Djalminha

Yo jugué contra Djalminha "Estaría entre los diez mejores del mundo, era un jugador mágico"

Daniel Pérez González
Por Daniel Pérez González

Rivales del astro brasileño analizan para AS el fútbol anárquico y especial del ídolo deportivista.

Julio de 1997. El mundo acababa de asistir a la exhibición de Brasil en la Copa América que había terminado apenas unos días antes. En esa ‘Canarinha’, dirigida por Mario Zagallo, aparecían nombres que, a la postre, terminarían marcando una época en el fútbol internacional. Ronaldo Nazario, Romario, Leonardo, Dunga y Roberto Carlos fueron buen ejemplo de ello. Junto a todos ellos destacó, más por prestaciones que por minutos, un centrocampista anárquico con más virtudes que defectos que llamó la atención de gran parte del público. Desde La Coruña no perdía ojo Augusto César Lendoiro, un referente en la captación de futbolistas brasileños merced a los traspasos de Mauro Silva, Bebeto, Rivaldo y Flavio Conceiçao unos veranos antes. Enamorado de su magia, el dirigente del Deportivo de La Coruña no dudó en echar el resto para conseguir su anhelado objetivo: juntar al rombo mágico del Palmeiras en el equipo de la ciudad. Solo la marcha de Rivaldo con destino a Barcelona previo pago de su cláusula el último día de mercado rompió el anhelo.

Un héroe con toques de villano

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"Podía mirar al portero para hacer una cosa diferente a la que hiciera él"

La contratación de Djalma Feitosa Dias (Santos, São Paulo, 9 de diciembre de 1970) por el club gallego se oficializó el 11 de julio de 1997. En aquella época, el equipo de Riazor ya se había convertido en uno de los más importantes del balompié español gracias a su triunfo en la Copa del Rey de 1995 y a una excelente temporada 1993-1994 en la que solo el famoso penalti de Djukic le alejó del título liguero. Su fichaje, el más caro hasta el momento de la historia del cuadro coruñés, se cerró por diez millones de dólares (al cambio, alrededor de 1.490 millones de pesetas, que en la actualidad serían 9 millones de euros). Ese mismo verano, su compatriota Ronaldo Nazario dejó el FC Barcelona para recalar en el Inter de Milán por 4.000 millones de pesetas (unos 24 millones de euros).

Antes de llegar al Deportivo con 26 años, la carrera de Djalminha -que recibía este sobrenombre para diferenciarlo de su padre, el mítico central brasileño de los años 60 y excompañero de Pelé, Djalma Dias- se había desarrollado en su país natal, aunque tuvo un breve paso de 11 partidos en la liga japonesa. Empezó a despuntar en el Flamengo, antes de poner rumbo al Guaraní, donde se convirtió en la principal estrella del equipo junto a Luizão, con quien más tarde compartiría zona de ataque en el Palmeiras y en el propio Deportivo. En el conjunto paulista fue parte de una de las plantillas más recordadas de la historia del fútbol sudamericano, con compañeros de la talla de Cafú, Rivaldo y Conceiçao, entre otros.

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"Era un jugador con magia pero imprevisible en sus actos"

El debut de Djalminha en partido oficial con el Deportivo tuvo lugar en el Heliodoro Rodríguez López en la primera jornada de la competición doméstica. Aunque disputó los 90 minutos, su rendimiento no fue especialmente destacado, como tampoco lo fue en sus tres contiendas siguientes pese a que el encuentro contra el Barcelona y la fase previa de la UEFA eran fechas marcadas para él desde el comienzo de la temporada.

