“Doctor, por Dios, quiero jugar”
La historia oculta de España en el Mundial de Sudáfrica: antes de la semifinal ante Alemania, a Xabi Alonso se le rajó la rodilla derecha al romperse la mampara de la ducha. Ni Del Bosque lo supo.
Ya había sonado el telefonillo de la habitación para recordar a los jugadores que en diez minutos debían bajar al hall del hotel. Xabi Alonso lo escuchó cuando cerraba el grifo de la bañera. Tenía siempre la misma rutina. Darse una ducha de agua fría antes de subir al autocar, partir camino del estadio y escuchar la charla táctica del míster previa al partido. El de ese día no era un partido cualquiera. Era la semifinal de un Mundial, la primera que iba a jugar España en toda su historia. Enfrente esperaba Alemania, la gran Alemania. Xabi se aclaró el pelo, cogió la toalla del colgador y se agarró a la asidera de la mampara de cristal para salir de la ducha y evitar un resbalón. Entonces sucedió algo que pudo cambiar el curso de la semifinal, de la Selección y la propia trayectoria del futbolista donostiarra. La bisagra se soltó de su sujeción en la pared, la mampara se vino abajo y se rompió en mil pedazos. Era vidrio templado, fundido para deshacerse en partículas minúsculas con un golpe o un impacto, casi como si fuese cristal de azúcar, y evitar así una desgracia en situaciones similares. Varias de estas esquirlas de hecho apenas le hicieron cortes muy superficiales en el gemelo sin causarle daño, pero una parte de la mampara no se deshizo y se transformó en una enorme cuchilla que le seccionó de lado a lado su rodilla derecha. Por la herida manaba sangre a chorros y el baño se convirtió en segundos en la escena de un crimen. Todo eran cristales rotos y sangre sobre la porcelana blanca del plato de ducha.
“La sangre siempre impacta, pero en este caso lo que me impactó fue ver mi rodilla con un tajo de lado a lado del que asomaba la grasa adosada a la piel y tejido muscular. El único dolor que sentía era interno. Adiós a la semifinal y a la final del Mundial. No me lo podía creer. El ataque de pánico y angustia que sufrí seguramente me impidió echarme a llorar”, recuerda Xabi Alonso 12 años después.
Lo que le vino a la cabeza fue la manera tan tonta en la que, también en el baño, un corte en el pie con un bote de colonia había apartado a Santi Cañizares del Mundial de 2002 en Corea y Japón. Como pudo cogió el móvil que había dejado sobre la repisa del lavabo y llamó al médico de la selección, al doctor Cota.
“El único dolor que sentía era interno. Adiós a la semifinal y a la final”
“Cuando entro en la habitación, encuentro a Xabi pálido y desencajado, casi en shock. Se había protegido la rodilla con una toalla para abrirme la puerta. Estaba empapada de sangre, pero en el baño la escena parecía la de la ducha de Psicosis. Era totalmente la escena de un crimen. Solo acertó a decirme implorando: ‘Doctor, por Dios, haz lo que quieras pero tengo que jugar’. Aún retengo sus palabras en la cabeza”.
No quedaba tiempo para coser allí, ni había tampoco las condiciones para hacerlo. Abajo ya estaban casi todos los jugadores y cuerpo técnico de la Selección esperando para subir al autocar. Cota le limpió el corte, lo secó y le aplicó un vendaje muy tenso, que apenas dejaba circular la sangre, pero había que cortar como fuese la hemorragia. Lo consiguió en apenas dos minutos. Xabi no cojeaba al salir de la habitación. Buena señal. Con el pantalón largo del chándal nadie notaría el vendaje. Entre los dos guardaron el secreto. En el viaje del hotel al estadio Xabi y Cota no hablaron apenas entre ellos y tampoco con el resto del grupo. Los dos le daban vueltas a la cabeza. El jugador pensaba en cómo conseguir jugar ese partido con la pierna abierta y aún sin coser, si los puntos de sutura serían muchos, si aguantarían, si le permitirían mover la pierna. La preocupación del médico era otra muy distinta. Se debatía en un dilema ético y moral.
