10.000 habitantes y cinco olímpicos: “Me preguntan si tengo la pócima de Astérix”
Quino Ruiz, en el Dojo Quino de Brunete, entrena a más de la mitad de los judocas españoles en los Juegos. “Son como mis hijos”, dice en AS.
A 24 kilómetros de Madrid, al suroeste, en un rincón de Brunete, municipio de poco más de 10.000 habitantes, entrenan cinco judocas olímpicos, más de los que la mayoría de países tienen clasificados. “Cuando viajo por las competiciones, piensan que es un centro de alto rendimiento. Cuando les digo que es un pueblo, alucinan. Me preguntan si tengo la pócima mágica de Astérix”, dice Quino Ruiz, al frente del Dojo Quino, en conversación con AS. Como en todo pueblo, todo el mundo se conoce. Y les conoce. A Nikoloz Sherazadishvili, Laura Martínez, Fran Garrigós, Cristina Cabaña y David García, más de la mitad de los judocas españoles en París 2024 (a ellos, se suman Ariane Toro, Ai Tsunoda, Salvador Cases y Tristani ‘Tato’ Mosakhlishvili, que también pasó por Brunete).
“Es una locura”, resume Quino, tres veces olímpico (en Los Ángeles, Seúl y Barcelona), además de plata mundial y triple medallista europeo. Cuando habla de sus pupilos, se le cae la baba. “Les conozco como si fueran mis hijos. Qué voy a decir...”, dice soltando un suspiro de amor paterno. “Los cinco tienen un denominador común, que es un plus muy importante en este deporte: son muy inteligentes. El judo es muy intuitivo, muy creativo, en el que el talento es muy importante, y ellos lo tienen. Luego, son personas que se exigen mucho, que son muy constantes y cabezones. Sobre todo, físicamente, son superdotados”, les dedica en general. En particular, se extendería horas y horas hablando de cada uno.
De David, plata europea el año pasado, al que sus compañeros señalan como una de las posibles sensaciones en los Juegos, dice que es “un pura sangre”. “Es un talento que nadie se puede imaginar, pero también muy delicado. Le llamamos ‘el mago’. Es tan rápido que las fibras de sus músculos y tendones van al límite”, describe. De Niko destaca “su fortaleza”. “Tiene una condición física que está fuera de lo normal. Dos veces campeón del mundo, qué más se puede añadir”, simplifica. Cuando habla de Fran, también oro planetario, se rinde a su entrega. “Es uno de los judocas más completos. Es un tío que lo hace todo al 100%. ‘Qué difícil es ganar a quien nunca se rinde’, decimos nosotros de él”, revela. Al hablar de Laura, bronce continental, se enternece. “Laurita es muy rápida y muy potente. Es un portento físico con mucho coco”, señala. En la misma línea sitúa a Cristina, “otro cerebro”. “Es ingeniera industrial y está todo el día maquinando y pensando. A veces, demasiado. Puede ser su hándicap, incluso”, pone en la balanza.
El secreto del éxito
Entrenan cinco días a la semana. De lunes a viernes. “Las sesiones son muy duras y quiero que el fin de semana desconecten y descansen”, justifica Quino. Lo hacen en dos turnos de dos horas (de 10:00 a 12:00 y de 18:00 a 20:00), más allá del trabajo físico. Por la mañana, le toca sudar a Niko, que, tras sus dos oros mundiales en -90 kg y superar una rotura de cruzado, competirá en -100 kg, categoría en la que este año ha sido bronce planetario. “En España, hay poca gente de su tamaño para entrenar. Está continuamente viniendo gente de fuera para ello. Para los Juegos, han estado dos campeones del mundo, (Varlam) Liparteliani y (Avtandil) Tchrikishvili”, explica. Por la tarde, les toca al resto, los “ligeros”.
De cara a los Juegos, han doblado sus sesiones por voluntad propia. Entrenan y conviven como una familia. Se siente a gusto. Y esa, dice Quino, es la clave del éxito. “El secreto es el cariño que existe entre mis alumnos y yo, por un lado. Por el otro, que soy una persona que se dedica al 100%. Estoy todo el día pendiente de ellos. Creo que ese es el quid de la cuestión, el dedicarle tanto tiempo a algo que adoras y que amas tanto. No me importa estar las 24 horas si es necesario”, revela sin dejar de alabar a sus pupilos, que le devuelven los elogios. “Quino es alguien especial. El pilar fundamental del grupo. Es capaz de sacar el máximo de cada persona que entra. De sacar resultados de donde no los hay”, asegura Garrigós. “Está siempre, tiene esa pasión y compromiso. Cada uno que entra, es parte de la familia, da igual si tiene resultados o no”, añade Niko.
Todos tienen opciones de medalla en París. “Necesitan que ese día se levanten y crean que se pueden comer el mundo, porque son buenísimos y optan a lo más alto. Hay que tener en cuenta, eso sí, que los Juegos son una competición muy especial. Es un día, una hora, en unas condiciones muy distintas, con todo el mundo muy tenso... Es complejo”, analiza Quino, que lo pasa mucho peor como entrenador que sobre el tatami. “Yo lo paso muy mal. Cuando competía, me encantaba y disfrutaba como un indio, pero ahora esto es más sufrimiento que disfrute por mi parte”, dice entre risas desde Brunete, ese pueblo que ha apadrinado a cinco olímpicos y que podría abrir un museo con sus medallas.
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