La primera gran muestra de lo que brasileño era capaz de hacer llegó contra el Racing de Santander en la cuarta fecha. Con la frialdad del futbolista que se sabe superior al resto, Djalminha ejecutó un penalti al filo del descanso a lo panenka para convertir su primer gol y remontar el partido. Esa técnica siempre estuvo muy vinculada al centrocampista, pues no solo la empleó en varias ocasiones e inspiró a genios de la práctica como el ‘Loco’ Abreu, sino que llegó a convertirse en una obsesión y en su mayor reto. Su gente más cercana ha relatado en varias ocasiones cómo su gran sueño era lanzar un penalti a lo panenka y cruzar la línea de gol antes que el balón. Rivales porteros, como Pedro ‘Koke’ Contreras, exentrenador de porteros del Cartagena y en busca de un nuevo proyecto, creen que podría haberlo logrado: “Tenía una inmensa destreza óculo-pie. Con un ojo miraba al portero para ver qué hacía y con el otro al balón. Además, tenía el cerebro rapidísimo para mandarle la señal al pie con toda la información. El panenka, como representación del engaño, le pegaba mucho. Él podía mirar al portero para hacer una cosa diferente a la que hiciera él. Nosotros debemos conocer a nuestros rivales y saber quién te va a fusilar con potencia o quién te va a buscar el engaño rozando la humillación bien deportiva. Es cachonda la situación, pero tenía calidad de sobra como para conseguir su reto alguna vez”, considera.

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Dejando al margen los desafíos inimaginables para la mente de cualquiera que no sea un auténtico artista, el paso por la caseta de vestuarios se llevó al Djalminha héroe y devolvió a un villano que tan solo tardó unos segundos en ser expulsado por una agresión a Nelson Abeijón. Varios de sus rivales a lo largo de su carrera destacan ese temperamento como el mayor defecto que tenía sobre el terreno de juego. “Era un jugador con magia, pero imprevisible en sus actos. Muchas veces salía muy rápido del partido, era un jugador que no aguantaba la provocación y, en ciertas ocasiones o lances del juego, creo que con el VAR habría terminado muchas veces más fuera del campo que dentro”, cuenta José María Movilla, con quien Djalma compartió tres intensos duelos en su carrera.

Tras dos partidos de sanción y tres de inoperancia (incluida una pena máxima errada y la destitución de Carlos Alberto Silva) en los que el Deportivo no fue capaz de ganar, nuevamente la calidad de nuestro protagonista volvió a salir a escena. Con una vaselina desde el pico del área -similar a la que años más tarde realizó Leo Messi en el Benito Villamarín- y una asistencia para Fran en el minuto 90, el cuadro coruñés se llevó los tres puntos de La Romareda. “Djalminha es uno de los jugadores más especiales contra los que me he enfrentado”, reconoce a este diario Marcos Vales, que por aquel entonces militaba en el Real Zaragoza y ahora desempeña su actividad profesional como abogado en una consultoría familiar. No muchos saben que la principal inspiración de Djalminha era Jason ‘Chocolate blanco’ Williams, uno de los bases más prodigiosos en el manejo de la pelota que se han visto en la historia del baloncesto mundial.

La temporada se desarrolló bastante por debajo de las expectativas esperadas en la zona noble de Riazor. El Deportivo terminó la liga en el puesto duodécimo, más cerca del descenso que de los puestos europeos. Djalminha, por su parte, anotó ocho goles en 26 y fue expulsado en dos ocasiones. Sus números fueron casi calcados a los del año siguiente, en los que marcó los mismos goles y, siendo capaz de evitar sus desconexiones, consiguió no ver ninguna tarjeta roja.

El año de su consagración

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"Era un fútbol que hacía la diferencia"

La temporada 1999-2000 quedará eternamente grabado en la memoria de todos los deportivistas. Con Djalminha como una de las estrellas de un equipo en el que también estaban futbolistas de la talla de Lionel Scaloni, Mauro Silva, Víctor Sánchez del Amo, Pauleta o Roy Makaay, entre otros, el Deportivo ganó el título que se le había escapado cinco años antes. Fue, sin duda, el año de la consagración del genio de São Paulo con la camiseta blanquiazul, pues aportó diez goles y dos asistencias, además de recitales imposibles de olvidar.

En la jornada duodécima visitó Riazor un Sevilla en el que militaba el autor del gol que supuso la primera Copa del Rey, Alfredo Santaelena. Ganaron los gallegos 5-2 -con gol y asistencia del de casi siempre- para auparse en un liderato del que ya no se desprendieron en toda la campaña. Antes había pasado por el estadio municipal de la calle Manuel Murguía el Málaga, donde jugaban Movilla y Contreras. Abordado el choque con perspectiva (con triunfo del Deportivo por 4-1), los dos coinciden en que Djalminha era un futbolista “que hacía la diferencia”. “Ese tipo de jugadores de uno contra uno, de tener último pase, aparecer en segunda línea, tener una visión de juego de lo mejor, ser un buen lanzador de faltas y, encima, meter goles se pagaría muy caro, sin duda. Estaría entre los diez mejores jugadores del mundo actualmente”, valora el centrocampista, con el que tuvo tres duelos de lo más intensos.

