Cuando centrar 29 veces sirve de poco
Así forjó el Real Valladolid su remontada contra el Eibar, después de un primer tiempo improductivo.
En ocasiones, no pocas, en el fútbol se confunde atacar mucho con atacar bien. Sin embargo, no por cargar el área en cantidad, con muchos efectivos o con muchos envíos direccionados ahí, uno atacará mejor, cosa que pudo comprobar el Real Valladolid en la primera parte de partido contra el Eibar. Acuciado por el resultado desfavorable y animado por la superioridad numérica, llegó a centrar en hasta 29 ocasiones, aunque solo logró meter una entre los tres palos.
El conjunto blanquivioleta superó, en solo 45 minutos, su promedio de servicios hasta la fecha, 21,8. A la postre, acabó casi doblándolo, al totalizar 41, la segunda mayor marca de la temporada, por encima de los 36 del triunfo en casa contra el Mirandés y de los 39 centros realizados en la derrota al Alcorcón. La importante cifra solo está a la sombra de los 53 que los pupilos de Paulo Pezzolano pusieron en el tropiezo ante el Burgos en El Plantío, movidos por la necesidad, igual que en los otros encuentros.
Sin embargo, y a pesar del dominio claro de la posesión, así como de varios atisbos de distintas individualidades que a la postre serían decisivas, la sensación fue, frecuentemente, de ahogo ante el enésimo rival plantado en su propio campo. Las razones fueron varias: desde el hecho de no jugar con un diestro como lateral izquierdo (y eso que Lucas Rosa volvió a cumplir) hasta la carencia de perfiles desbordantes, pasando por el cuello de botella al que se abocaron los locales, que se apelotonaron en la frontal rival sin ofrecer movimientos que sorprendieran y dejando la responsabilidad creativa a los zagueros.
“En el primer tiempo pecamos, porque nos vimos con un jugador más rápido, queríamos ir rápido al resultado y nos volvíamos locos por acabar jugadas, pero no por poner más centros al área vas a conseguir el gol; a veces, tenés que girar el juego dos o tres veces a través de un mejor posicionamiento”, reconoció Pezzolano en rueda de prensa, donde destacó la mejoría de su equipo en la segunda mitad, en la que tuvo la paciencia “de girarla dos o tres veces más”, así, encontró más espacios.
“El posicionamiento de Meseguer, un poquito más atrás, saliendo y entrando, ayudó a eso, igual que el de Monchu”, aclaró el entrenador. Y es que, aunque el gol genial del murciano supuso el empate y propició la mejoría, restar una pieza de las que jugaban de espaldas y pegado a la última línea y atraerla a la base, al juego de cara, sirvió para que la pelota se moviera a un ritmo mayor; quizás, sin grandes alardes, pero, sin lugar a dudas, aclarando la escena y abriendo espacios (más si cabe, puesto que, con el gol, al Eibar se le empezaron a descoser las costuras).
Resumiendo, Paulo Pezzolano recordó que “si no tenés la ventaja posicional, es difícil”, una máxima que no siempre se ha visto en sus planteamientos, pero que puede suponer una vuelta de tuerca (otra más) en un juego a veces (muchas) plano, y que llegó al ‘Dorado’ del resultado merced a una jugada a pelota parada y dos en la que el Real Valladolid consiguió despojarse de varios toques para verticalizar de una manera más rápida en los goles de Sylla y de Salazar.
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