Vuelven a temer el Huerto del Francés
Peñaflor (Sevilla) fue escenario de uno de los primeros crímenes en serie mediatizados a finales del siglo XIX y principios del XX en España. Sucedieron en una improvisada casa de juego clandestina como tapadera, propiedad del francés Juan Aldije. Éste contaba con José Muñoz Lopera como cómplice, y a ella acudían engañados una serie de jugadores de cartas y de ruleta, a los que asestaban un golpe en la cabeza con una barra de hierro, les robaban el dinero y sus pertenencias para finalmente enterrarlos en el huerto.
Esos crímenes, que cometidos y donde cuyas víctimas eran enterradas en el terreno de un anfitrión francés, inspiraron a una serie de periodistas vascos, cronistas del Athletic de Bilbao (ahora Athletic Club) en un periódico de Guipúzcoa, para calificar al estadio del Racing, tras un partido de Copa en 1930 donde los rojiblancos, de forma inesperada, hincaron su rodilla. El Sardinero, metafóricamente, era un estadio donde nadie salía vivo.
Unos cuantos años más tarde, esta historia que le debo a Raúl Gómez Samperio, célebre historiador y divulgador racinguista, se vuelve a repetir. (Podéis ampliar esta cita en la página 153 del primer tomo de Un Siglo con el Real Racing Club)
Los números del equipo de José Alberto esta temporada son casi perfectos: 13 puntos de 15 posibles. Y se escaparon dos, porque fueron (fuimos) mejores que el Huesca. Incluyo el “fuimos” no por forofismo (aunque también, para qué engañarnos), sino porque en Los Campos de Sport no sólo juegan 11 y uno desde la banda, la afición, también. Me emocionó el partido de ayer, por lo que se vio en el césped y por lo que se vio en la grada. Aquí hay que hacer mención a los 4.000 rojiblancos, porque sin ellos no hubiera sido posible. Tienen una suerte tremenda el Racing y el Sporting de tener esas aficiones. Los clubes compiten en LaLiga Hypermotion, pero tienen hinchadas de LaLiga EA Sports.
Y ese aura inspiró ayer sobremanera al Racing. En frente había un buen equipo, para mi un muy buen equipo. Trabajado (sólo hay que ver cómo alterna dos sistemas claramente diferenciados a lo largo del partido) y de nivel. En un partido con un ritmo altísimo y de intercambio de golpes constante, los cántabros no es que pegasen más, es que supieron pegar mejor.
El Messi de Segunda
Y el Racing pegó mejor porque tiene el elemento diferenciador. No me quiero venir arriba, pero al Messi de Segunda. Tres toques, tres goles. Iñigo Vicente, el duende de Derio (o el gusano, como le apodan sus compañeros), tenía entre ceja y ceja que el Racing tenía que ganar, y ganó. La presión alta en el primer gol (de Ekain sobre Rober Pie y de Andrés Martín en la recuperación) encontró de aliado al 10, que con su particular calma asitió al de Durango para que, previa intervención de Yáñez, el andaluz hiciera el 1-0.
No sé conformó con eso, como Gaspar Campos (y el pelotero de Hassan) habían empatado el partido, tras el descanso salió con la portería contraria entre ceja y ceja. Y a los dos minutos de salir de la caseta, se inventó un pase (que en ese momento sólo vio él) para que Peque, que armó a toda velocidad su pierna derecha, le quitase las telarañas a la portería del fondo sur.
No le bastó con eso, otra vez Gaspar Campos se puso ‘pesadete’ y quiso igualar el partido. En esos minutos del ‘corre calles’, del intercambio de golpes en su punto más álgido, llegó El Pase (no se me han ido las teclas de mayúsculas, es que fue así). Viéndolo en la repetición, parece hasta fácil. De izquierda a derecha, un toquecito, balón a Dani Fernández y éste a Ekain, que se estrenó a lo grande. Los goles fueron de Andrés, Peque y Ekain, pero la firma fue de Iñigo Vicente. Y la alegría, de todos los racinguistas.
Un héroe con bata (o ropa deportiva)
En el fútbol hay héroes inesperados. Y héroes con mayúsculas, de los que salvan vidas. En el Racing, José Antonio Fernández-Dívar (el doctor Dívar). Minuto 2 de partido, Saúl, la peina Iñigo Vicente, Cali Izquierdoz no logra alejar el balón y Arana se planta en un duelo aéreo con Rober Pier.
Y ‘pum’, choque de cabeza con cabeza. Arana se queda grogui boca abajo, la pelota sigue en juego y dos tíos de negro hacen el sprint de su vida hacia el 9 del Racing. El doctor Dívar y el fisioterapeuta Diego Ortiz. Mientras, Fran Ruiz y Antonio Malanda, los otros dos fisios del Racing, acudieron a la esquina a alertar a la ambulancia de la situación.
La historia felizmente quedó en una anécdota, porque Arana recuperó el conocimiento rápido. Y aquí viene la parte más importante. El canario insitió en que quería seguir jugando, pero Dívar se negó en rotundo y José Alberto introdujo a Ekain.
En el fútbol hay victorias (aunque Ekain hiciera el 3-2, lo alejo de lo futbolístico) que no se ven, y tienen que ver con la salud, que es lo primero en la vida. Y en el Racing, con Dívar, la salud está garantizada. Enhorabuena.
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