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"Él solo provocó el 90% del peligro del Dépor"

De hecho, Movilla –que tras haber dejado la dirección deportiva del Rayo Majadahonda y del Salamanca CF sigue vinculado al balompié gracias a la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), donde desempeña las labores de director Deportivo y director de Relaciones Institucionales- recuerda cómo su técnico en aquel Málaga, Joaquín Peiró, planteaba de forma especial durante la semana los enfrentamientos contra futbolistas de la talla de Djalma. “Según a qué equipo o rival entrenaba con diez jugadores durante la semana para ensayar el esquema. Al jugar en inferioridad eso hacía que hubiera muchos más apoyos defensivos en la franja central para marcar a futbolistas con mucho talento que se movían en ciertas zonas. Llegado el domingo, así teníamos esa visión para según contra qué jugadores, salir mucho más a las ayudas, a los apoyos e impedir que recibieran con libertad”, explica.

Quién sabe si llevando a la práctica la técnica del malogrado entrenador madrileño, los rivales fueron capaces de neutralizar con el paso de las jornadas al canalizador del juego ofensivo del Deportivo. Tras marcarle al Sevilla a finales de noviembre de 1999, Djalminha no volvió a ver portería hasta once fechas más tarde en febrero del año siguiente. ¿El rival? Uno de sus favoritos: el Real Madrid que, a la postre, terminaría ganando la Champions meses más tarde. Contra los de Vicente del Bosque, el internacional brasileño dejó una muestra de todo su repertorio. Marcó un gol de falta directa, complicó sobremanera el partido de auténticos mitos del fútbol como Hierro o Roberto Carlos y culminó su obra con una bella y plástica ‘lambretta’ que aún perdura en el imaginario colectivo de los aficionados al fútbol. Además, el Deportivo se impuso 5-2 en lo que fue entendido como un serio mensaje al resto de favoritos al título liguero. "Es un jugador soberbio que sabe asumir su responsabilidad y pide el balón en todo momento, y que sabe moverse por el campo de manera inteligente. Se trata de un jugador muy imaginativo, claro en su visión del fútbol y que, pese a su fama de polémico, es al que buscan siempre sus compañeros en el campo. Él solo provocó el 90% del peligro del Deportivo”, loó el por aquel entonces director general madridista, Jorger Valdano.

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La competición se acercaba progresivamente a su final y las opciones de campeonato no solo no aminoraban, sino que cada vez eran mayores. La sombra infausta del penalti de Djukic se aparecía en un déjà vu imposible de olvidar. La sorprendente derrota del Barcelona en casa frente al Rayo Vallecano abría la opción de dejar el torneo visto para sentencia con cinco puntos de ventaja a falta de dos fechas, pero el Deportivo era como ese estudiante que deja todo para el último día esperando que le caigan en el examen las preguntas que ha estudiado. Llegaba a La Coruña el tercero en discordia en la pelea por el título, el Zaragoza. Juanele colocó a los maños colíderes provisionales con el 0-1, aunque Makaay y Djalminha le dieron la vuelta al resultado. El brasileño, en una nueva demostración de su personalidad, se quitó la camiseta efusivamente en el gol. Segunda amarilla, expulsión y empate del Zaragoza para culminar el 2-2 definitivo. “Es un genio, pero es diferente”, comentó entonces Michael Robinson.

Fiel a su estilo, Djalminha compareció delante de los micrófonos de Televisión Española tras recibir la reprimenda de Lendoiro y el cariño de unos aficionados que, en su mayoría, le perdonaban el descuido. “No creo que mi expulsión haya supuesto darle un punto al equipo y quitarle dos. Creo que si no hubiera marcado habríamos acabado 1-1 y no habría cambiado nada. Fue un momento de mucha euforia, tenía muchas ganas de marcar. Pasó lo que pasó, pero no determinó el partido”, declaró el jugador.

