La cara y cruz de los descendidos
La caída de Primera a Segunda ha cogido a contrapié a Leganés y Valladolid, que no terminan de dar con la tecla. Las Palmas vive un momento dulce en ascenso directo.


Bajar del cielo al infierno. Caer de la cima hasta el abismo. O lo que es descender de Primera a Segunda, un cambio radical que exige una amortiguación a los clubes que recaen en la categoría de plata. La forma de proceder de Leganés, Valladolid y Las Palmas ha sido muy distinta y deja tres casuísticas que reflejan la complejidad de la adaptación a Segunda tras descender de la élite deportiva.
Aunque se trate de esquivar y no sea siempre al pie de la letra, ser un recién descendido te convierte automáticamente en un favorito en la Hypermotion, si bien para ello debes saber gestionar el impacto económico que supone la reducción drástica de ingresos de tu club y la presión de cumplir las expectativas.
Y como cada año, más si cabe en esa primera temporada de caída, toca acertar en una parcela deportiva que debe aligerar masa salarial y, en muchas ocasiones, firmar una venta dolorosa como la UD Las Palmas con Alberto Moleiro, el Leganés con Yan Diomande o el Valladolid con Raúl Moro.
De Primera a Segunda División hay un abismo futbolístico que el conjunto canario ha sabido salvar con el saneamiento de las arcas y la confección de una plantilla competitiva, mientras que Leganés y Valladolid sufren todavía una inestabilidad institucional que ha marcado o mermado un favoritismo que se ha diluido a poco del término de la primera vuelta. Conflictos internos, debilidad económica o desafección con la grada que son herencias de la temporada 2024/2025 y que se han indigestado para madrileños y pucelanos.
Una debilidad económica que refleja también la pérdida de prácticamente la mitad de los millones recibidos en derechos televisivos. Por la temporada 2024/2025, Las Palmas, Leganés y Valladolid ingresaron 40,63, 39,93 y 41,53 millones de euros, respectivamente. Pero los datos que ofrecen los ingresos percibidos por Cádiz, Almeria y Granada -anteriores descendidos- no son halagüeños porque rondan alrededor de los 20 millones de euros.
Otro recorte enorme en la capacidad de maniobra está en el límite salarial, donde el Valladolid vive el caso más radical y pasa de los 47,037 millones de euros a apenas 12,16 millones. Leganés baja de 34,661M a 14,773 -el límite más alto de Segunda-, y Las Palmas cambia de 39,842 a 13,377 millones de euros.
Paliar la ansiedad de sentir la obligación de ascender, la capacidad de gestionar la situación si los resultados no llegan o la comunión entre afición y entidad se antojan también en factores claves en la receta que requiere no achacar el golpe emocional que supone un descenso a Segunda División para ser capaz de recomponerse y luchar para conseguir el efecto ascensor. Bajar y volver a subir automáticamente.
Un aterrizaje tranquilo para Las Palmas
El 2025 de la UD Las Palmas ha sido una montaña rusa que empezó con un 4-0 en contra en Copa ante el Elche y terminó con un 4-0 a favor ante la Cultural. Un fiel reflejo de un equipo que en la primera mitad del año fue incapaz de pelear por la permanencia en Primera División, pero que en Segunda concluye el año en puestos de ascenso directo tras una excelsa adaptación a la categoría guiada por Luis García.
El descenso amarillo provocó la pérdida de piezas claves como Alberto Moleiro, Oli McBurnie, Javi Muñoz o los cedidos Dário Essugo y Fábio Silva, aunque precisamente el traspaso del tinerfeño –por 20 millones- y el resto de marchas dieron rédito económico a los amarillos y liberaron una masa salarial que, unida a la buena salud financiera del club, permitieron afrontar la confección de una plantilla competitiva con fichajes como Jonathan Viera, Sergio Barcia, Lorenzo Amatucci o Jesé Rodríguez.
Después del descenso, Las Palmas supo reestructurar la plantilla con once fichajes y dar la manija a un prácticamente inexperto Luis García que entiende la categoría y sabe que recibir pocos goles es clave en una Segunda tan disparatada, por lo que ha basado su idea de juego en la solidez defensiva y en la maximización de las oportunidades en ataque.
El clima que se respira en Gran Canaria es de felicidad e ilusión. Atrás queda el ambiente enrarecido que dejó la etapa de un Diego Martínez que no conectó con el vestuario, con la afición ni con la prensa. Meses de desafección y la descomposición de un proyecto que tenía mimbres para consolidarse en la élite del fútbol español, pero que se fue deshaciendo a pedazos irremediablemente. Lo que no se rompió fue el compromiso de una masa social que ese mismo verano batió el récord de abonados en Segunda División con 23.563 fieles.