“En la toma de decisiones médicas en situación de estrés y urgencia hay una guía digamos más racional y otra más pasional o visceral. Por una parte los códigos del vestuario entre jugador y médico son sagrados. Fui futbolista y sé qué es eso. El médico es además de todo un poco el sicólogo del grupo, el confesor en momentos de dudas y de bajón. Y por encima de todo está la confidencialidad médico-paciente. Pero también me debía al míster. Mi cabeza me decía que era imposible que Xabi pudiese jugar y que debía informar al seleccionador. Fue una pelea entre la cabeza y el corazón. Tuve muchas dudas de si contarle lo que había sucedido a Vicente y aún las sigo teniendo. No sé si hice lo correcto, pero me decanté por el herido. Digamos que la mirada de Xabi ganó a la razón”.
“Solo pensaba en si sangraba, en lo que significaba para Vicente”
Cuando llegaron al estadio, mientras toda la expedición cumplía con el ritual de pisar y reconocer el césped, discretamente Xabi Alonso y Juan Cota se separaron del grupo y entraron en el vestuario. Accedieron a la zona anexa, la llamada sala de aguas, donde se ubican habitualmente las bañeras de recuperación en frío. El médico de la Selección sabía las consecuencias profesionales que podía tener aquella decisión y prefirió no tener cómplices que se pudieran ver afectados. Solo se lo dijo al fisio, Miguel Gutiérrez, el más veterano del grupo, un profesional íntegro y una persona de máxima confianza y discreción. Necesitaba su ayuda. Solo ellos tres estaban en el secreto que se desvela ahora, más de una década después. Tras pincharle y anestesiar la zona dañada, Cota empezó a coser aquella enorme herida horizontal, un poco por encima de la rodilla. Dos centímetros más abajo y hubiese podido seccionar un tendón o afectar a la articulación.
“Lo de Cota fue increíble. Para mí es Dios. Aun hoy no sé cómo hora y media después estaba jugando la semifinal de un Mundial”.
El médico de la Selección no ha olvidado tampoco la magnitud de la intervención.
“No fue ninguna broma, 14 puntos por encima de la rodilla. Llegamos a un acuerdo. Si en el calentamiento sentía molestias teníamos que hablar con el míster y contar lo que había pasado. Fue la única condición que le puse a Xabi”.
Por fortuna el centrocampista no sintió dolor, quizás en parte por la anestesia y en parte también por la ilusión de jugar aquel partido histórico. Formaría con Busquets, Xavi Hernández e Iniesta en el centro del campo. Cota le puso un fuerte vendaje de color rojizo que sobresalía por encima de las medias junto a unas hilaturas de gasa blanca.
“Cuando entro en la habitación encuentro a Xabi casi en shock”
Por increíble que parezca nadie se fijó y el donostiarra se probó con intensidad, golpeando fuerte y tenso el balón con la pierna dañada. Pasó la prueba pactada. “En la charla táctica puedo reconocer hoy que apenas me pude concentrar en lo que decía el míster. Solo tenía mi mente puesta en la rodilla, en si se ponía a sangrar en medio del partido, en lo que eso supondría para mí, para Cota, para la Selección… y para Vicente del Bosque, al que no le habíamos comentado lo sucedido”.
Pero lo cierto es que Xabi juega posiblemente el mejor partido del Mundial. Marca la primera línea de contención ante las acometidas de Schweinsteiger y abre el juego en corto y en largo en busca de los desmarques de Pedro y Villa. Cada vez se siente más cómodo.
En el minuto 73 llegaría el gol victorioso de Puyol que cabeceamos todos, y todos ellos se cuelgan de los rizos del central catalán. Para entonces ya se había olvidado de la rodilla y de lo sucedido en el baño. A un minuto del final, en el 93, cedió su puesto a Marchena para perder tiempo y bajar el ritmo final alemán. Cuando Del Bosque se le abrazó pensó para sí mismo: ‘si tú supieras, míster’. Pero el abrazo más intenso y largo fue con Cota. “Nunca en mi vida pasé mayor tensión, mayor angustia”, recuerda el médico.
“Dudé si informar a Del Bosque. Me decanté por el herido. Xabi ganó a la razón”
“A la tensión de la semifinal de un Mundial se unía una pelea interior, la conciencia machacándote por dentro por las dudas de si había hecho lo correcto, si finalmente la herida reventaba y se descubría todo. Al final hice lo que en conciencia creía que debía de hacer, pero como te decía antes, aún hoy tengo dudas y le doy muchas vueltas”.
Cuatro días después, España se proclamaba campeona del mundo con Xabi en el equipo titular. El golpe de karate con el que De Jong casi le parte el esternón en el primer tiempo de la final no fue más que la picadura de un abejorro si la comparamos con aquella mampara rota en la ducha de un hotel de Durban.