Sancionado, se perdió la visita del Dépor al Racing de Santander, donde el conjunto herculino tampoco pudo pasar del empate. Favorecido por los resultados de los rivales, la historia se volvía a repetir, ya que tan solo un punto les separaba de su primera liga. El Espanyol llegaba a Riazor como un rival propicio, pues no se jugaba ningún objetivo deportivo, aunque nadie en el entorno del club se fiaba recordando la triste experiencia de 1994. Los goles tempraneros de Donato y Makaay tranquilizaron la situación y el júbilo estalló después del pitido final de García-Aranda. El Deportivo era campeón.

Apasionado de los derbis y de los partidos grandes

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"¡Cómo voy a arrepentirme!", sobre la colleja a Mostovoi

Capítulo aparte en la trayectoria de Djalminha merecen sus enfrentamientos contra el Celta de Vigo. Durante seis años en La Coruña, el brasileño únicamente disputó cinco derbis: tres en Riazor y dos en Balaídos. Esos duelos, con los dos equipos en el mejor momento de sus respectivas historias, estaban siempre dotados con una tensión superior a la habitual. Y era precisamente en ese tipo de ambientes donde Djalma se movía como pez en el agua. Medirse al Real Madrid, al Barcelona o al Celta motivaba incluso por encima de lo aconsejable al genio brasileño.

La temporada en la que el Deportivo ganó la liga se produjo uno de los derbis más tensos que se recuerdan. Djalminha y la estrella de aquel ‘EuroCelta’, Aleksandr Mostovoi, se pasaron todo el partido increpándose mutuamente. Se escucharon loas a Chechenia -que estaba en aquel momento en guerra contra Rusia-, insultos racistas o incluso agresiones físicas, como la colleja que el deportivista le propinó a su adversario. “No me arrepiento. Fue tan bonita... ¡Cómo voy a arrepentirme!”, comentó el centrocampista sobre una provocación que no fue advertida por el árbitro. “El partido estaba muy caliente. Ganar al Celta no era fácil y lo calentamos un poquito para cambiar el juego”, agregó. Se llegó a tal límite que, para sorpresa de pocos, Djalminha fue expulsado en los instantes finales por ponerse a dar toques al balón antes de sacar de banda.

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"Sabía exactamente lo que iba a hacer y aún así hizo esa genialidad"

Aunque sin duda, el duelo de rivalidad que más marcó la carrera del futbolista del club herculino fue el Deportivo – Celta de la temporada 2000/2001. Suplente de inicio, entró al campo en el minuto 57 sustituyendo a Valerón. El partido estaba totalmente controlado por el conjunto vigués, que apenas estaba pasando apuros. Sin embargo, la incursión de Djalminha revolucionó el choque. Allí estaba Yago Yao, defensa central del Celta, debutando en un Derbi con veinte años. “Aparte de desequilibrar en el uno contra uno era capaz de filtrar pases que nadie veía. Mejoró mucho a su equipo y metió a Riazor también por su carácter contagioso”, relata el doce veces internacional con Guinea Ecuatorial, que también militó en el Recreativo de Huelva, Sporting de Gijón, Oviedo, Cádiz, Levante, Montañeros, Coruxo y Rápido de Bouzas.

En su segundo contacto con la pelota le tiró un caño a Doriva para, poco más tarde, dejar solo al Turu Flores delante de Pinto con una asistencia de rabona desde el borde del área. La tercera acción destacada del genio de la lámpara fue fatal para los intereses del Celta. Quién mejor que Yago, que por cuestiones de posicionamiento fue el encargado de defender al brasileño en esa jugada, para narrar el suceder de los acontecimientos. “Me acuerdo perfectamente. Fue un pase al espacio de Diego Tristán y yo corrí con Djalminha. Tenía en mente que iba a recortar. Es curioso, porque yo en esa carrera sabía perfectamente lo que iba a hacer. Sabía que era zurdo cerrado y que la pelota caía a su perfil derecho. Corrí con él aminorando la velocidad porque sabía que iba a recortar. Aun así, hizo esa genialidad. Recortó y golpeó rapidísimamente sin darme la opción de tapar el tiro, que encima fue largo y al segundo palo, por encima de Pinto. Esperaba que hiciera eso, no así la ejecución. Fue un grandísimo gol”, rememora.

