Aquellos muros que tumbaron los propios
Las Palmas ha pasado de encajar 0,53 goles por partido en los primeros 30 encuentros a 1,83 en los últimos seis. Recuperar la solidez defensiva, el objetivo.
La Unión Deportiva Las Palmas comenzaba la temporada 2022-23 con la inercia del final liguero anterior. A esa dinámica en ataque añadió una impresionante solidez defensiva. El equipo, que amagaba con la delantera, pero aseguraba con la retaguardia, se había convertido en el que menos goles encajaba en Segunda División. Lo que le permitió liderar la tabla durante gran parte de la temporada, de hecho tuvo a tiro la primera posición hace apenas dos jornadas. Un mundo.
Sin embargo, en los últimos seis partidos, el equipo ha encajado al menos un gol en cada uno de ellos, lo que ha supuesto un serio revés. Esta racha de resultados negativos ha hecho que Las Palmas se aleje del liderato, más en espíritu que en lo físico. Y, de hecho, tendrá que esperar una derrota o empate del Levante para no caer al cuarto puesto. Los valencianos, serán precisamente los próximos rivales que visitarán el Estadio Gran Canaria.
El entrenador de Las Palmas, Xavier García Pimienta, no ha ocultado su preocupación por esto. “No podemos conceder estos regalos porque te matan”, afirmó el técnico tras el encuentro ante el Granada. “Te equivocas en la salida o en el pase de Marvin, das un pase sin mirar o sales a un balón en el que no llegas y si te te equivocas tan grave y tan cerca de tu portería pueden suceder estas cosas”, referenciaba el estratega.
“Ahora cometemos errores que nos cuestan muchísimo”, se quejaba tras el partido ante los nazaríes. Su aspiración está clara: “La solidez defensiva que tuvimos durante unas treinta jornadas”. Porque de encajar 16 tantos en las 30 jornadas que comentaba García Pimienta se ha pasado a 11 en las últimas 6. Es decir, de 0,53 goles por partido, a 1,83. Lo que supone triplicar ampliamente dicho promedio. Curiosamente cuando ha crecido aún más la figura de Coco.
Mientras los sonados estampidos contra los muros ajenos con los que chocaban los amarillos en ataque focalizaron las preocupaciones primarias, crecían a los pies indetectables las malas hierbas que tiraron los muros propios, el verdadero factor diferencial de los amarillos. Porque paradójicamente Las Palmas, que promediaba 1,33 goles durante los primeros treinta partidos, ha pasado a 1,83 en los últimos seis. Los mismos que ha encajado en este tiempo. Justo cuando vino el desplome.
Así pues, la rara avis que era Las Palmas, la mejor máquina defensiva que conocía la Segunda División que usaba el trampantojo de la posesión, pero empleando con eficacia la presión inmediata tras la pérdida, ha viajado al lugar común de los equipos alegres en ataque pero dolientes en defensa. Sin ir más lejos, adjetivo calificativo arriba o abajo, lo que era precisamente hasta hace poco más de un año cuando soñaba con ser un aspirante a llegar con vida a las últimas jornadas para pelear por la promoción.