Una historia con dos caras
El Córdoba ha firmado dos partes completamente diferenciadas en la temporada como visitante
La temporada de visitante del Córdoba ha mostrado a dos equipos en uno. Durante la primera vuelta, el equipo de Iván Ania sufrió en sus primeras salidas. Sin embargo, esa tendencia cambió al cierre de esta fase con un triunfo por 2-3 ante el Oviedo y eso llevó a acreditar varios hitos en la historia del club durante la segunda vuelta.
Pero en las dos últimas citas como visitante experimentó un volver a empezar. Con el partido de Eibar de ayer por la tarde, el Córdoba cerró una Liga en la que sumó un total de 23 puntos, repartidos entre los cinco puntos de la primera vuelta y los 18 de la segunda. Aunque no fue la mejor despedida ese 4-1.
Porque el comienzo de la temporada como visitante del Córdoba fue un quiero y no puedo. En Miranda de Ebro, hizo un encuentro aceptable. Pero falló en las dos áreas. El Mirandés hizo gol en su llegada más clara, mientras que Raúl Fernández firmó una gran actuación que frustró un estreno triunfal en la temporada del retorno a Segunda.
A partir de ahí, llegaron los problemas. Al Córdoba le costó en las siguientes salidas. El Elche y el Huesca, con estilos muy distintos, le mostraron al cuadro de Ania que tenía que mejorar mucho en la categoría si quería quedarse en ella.
Y el Córdoba parecía haber mejorado el rumbo con el empate de Albacete, gracias a un tanto de Jacobo, y a la estoica actuación en Granada al quedarse con uno menos tras la expulsión de Théo Zidane en el minuto 35 y encajar de la derrota en el alargue.
Tras esas dos salidas seguidas de octubre, el Córdoba volvió a repetir defectos como visitante. En Santander Carlos Marín evitó una goleada ante el Racing y el VAR jugó un papel determinante en los dos goles del Cádiz que se sumaron a la escasa efectividad en el área contraria.
El Córdoba llegaba a firmar un punto sobre 27 posibles como visitante cuando se encontró a un Luis Suárez esplendoroso en Almería y el Gijón no aguantó el temporal de un equipo que, por entonces, aspiraba al ascenso. Ese partido fue en un mes de diciembre que se cerraba con las salidas ante el Levante y el Oviedo. Pero ahí el Córdoba cambió. Théo Zidane rompía una alarmante sequía de goles, comprendida entre el 6 de octubre y el 14 de diciembre, en el Ciutat de Valencia, pero fue Jacobo quien igualaba en el 96 gracias a un penalti de VAR. Y, siete días después, en el Tartiere llegaba la primera victoria como visitante. Por cierto, el Córdoba estaba muy condicionado por las bajas.
A partir de ese momento, en Córdoba no sólo se acostumbró a no perder. Se acostumbró a ganar. Albarrán, en la última jugada, hacía el 1-2 en Castellón, rememorando la victoria en el último suspiro de la temporada anterior en Castalia. Y después quedaban tres partidos clave ante rivales directos en febrero lejos de El Arcángel. Y el Córdoba cumplió su misión en Cartagena con un obús de Isma Ruiz, el Tenerife remontando gracias a un gran Jacobo, quien repetía protagonismo en Ferrol.
La sucesión de cinco victorias fuera supuso un récord en el fútbol profesional y la segunda mejor serie de la historia del club, sólo superada por la de la temporada en Tercera de mediados de los años 80. Pero se cortó en Coruña y Zaragoza con sendos empates a uno.
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El Córdoba volvió a ganar en Málaga por 0-1 y Obolskii alargó la serie de imbatibilidad hasta 10 jornadas lejos de El Arcángel gracias a su postero gol en Elda. En mayo, el Burgos acabó con esa serie venciendo al Córdoba por 3-2. En Ipurua, escenario maldito en cuanto a resultados para el Córdoba, perdió 4-1. Dejó la sensación de que el final fue como el principio. Pero el Córdoba también tuvo su cara buena fuera y clave para conseguir el objetivo.
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