‘El guardaespaldas’ Oliveira
El central brasileño suma dos titularidades seguidas en el Real Valladolid escoltando a Monchu y Meseguer, con un desempeño que deja luces y sombras.
A lo largo de la temporada, no ha sido el Real Valladolid un equipo deshilachado; ha podido exponer otra serie de defectos, pero nunca ese, o no, por lo menos, con semejante profusión como para recibir cadenas de oportunidades. Y sin embargo, antes de jugar en Cartagena, Paulo Pezzolano decidió apostar por una variante aparentemente defensiva, aunque con una lectura, también, en clave atacante: la introducción de Lucas Oliveira por delante de la línea de zagueros.
En Cartagonova, de la sorpresa se pasó a una lectura parcial del rol, condicionada por un planteamiento reservón que modificó su posición y, con ventaja en el marcador, le llevó a ser el tercer central. Sin embargo, contra el Eldense repitió de inicio su papel de escolta de Monchu y de Meseguer, cuyas espaldas guarda ante la preocupación del técnico de que el rival pueda transitar. Significó eso, de facto, que los dos se descolgaran como suelen, y a su vez, implicó la suma de un efectivo más en campo propio y en la protección tras pérdida, junto a los centrales y, a menudo, un lateral.
Por esa libertad es por la que se entiende que en una función defensiva hay también un argumento ofensivo, como explicó el entrenador uruguayo posteriormente en sala de prensa. “Te da ese equilibrio y ese juego que a veces necesitamos desde abajo, además de permitirte soltar a Meseguer y a Monchu, que son jugadores muy desequilibrantes”, razonó Pezzolano, que habló también de la necesidad de extremar las cautelas en las vigilancias para evitar contragolpes. “A veces pasamos a jugadores adelante, quedamos expuestos y nos hacen transiciones”, alertó, precavido.
Un perfil rígido
Seguramente estos aspectos encierren el motivo por el cual, a la hora de la verdad, Oliveira ha adelantado a César de la Hoz y a Stanko Juric, porque su sentido del juego, por su formación como central, le lleva a extremar la concentración en materia defensiva y a guardar la posición, desde luego, más que ‘la tanqueta croata’, más tendente a un despliegue físico que no va en deterioro de sus capacidades sin balón, aunque sí de un rigor posicional que hoy Pezzolano prefiere.
Sin embargo, ese perfil más rígido se quedó demasiado desnudo con balón en los momentos en los que los blanquivioletas eran dueños y señores de la posesión, con algunos tramos en los que esta fue superior al 65%. Primero, en la fase inicial de salida, el brasileño nunca se convertía en tercer hombre; era Meseguer, lateralizado en el sector derecho, quien venía a recogerla. Y después, a la hora de recepcionar y dirigir el segundo y el tercer pase, también se inhibía o se le veía demasiado poco flexible, mostrando una gestoforma alejada del perfil de jugador que dispone de una buena técnica que su entrenador esboza y proclama.
Aunque ocasionalmente buscó pases verticales, y filtró uno de calidad que se convirtió en una oportunidad, lo cierto es que sumó casi tantas pérdidas, 14, como buenas entregas, 19, una cifra, ciertamente, condicionada por los aspectos que determinan su rol, aunque escasa para tratarse de un volante, incluso, con tantas cautelas defensivas. Y es que si bien se le vio a menudo recogiendo la posición de un hombre saliente (del lateral de turno o incluso de Javi Sánchez, en sus escasas dos incursiones en campo rival), a un equipo propositivo quizás se le deba demandar que un futbolista en su posición tenga otras conductas con balón. En lo que se le pide, no obstante, cumple y contenta a Pezzolano, que, resultados mediante, de eso se trata...
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