Ariane Toro, judo en los genes
La hija de Yolanda Soler (bronce en Atlanta 1996) y José Toro, también olímpico, esprinta hacia París con 20 años y grandes resultados.
Ariane Toro Soler sólo tenía dos alternativas en casa. Odiar el judo por sobresaturación o amarlo. Y optó por lo segundo. Porque sus padres son Yolanda Soler, que formó parte del equipo de Barcelona 1992 y fue medalla de bronce en Atlanta 1996, y José Toro, olímpico en 1996. Los dos entrenadores en el Centro de Tecnificación Navarro de Larrabide (Pamplona), donde juntos aspiran a culminar “un sueño”, el de ver a su hija compitiendo este verano en los Juegos de París 2024.
Y es que Ariane (nacida en Bilbao pero criada en Navarra) ha surgido, con solo 20 años, como un cohete en la lucha por estar en los Juegos. Ahora mismo está dentro. Desde febrero ha encadenado un bronce en el Grand Slam de París, otro en el de Bakú y un oro en el de Tiflis tumbando como fichas de dominó a lo más granado de los -52 kg. y destapándose como otra opción de medalla para España. Su siguiente parada son los Europeos de Zabreb, desde este jueves, a los que acudirá un tanto mermada por un esguince en su rodilla izquierda.
“El año pasado, que lo tomé de aprendizaje porque el salto desde júnior es muy fuerte, tenía más la cabeza en Los Ángeles 2028 que en París. Me veía lejos. Mi madre me decía que había tiempo y yo le respondía ‘¿Es que ahora voy a ganar todo?’. Y mira...”, cuenta Ariane en el CAR de Madrid. La chica que, de vez en cuando, sigue yendo a hurtadillas a la mesilla de noche de su madre para ver el bronce de Atlanta. “¡Ojalá yo me pueda irme un día a dormir con otra medalla en el cajón, me da envidia!”, exclama.
Por los criterios de la Federación Española, la plaza olímpica a 31 de diciembre de 2023 se reservó a Estrella López Sheriff. Pero Toro, por sus medallas, está ahora muy por delante en puntos y sólo se quedaría fuera de París si la madrileña se volviese a meter en el corte por ranking, aunque fuese la última.
En el esprint de Ariane hacia París, está viviendo una situación similar a la de su madre. “Ella era la joven y en seis meses sacó varias medallas. Le iban poniendo retos y los fue cumpliendo. Tampoco parecía que pudiese competir en Barcelona”, recuerda.
“Los Juegos han marcado mi vida. Desde muy pequeñita he querido conseguir una medalla”, reconoce Ariane, que dice “disfrutar” entrenando con sus padres aunque de pequeña le generase “un poco de presión”. “Para mí, el judoca ideal sería una mezcla de los dos. Mi padre le da mucha importancia al kumikata (el agarre) y a estar tranquilo en el tatami. De mi madre, aprendí muchas técnicas como Ko-uchi-makikomi, Seoi-nage... Y trabajo mucho con ella la cabeza, porque tiene un máster en psicología deportiva”, describe la judoca, que comenzó a estudiar ADE y Derecho y ahora enfoca su futuro a opositar para bombera. Como punto a mejorar, “no ser tan parada en el tatami, porque busco mucho el momento de atacar y a veces me sancionan”.
“Me veo en París peleando y rodeada de la familia”, imagina ya Ariane. Con sus padres y con hermano Julen, también judoca. Cuestión de genes. Y de desparpajo.
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