El estadio que salvó a París
Los RedSticks están brillando en la sede de los Juegos de 1924, de la pugna entre Harold Abrahams y Eric Liddell, de la final del Mundial de fútbol de 1938 y, sobre el papel, de ‘Evasión o Victoria’.
“¡Victoire, Victoire!” entonan las 50.000 almas que abarrotan el estadio de Colombes ante la sorpresa de Max Von Sydow y mientras los aliados –Sylvester Stallone, Michael Caine, Pelé, Osvaldo Ardiles o Bobby Moore– tratan de remontarle a la Alemania nazi.
Pero ni eran 50.000 (se contrató a unos 10.000 extras), ni se jugó ningún partido así en París durante la Segunda Guerra Mundial –sí en Kiev–, y ni siquiera era Colombes. ‘Evasión o Victoria’, la unión por antonomasia entre fútbol y cine retratada maravillosamente por Carlos Marañón, se rodó en el Nándor Hidegkuti Stadion de Budapest, que al no tener torres para la luz daba más el pego. Lo mismo sucedió con la escena culminante de la oscarizada ‘Carros de Fuego’, rodada en Bebington, cerca de Liverpool.
Sin embargo, no necesita el estadio de Colombes, desde 1928 renombrado como Yves-du-Manoir en honor a un jugador de rugby francés fallecido en un accidente de aviación, del cine para que bajo los pasos de los jugadores de unos RedSticks ya clasificados para las semifinales y las jugadoras que tratarán de emularlo este lunes se sostenga el enorme peso de la historia. Se trata, no en vano, de la única sede que repite de la cita olímpica de 1924, cuando acogió la ceremonia inaugural, el atletismo y el fútbol.
Por tanto, sí albergó esa épica carrera entre los británicos Harold Abrahams y Eric Liddell que se inmortalizó al compás de Vangelis. Y también un triunfo balompédico de Uruguay, que como recuerdo bautizó como Colombes una de las tribunas del estadio Centenario. Fuera de los Juegos, se convirtió en la primera sede capaz de albergar también una Copa del Mundo de fútbol, en 1938, esta vez conquistada por Italia. Y Pelé en la vida real sí marcó en el feudo parisino, y un ‘hat-trick’, pero en un amistoso con Brasil en 1963.
Pero el verdadero milagro de Colombes fue el mejor hecho de que gracias a su existencia, o a su reforma exprés, París pudo albergar los Juegos de hace un siglo. Porque en 1921 corría la amenaza de que los perdería en favor de Los Ángeles porque seguía sin tener un estadio olímpico. Ningún proyecto gustaba en el Comité Olímpico Internacional. Ni quedaba tiempo para construir uno desde cero. Hasta que el Racing de París, que jugaba en esas instalaciones, se prestó a modernizarlo. Y, por tanto, a salvar la cita olímpica.
Lo que fue un hipódromo entre 1883 y 1907, y que llegó a tener capacidad para 60.000 espectadores, se convirtió en la casa de las federaciones de fútbol y de rugby de Francia hasta 1972, año en el que también acogió el Campeonato del Mundo de Boxeo, ante 40.000 personas. Ahora, renovadísimo tras invertir 101 millones de euros y con 12.000 butacas –subsiste lo que era la tribuna de honor– más dos campos anexos para la liguilla, albergará a la federación gala de hockey, y a escuelas y asociaciones una vez concluyan los Juegos. Los segundos de su historia, un siglo después.
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