Carolina es pura resiliencia: a cuartos con mucho sufrimiento
La española supera a la estadounidense Beiwen Zhang tras remontar un primer set muy duro. Aya Ohori, número 10 del mundo, rival el sábado.
“¡España, España, España!”, grita el público del Arena Porte de la Chapelle, que parece un recinto patrio y no uno francés, que empuja porque ve al límite a su Carolina Marín, la que tanto ha sufrido para estar en París y que tan cerca tiene despedirse de los Juegos, los que no pudo disputar en Tokio al destrozarse la rodilla izquierda, los que disputa en París para recuperar ese oro que ya ganó en Río. Y Carolina, como suele hacer, responde. Con un remate, pura rabia, rompe el 15-15 en un tercer set de infarto. Grita como sólo ella hace. Cree como siempre. Tras pedir un challenge, consigue el primer punto de partido. Con el segundo, decide un día de pura resiliencia. Que le define a la perfección. Este jueves, la campeona olímpica accedió a los cuartos de final de los Juegos tras superar a la estadounidense Beiwen Zhang, 11ª del mundo, por 12-21, 21-9 y 21-18 en 1h10. Tras mucho sufrir, lo que tanto ha hecho.
Estaba avisada. En marzo, Carolina disputó el Open de Francia, que se celebró en el mismo recinto que los Juegos. Entonces, la campeona olímpica se llevó a todo el equipo con ella. Quería que el torneo fuera un simulacro olímpico. “Quiero visualizar todo lo que puede ocurrir en los Juegos”, explicó en su día. Ese experimento, sin embargo, terminó mucho antes de lo deseado. En primera ronda, en su debut, Caro ya se topó con esa misma Zhang que, este jueves, le llevó al límite. La Carolina de entonces, sin embargo, no era la Carolina de ahora. “La mejor de su carrera deportiva”, según su entrenador, Fernando Rivas, que ajustó piezas cuando peor lo estaba pasando su pupila. El sábado, se medirá con la japonesa Aya Ohori (10ª), otro test de altura. Tras una fase de grupos plácida, ya todos lo serán.
“Hay que mantener el ataque. No hagas tantos lobs (globos). Si estás blanda, no vas a poder correr”, le indicaba Rivas a Carolina en el primer descanso del partido, con un duro 11-3 en el marcador. El resultado lo decía todo. Ni el carácter rebelde e indomable de la española pudo darle la vuelta a semejante ventaja. “Te hace siempre el lob cruzado, prepárate para los cruzados. Te está pillando por sorpresa. Si lo hace alto, se frena; si lo hace tenso, va rápido. Atento a eso. En la red, más fintas. Ocúpate de eso”, insistía el técnico, ya con la primera manga en el lado estadounidense. “Entonces, jugamos al centro profundo. En los laterales, cruzamos más. En la red, hacemos fintas. ¿No?”, repasaba Marín en voz alta, con Rivas asintiendo.
Un final de infarto
Aprendió la lección. El segundo set fue un calco del primero, pero con los roles invertidos. Poca historia, totalmente rojigualda, como el vestido de Carolina, que forzó ese tercer set salvaje, bélico, de infarto. Tras vivir los dos extremos, el partido se centró. Igualdad máxima. Zhang lo estrenó con un 4-1 de salida y la campeona olímpica respondió con uno de los puntos del partido. Después de un intercambio muy largo, tiró de reflejos para superar con un globo a la jugadora china. Acto seguido, tiraba una de esas diagonales que Rivas le había pedido. La genialidad se entremezcló con los errores, propulsados por los nervios. A ambos bandos. Así se llegó al 13-13. Al 14-14 y a ese 15-15 que lo desatascó todo. Con el apoyo de un pabellón que ya es suyo. Con la resiliencia acumulada de todos estos años.