El Grand Slam de la Selección
Derrotó en la Eurocopa a los cuatro campeones del mundo euros. Italia, con sus cuatro Mundiales, Alemania (4), Francia (2) e Inglaterra (1).
Es casi imposible firmar una Eurocopa más brillante de la Selección, que ha derrotado por el camino a las otras cuatro campeonas del mundo que hay en el continente: Italia, que amasa cuatro Mundiales; Alemania, con otros cuatro. Y, en las dos rondas finales, Francia (dos) e Inglaterra (uno). El póker, completado con victorias ante una subcampeona del mundo (Croacia); y las más asequibles Albania y Georgia, completa un viaje increíble y, seguramente, irrepetible. España se va del torneo con siete victorias consecutivas.
El asalto y derribo a las campeonas del mundo empezó en Gelsenkirchen el día 20 de junio. Allí, España ganó 1-0, con un gol en propia puerta de Calafiori que no hizo justicia al arrollador dominio de España, que no dejó salir de su campo a la Nazionale hasta casi al final, cuando Unai Simón tuvo que proteger su portería en unos cuantos saques de esquina. La victoria garantizó la primera plaza en la fase de grupos. Sin embargo, ser líder no le evitó enfrentarse a un camino diabólico hasta la final.
En cuartos le esperaba la segunda campeona del mundo a la que se ha enfrentado en la Eurocopa. La anfitriona, Alemania, en el Neckarstadion, un estadio con liturgia en el país, sede del primer partido de la Mannschaft después de la II Guerra Mundial; y también del primer partido de la selección unificada después de la caída del Muro. En medio de un ambiente espectacular, eléctrico después del empate de Wirtz sobre la hora, la Selección escapó de las llamas de Stuttgart con un gol impresionante de Mikel Merino al filo de los 120 minutos. La tetracampeona mundial quedaba fuera para decepción de su gente; y España pasaba una frontera decisiva.
La semifinal de Múnich será recordada siempre por el gol de Lamine Yamal. Francia, bicampeona del mundo, ya no era tan favorita como a principios de la Eurocopa. Pero, aun así, era temible. Más cuando se adelantó nada más empezar con un gol de Kolo Muani. Fue entonces cuando apareció, angelical, ese genio venido del futuro, Lamine, para inventarse la parábola de Múnich, el disparo al que no llegó Maignan. Ese 1-1 generó una química potentísima que permitió hacer el 2-1 a Olmo.
La final era contra los inventores, que esperaban, por fin, poner fin a una sequía de 58 años. Campeones del mundo en 1966, siguen persiguiendo la gloria. Podía ser el momento de Harry Kane, negado en las finales. O de Bellingham, después de un primer año memorable en el Madrid. Pero esta Eurocopa era de España. Lamine cabalgó por el Olímpico de Berlín como los elegidos. Y vio a Nico, que marcó el 1-0. Una vez más, el contratiempo del empate de Palmer no hundió a España, que casi sobre la hora firmó este póker impresionante gracias al gol de Oyarzabal. El año que viene, en la Finalissima contra Argentina, soñará con el repóker.
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