Juegos cruzados
Álvaro Iglesias, capitán del Club de Campo y de los RedSticks, se rompió el cruzado antes de Tokio 2020 pero evitó el quirófano para llegar a la cita olímpica. Y así se plantará en París 2024.
Indica la medicina, y también la lógica, que resulta poco menos que imposible practicar con el ligamento cruzado anterior roto cualquier deporte que no sea atletismo, ciclismo, natación y poco más. Si es de contacto, a menudo se prohíbe ya por prescripción. Pero un jugador madrileño decidió desafiar a las leyes de la física, se arriesgó a agravar su rotura en la rodilla izquierda, por la posibilidad de acudir a unos Juegos Olímpicos. Y ahora, casi cuatro años después, sigue compitiendo al máximo nivel, ganando títulos y representando a España por todo el mundo sin haber metido ese cruzado en el quirófano. Es Álvaro Iglesias.
El capitán de la Selección masculina de hockey hierba y del Club de Campo Villa de Madrid sufrió esa grave lesión el 18 de noviembre de 2020, en un partido de la División de Honor, el derbi madrileño con la Complutense, cuando al recibir una bola un rival le llevó fortuitamente por delante. “Noté como la rodilla de la pierna de apoyo giraba, hacía clac, clac”, relata ya fríamente Iglesias, en conversación con AS. “Si los Juegos se hubiesen disputado el año que tocaba (en 2020, postergados por la pandemia), probablemente me hubiera operado. Pero quedando siete u ocho meses para Tokio, pasar por quirófano hubiera ajustado demasiado los plazos. Muy poca gente empieza a competir tan pronto desde la lesión”, asume. “Así que probamos con el tratamiento conservador aun sabiendo que si iba mal tendría que operarme en marzo de 2021, que era el mes crítico en que decidiríamos”.
Se la jugó el capitán de los RedSticks, ya que una intervención a esas alturas hubiera supuesto indudablemente perderse la que iba a ser su segunda cita olímpica, tras Rio 2016. Además, tal como recuerda, “los primeros días iba con unas ganas tremendas de entrenar pero no me dejaban. Los dos primeros meses estuve con la rodillera puesta y sin poder hacer nada. No entendía qué pasaba, pero tenía un edema óseo muy importante, y hasta que no se reabsorbió no pude trabajar”, explica, evocando aquella frustración.
La ayuda de Sergio Llull
“Fue Sergio Llull, del que había sido vecino, quien me puso en contacto con la clínica en la que están los fisios del Real Madrid de baloncesto. Me entrené como no me he entrenado nunca en mi vida, así que la rehabilitación fue bastante bien”, celebra. “Iba a la clínica tres o cuatro días a la semana, más lo que tenía específico con el preparador físico de la Selección. Hicimos un gran trabajo tanto en Barcelona como en Madrid”, recalca.
Tal fue el sacrificio, que Iglesias volvió a jugar cuando aún se estaba disputando la Liga regular, a falta de tres partidos para las finales, en las que se coronó campeón con el Club de Campo por primera vez en su historia. Pero su título era doble: “Cuando volví, estaba tan convencido de que la rodilla estaba curada que ni pensaba en ella. Además, sabía que si quería tener alguna posibilidad de ir a los Juegos tenía que jugar como si nada”.
Y lo consiguió, entrando en la nómina de seleccionados para Tokio 2020 (en 2021), donde los RedSticks alcanzaron los cuartos de final, la fase que se imponen como primer objetivo en París 2024, donde salvo contratiempo gigante él también estará.
Y lo hará, como siempre desde entonces, con ese cruzado a prueba de quirófanos. “Lo que hago es trabajar constantemente para proteger la rodilla a tono con la musculatura. Al menos dos días a la semana tengo que hacer mucho ejercicio para fortalecer todos los músculos alrededor de la articulación”.
“Cuando tienes mucha competición, que haces menos gimnasio, sí la sientes un poco más débil, pero creo que es más sensación que de verdad dolencia”, narra Iglesias, reintegrado a la disciplina de clubes, además de su desempeño en una empresa de márketing deportivo (Strock), después de tres meses concentrado con la Selección entre el mágico Preolímpico de Valencia y la FIH Pro League en Rourkela (India).
“Al final se nos hizo un poco de bola estar tantos días fuera, por el estrés acumulado en la preparación del Preolímpico, y la semana pasada fue dura al volver a entrenar después de más de 35 horas de viaje, pero esta semana ya me siento como nuevo”, afirma Iglesias, acostumbrado a superar el más doloroso de los contratiempos.