El Zorrilla más ‘competitivo’ en el momento más indicado

Zorrilla registró ante el Espanyol, con mucho, la mejor entrada de la temporada. En el momento más indicado, cuando su Real Valladolid llegaba enrachado, como colíder y dependiendo de sí mismo para conseguir el ascenso directo, el templo blanquivioleta acogió 23.450 espectadores, casi 3.000 más que en el segundo partido con mayor afluencia: el derbi castellano y leonés frente al Burgos, al que asistieron 20.493 personas. En el lado opuesto se encuentran los 13.711 que fueron al último duelo de 2023, frente al Racing de Ferrol (a golpe de jueves, por la noche y con frío).

A falta, al menos, del duelo de dentro de dos semanas ante el Villarreal B, el total de aficionados que han ido al José Zorrilla en lo que va de temporada es 349.486, con un promedio de 17.474,3, superado, por tanto, en casi 6.000 hinchas. Este ambiente se notó desde horas antes, con la afluencia importante a la ‘fan zone’, que tuvo como colofón la actuación de Siloé, grupo con pedigrí vallisoletano ‘bendecido’ por Coldplay y cuyo próximo concierto en Valladolid será en Ferias en la Plaza Mayor.

Antes de que Fito Robles hiciera enloqueacer a cientos de aficionados vestidos de blanquivioleta, el cortejo del autobús en moto y el recibimiento multitudinario subieron la temperatura e hicieron que los prolegómenos tuvieran aroma de final. El himno, ya con todo el público en sus asientos, atronó con miles de bufandas al viento, extendidas o agitadas, a sabiendas de que volver a sumar tres puntos frente al Espanyol habría resultado, si no definitivo para el ascenso, prácticamente.

Con el balón en juego, el Real Valladolid se hizo acreedor de la condición de mejor local de la categoría, aprovechando para ello la inesperada derrota del Burgos contra el Eldense, y eso que los pupilos de Paulo Pezzolano no pudieron lograr dicha victoria. La tensión, como en el verde, se palpó en la grada, cuando el entrenador optó por Lucas Rosa para sustituir al lesionado Anuar, puesto que volvió a escucharse la petición de dimisión y algún aficionado se propasó insultos, como reflejaron las imágenes de la televisión; incluso, alguno con gestos bastante desagradables.

Pezzolano, cada vez más alejado de la que la que sigue siendo su afición, a pesar de los unos y de los otros, volvió a referirse posteriormente a la afición (bien es verdad; preguntado por ello, no motu proprio) y dejó un ‘recado’ a los que protestaron su decisión. “Está faltando ese sentido competitivo desde afuera; en vez de estar pensando en lo que hace el entrenador o el jugador, estar pensando en lo que hace el árbitro o los rivales”, aseveró, afeando la petición de que entrase Raúl Moro e insistiendo en su solicitud: “Que me griten a mí”. Así lo hicieron muchos un día más, volviendo a disociar los resultados de la crítica o del hartazgo.

Camina la relación entre lo anormal y lo irreparable, con los unos contra el otro y el otro sin apenas guiños o muestras de cariño hacia los que apoyan, que los hay, también a él. Camina la relación entre reproches por el descenso, cada día más alejado en el tiempo, y el fútbol, práctico pero poco vistoso. Camina la relación mirando a Primera División mientras los unos y los otros, usando, el adjetivo de Pezzolano, son ‘competitivos’. Mal que le pueda pesar al contrario.

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