El Burgos cambia sus patrones de juego

Desde el principio de temporada se afirmaba que el nuevo estilo de juego del Burgos, de la mano de su técnico, Jon Pérez Bolo, iba a provocar que el equipo blanquinegro jugaría con más descaro y atrevimiento y que ello se traduciría en un equipo más goleador, aunque, a cambio, fuera también más receptor de los tantos de sus rivales.

Esa teoría se cumplió en el primer tercio de la competición, pero la falta de resultados positivos fuera de casa ha hecho variar el juego de los burgaleses. En los primeros quince partidos, el conjunto burgalés encajó 23 goles, uno y medio por partido y no consiguió ni un solo punto en sus primeros siete desplazamientos.

Desde ese momento, la idea de juego ha variado notablemente. El Burgos no va a buscar a sus rivales con tanta ambición y se parapeta más en su juego defensivo para intentar crecer desde la retaguardia. En varios partidos, Bolo ha recurrido a la defensa de cinco hombres y los resultados positivos han llegado, ya que su equipo no ha perdido en los último seis encuentros, cinco de competición liguera y uno de la Copa del Rey, y acumula tres victorias y tres empates.

En esos partidos solamente ha encajado cuatro goles, bajando notablemente la media que llevaba hasta ese momento. Es más, si se extrapola a los últimos cuatro partidos de Segunda División, únicamente ha recibido un tanto en contra, manteniendo la portería a cero en los tres últimos, cifras muy similares a las de la primera vuelta de la pasada temporada en la que el equipo, entonces dirigido por Julián Calero, llegó a ser líder tras vencer a Las Palmas en el estadio insular.

Ahora, los partidos del Burgos son menos vistosos, pero mucho más productivos. Esa fortaleza defensiva la tiene que ratificar en las dos próximas salidas a Cartagena y al estadio del Espanyol antes de cerrar la primera vuelta de la competición.

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