Tras 19 jornadas en LaLiga Hypermotion, la UD Las Palmas tan solo ha recibido once goles, es segunda clasificada y despedirá el 2025 en ascenso directo. En el horizonte comienza a asomar un sueño. Y todo gracias a una adaptación instantánea a la categoría y sin que haya pesado el cartel de favoritos, aunque desde el club juren y perjuren que el primer objetivo son los 50 puntos.
Ni en Primera, ni en Segunda
Por fin concluye un 2025 de puro suplicio para un Valladolid. Una broma de mal gusto de un club que firmó los peores números de la historia de Primera División y que sigue marcado por la herencia de la presidencia de Ronaldo, que dejó 50 millones de deuda en las arcas pucelanas. Tras solo siete victorias en 39 partidos ligueros en el año natural, los vallisoletanos encaran el 2026 con la llegada de Luis García Tevenet, quien será su quinto entrenador del año tras la espantada de Guillermo Almada en dirección a Oviedo.
Con la llegada del Grupo Ignite, el Real Valladolid tenía la misión de adaptar la plantilla a Segunda División sin que las deudas perjudicaran una parcela deportiva que pasó a liderar Víctor Orta. Una dirección deportiva no exenta de injerencias de una propiedad que impuso a Almada sobre la opción de Borja Jiménez para el banquillo.
El clima de crispación de una afición pucelana hastiada, la delicada situación económica de la entidad y la herencia de grandes sueldos de la etapa en Primera, como son los casos de Juanmi Latasa, Marcos André y Amath Ndiaye, han sido los ingredientes perfectos para pergeñar un Valladolid que tampoco termina de arrancar en Segunda División.
En duodécima plaza y a apenas tres puntos del descenso, los pucelanos afrontan un 2026 con perspectivas nada halagüeñas y que exige refuerzos en invierno. Aunque con poco margen económico y con forma de clavo ardiendo para quienes todavía sueñan con pelear el ascenso. Hay un refrán que dice que el año nuevo trae vida nueva. Y en Valladolid nunca había sido tan creyentes del refranero español.
Un 2025 para olvidar en Leganés
El Leganés no ha sabido ejecutar transición alguna de Primera a Segunda. Nada de caída suave con esperanzas de rebote. Aterrizaje forzoso. Drama desatado. Impulso hacia lo oscuro marcado por decisiones institucionales que no han hecho más que agravar este escenario sin precedentes al sur de la capital. El equipo cierra 2025 en puestos de descenso con sólo dos equipos de la categoría (los descendidos Racing de Ferrol y Cartagena) sumando peores números en este año natural en Segunda, con un entrenador interino todavía entre interrogantes y apenas espacio para la reforma en el mercado invernal: sólo le quedan dos fichas libres. Toca dar salidas antes de incorporar caras nuevas si es que se apuesta de verdad por la inversión.
Semejante panorama desolador comenzó con la campaña en Primera aún en curso, cuando el club decidió anunciar que no seguiría con Txema Indias, el arquitecto de sus mayores éxitos en la última década. Pero en lugar de despedirlo, que habría sido lo lógico, lo mantuvo en el cargo (todo apunta que para no pagarle el alto finiquito que le correspondía) y fichó a su recambio -Andrés Pardo- manteniendo a ambos en el puesto. Lo nunca visto. La decisión generó inestabilidad institucional y en un vestuario que, desde entonces, comenzó a descomponerse.
Aun así, el equipo rondó la salvación (40 puntos, su tercera mejor puntuación en Primera). Fue imposible evitar el descenso. Y tras aquella despedida a la categoría entre aplausos de un Butarque entregado a los suyos por el derroche final, comenzó la desintegración acelerada. El club, al día siguiente, fijó como objetivo el retorno a Primera “sí o sí” (así lo anunció su presidente, Jeff Luhnow) y estableció un listón elevadísimo de exigencia que ha sido lastre para esta plantilla corta de efectivos en defensa, zanjada a 15 días del cierre del mercado por deseo del propio Luhnow (el objetivo era tenerla atada antes del comienzo de Liga, lo que ningún club de Segunda hace) y sin la inversión, ni la calidad esperada para un recién descendido.
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Pese a que el club vendió a Diomande por 23 millones de euros (aunque en Butarque insisten en que fueron 20) y que se recibieron 8 millones de euros de ayudas al descenso, pese a que el club se deshizo automáticamente de fichas altas por el descenso y otras se las quitó por el camino, apenas se invirtieron 3,5 ‘kilos’ en las caras nuevas con refuerzos muy alejados de un aspirante al ascenso.Entre tanto, la propiedad, Blue Crow Sports ha tenido que ‘traicionarse’ a sí mismo para despedir a Paco López -los inversores estadounidenses apuestan por la confianza en sus técnicos- por los malos resultados mientras tratan de mostrar como éxitos mejoras institucionales que, sin resultados en el césped, no son más que lastre dorado rumbo a un futuro incierto.
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