Una locura llamada Evenepoel: doblete histórico en los Juegos
El belga se convierte en el primer ciclista masculino en colgarse el oro contrarreloj y en ruta a la vez. Madouas y Laporte, doblete local en el podio.
Todo el mundo hablaba de caos. Y, este sábado, lo hubo. Pero fue un caos controlado. Porque lo provocó Remco Evenepoel y lo culminó el propio belga. A más de 70 kilómetros de meta, ya se empezó a mover, generando los primeros cortes en el pelotón. Poco después, insistió. Cuando Van der Poel atacó en la primera de las tres subidas a Montmartre, a 48 km de meta, y con la ayuda de su compatriota Van Aert, cerró el hueco y volvió a embestir, a 37 del final. Esta vez, para marcharse con Valentin Madouas, plata. Luego, sin esperar a la dificultad adoquinada, soltó al francés y se lanzó a por el oro. A cuatro del final, para mayor locura, pinchó y cambió de bici, pero ya lo tenía hecho. Ya era doblemente campeón olímpico en unos mismos Juegos, algo único en la historia. De su victoria en la prueba contrarreloj a una foto para enmarcar: solo, debajo de la Torre Eiffel y levantando la bici. Icónico.
En una ciudad que se levanta como un museo, que pudo celebrar tanto con el segundo puesto de Madouas como con el bronce de Christophe Laporte, el caos se extendió a lo largo del recorrido más largo de la historia olímpica. París lo quería mostrar todo. Con 273 kilómetros en total y las calles a reventar, el pelotón, mientras Remco revoloteaba, dejó atrás el Palacio de Versalles, Patrimonio de la Humanidad, el Louvre, con su Gioconda y su Venus de Milo, la Ópera Garnier, con los bustos de Mozart y Beethoven en su fachada, o la Place de la Bastille y su Revolución Francesa. Terminó en un circuito final de 18,4 km con esas tres subidas a Montmartre (1 km al 6,5% de desnivel), con algo de pavés. Un trayecto histórico y cultural que, en lo deportivo, traía la primavera de las Ardenas al agosto parisino, con 13 cotas y 2.800 metros de desnivel. Un simulacro de Lieja-Bastoña-Lieja en la que Remco, ganador dos veces del Monumento, se sintió como pez en el agua.
Lo demostró desde esa lejanía que le gusta y con el estado de forma que ya había lucido en el Tour de Francia, donde reivindicó que, cuando Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar, ambos ausentes en París, fallen, él también está preparado para abordar las grandes. De momento, su palmarés, alimentado a base de movimientos marcianos, a sus 24 años, ya cuenta con 58 victorias como profesional. Desde este sábado, ya es doblemente campeón olímpico (en categoría femenina, ya lo fue Van Morrsel en Sídney 2000), pero también ha vestido los dos maillots arcoíris. En sólo un par de años. Lo primero, después de un día que tuvo de todo y en el que los españoles, pese a no poder hacerse un hueco en la lucha por las medallas, se mostraron tímidamente. Sobre todo, un Juan Ayuso que, después de abandonar la Grande Boucle por coronavirus, hasta se animó a atacar en medio de la exhibición belga, a 20 km de meta. Finalmente, fue 22º, con Alex Aranburu 18º y Oier Lazkano 35º. Lejos de esa locura llamada Evenepoel.
Un monumento en los Juegos
Antes del monumento, la carrera empezó con una escapada made in Juegos Olímpicos. En ella, estuvieron presentes un mauritano, Christopher Rougier-Lagane, un marroquí, Achraf Ed Doghmy, un ugandés, Charles Kagimu, un tailandés, Thanakhan Chaiyasombat y un ruandés, Eric Manizabayo. Una fuga consentida, que abarcó casi todos los rincones del mundo y que llegó a rozar los 14 minutos de margen. Con el paso de los kilómetros, los nombres que se dejaron ver fueron ganando en entidad, como el del italiano Elia Viviani, aún muy pronto, o el del irlandés Ben Healy, que estuvo en cabeza hasta que se desataron las bestias. Hasta que Van der Poel atacó para estrenar Montmartre, Van Aert se sacrificó una vez más, esta por su país y no por su equipo, y Evenepoel, con pinchazo incluido a la altura del Louvre, culminó su obra de arte.