pasito hasta Casillas para darle el disgusto de la noche. Una falta por alto, remate de Darío, despeje desesperado de Iker y allí apareció Sanz. El empate fue justísimo. El Real Madrid pagó por jugar andando. Este no es el paraíso prometido.

EL DETALLE

Fernando Sanz no podía inaugurar su cuenta goleadora en su carrera en otro estadio. El hijo de Lorenzo Sanz no había marcado en Primera desde que debutara en la temporada 95-96. Ayer, en el Bernabéu, estableció el empate y pidió el balón al árbitro al final.