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REAL ZARAGOZA / ANÁLISIS

Velázquez, en tiempo de descuento

El problema del Zaragoza no es sólo de entrenador, pero este entrenador, con sus pobres números y sus particulares conferencias de prensa, es un problema mayúsculo para el Zaragoza.

Zaragoza
Julio Velázquez.
CARME RIPOLLESDiarioAS

Julio Velázquez ya está en tiempo de descuento en el Zaragoza. El problema del Zaragoza no es sólo de entrenador, por supuesto que no, pero este entrenador empieza a ser un problema mayúsculo para el Zaragoza. Y ya sabemos cómo acaban estas cosas cuando suenan los primeros tambores de guerra. La afición, harta de estar harta, agotó su paciencia en Villarreal y pidió a coro su destitución inmediata –”¡Velázquez, vete ya!”-, y al técnico no le va a resultar sencillo darle la vuelta a esta corriente de opinión, porque no es fruto de un calentón, sino de muchas gotas de decepción que han colmado el vaso.

Todo el Real Zaragoza está en horas muy bajas. Los últimos resultados han enrarecido definitivamente el clima y todos están otra vez señalados y en cuestión. Lo está Velázquez, porque en el fútbol no hay nadie más débil que un entrenador que no gana partidos y que, además, no llama a las cosas por su nombre en sus conferencias de prensa, pero también los jugadores, muchos de los cuales tampoco están dando la talla, cuando el Real Zaragoza tiene el cuarto límite salarial más alto de Segunda. Y lo está el director deportivo Juan Carlos Cordero, cuya popularidad se encuentra ahora por los suelos, cuando en verano se le elevó mayoritariamente a los altares como piloto de un proyecto que se entendía como el definitivo. Cordero se la jugó eligiendo a Velázquez, con una hoja de servicios escasísima y repleta de despidos, como relevo de Escribá por encima de otras posibilidades como Víctor Fernández o Gabi Milito, y se la volvió a jugar al no fichar a un delantero diferencial en este mercado de invierno, pese a solucionar la crisis de la portería con Édgar Badía. Y la apuesta no le ha salido bien.

Así que con un grupo propietario de la sociedad anónima deportiva que ha invertido ya más de 35 millones de euros, acabando con deudas históricas y dando estabilidad y solvencia al club, ningún profesional lo tiene fácil ahora mismo en el Zaragoza. Pero el más expuesto y el que camina ya por el alambre, aunque no se haya dado cuenta, es el entrenador, que va a llegar muy tocado al partido del domingo frente al Amorebieta en La Romareda.

A Velázquez hay que reconocerle que heredó de Escribá un equipo derrumbado y amortiguó su caída, pero nada más. No le ha dado ningún vuelo al Zaragoza y desde la pizarra propone todo lo contrario que anunció en su presentación. Es tan reservón o más que Escribá. Pero más allá de sus números –sólo 15 puntos en 12 partidos-, de su fútbol sin intención, pendiente sólo de que el rival no le corra en transiciones, y de un discurso tan rebuscado y alambicado como vacío, el técnico se empeña en demostrar que lleva tres meses en Zaragoza, pero que todavía no sabe dónde está, ni a qué equipo entrena. Esa sentencia suya en La Cerámica de “no hemos hecho un partido exquisito, ni excepcional, pero rompemos la racha de dos derrotas” es en el menor de los casos toda una provocación de muy mal gusto para los 2.500 zaragocistas que se dejaron la garganta en Villarreal. Una provocación insostenible, como lo son esas alusiones permanentes a su estado de felicidad semanal cuando su equipo no da un solo paso en firme hacia el ‘playoff’, un objetivo del que, por otra parte, siempre se ha escabullido.

Escribá, que tampoco ha ganado un título en su carrera, estaba convencido de que su sabiduría futbolística era un lujo que ponía al alcance del Real Zaragoza, como un gran favor, de ahí que no soportara la menor crítica, y Velázquez actúa directamente al margen del conjunto de rasgos y carácter distintivos del Real Zaragoza. Va por libre, como si la cosa no fuera con él.

El Zaragoza es un equipo de Segunda División, eso no hay quién lo discuta después de once temporadas en Segunda, pero no es un club de Segunda División. Ni lo son sus nueve títulos ni lo es su afición, que vive con el convencimiento permanente de que su ayuda es más necesaria que nunca para devolver al Zaragoza a Primera División, pero distingue mejor que nadie el grano de la paja.

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