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El exjugador del Celta, que se está recuperando de una rotura en el tendón de Aquiles que le alejó de los banquillos, compara incluso la acción con los típicos goles de Messi. “Sabías que desde fuera se iba a meter hacia dentro, pero lo ejecuta con tanta velocidad y técnica que lo hace igualmente. Sabes que lo va a hacer y no lo detectas. Lo hizo perfecto alejando el balón de mi pierna y ejecutando fenomenal”. A pesar de la rivalidad y de que solo coincidieron una vez en el campo, a Yago no le cuesta ni un ápice elogiar las virtudes de Djalminha. “Era el más anárquico. No iba al ritmo del equipo y podía estarse en un espacio bastante tiempo sin aparecer, como desconectado. Pero en el momento que recibía la pelota se sabía que algo se cocía. Te hacía cualquier genialidad, porque era tan bueno técnicamente que marcaba la diferencia. Creo que no ha habido un jugador tan anárquico con esa visión de juego y esa complexión física”.

El resto de la competición dio para presenciar el que quizá fue el último gran recital de Djalminha. En plena persecución a un Real Madrid que había alcanzado la velocidad de crucero tras un dubitativo primer tercio de temporada, el Deportivo visitó al Barcelona de Guardiola, de Boer, Kluivert y su compatriota Rivaldo. Juguetón, como casi siempre en las grandes citas, Djalminha apenas tardó cinco minutos en poner por delante a los suyos. El Barça consiguió remontar, pero el brasileño, lejos de esconderse, persistió como un martillo pilón hasta que habilitó a Víctor para que hiciese el empate. En el último minuto el delantero madrileño culminó la faena para darle al Dépor uno de los triunfos más épicos de la institución en ‘Can Barça’.

El Deportivo se había asentado entre los mejores equipos de España e, incluso, cada vez llegaba más lejos en la máxima competición europea: la Champions League. “Djalminha era la referencia en el juego ofensivo de un Dépor que pasaba por una etapa gloriosa y duradera en el tiempo. Seguramente a los deportivistas les pareciera cortas, pero para un club que se hace grande fueron varios años increíbles”, resume Contreras. Parecía que su carrera estaba en la cresta de la ola y que lo mejor estaba por llegar. Sin embargo, de un año para otro, el castillo de naipes se le vino encima.

La etapa final. Irureta y un regreso no apto para nostálgicos

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"Creo que no ha habido un jugador tan anárquico con esa visión de juego"

Djalminha dejó La Coruña en el verano de 2004, con un paréntesis en forma de cesión al Austria Viena durante la temporada 2002-2003. El desencadenante del préstamo fue un encontronazo con Javier Irureta, al que le propinó un cabezazo durante un entrenamiento. Cada vez que ha sido cuestionado por el incidente, el genio brasileño no solo no se ha arrepentido, sino que se ha reafirmado en su actuación. En una entrevista en ‘La Voz de Galicia’, el centrocampista reflejó que su mala relación con el técnico “fue desde el día en el que llegó” y que no había actuado “sin ningún motivo”. “El me ofendió en aquel momento y por eso yo reaccioné como lo hice”, agregó.

Los hechos sucedieron en mitad de una tarea. El segundo entrenador, Paco Melo, le negó un penalti al brasileño y, poco después, señaló otro en contra de su equipo. El enfado de Djalminha, competitivo hasta en los entrenamientos, le hizo impedir que Makaay patease su pena máxima. Ni siquiera la mediación de los compañeros consiguió rebajar una tensión que iba en alza. Irureta intervino para expulsar al jugador del entrenamiento. “Me intentó agredir, darme con la cabeza. Pero se quedó a un milímetro. No me tocó. Hasta para eso era preciso”, recordó hace unos años el técnico en una entrevista en el canal de YouTube ‘Ídolos’.

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Aunque su actuación no tuvo repercusión inmediata en el seno interno del club, sí la tuvo en el medio plazo. La agresión -además de que su rendimiento había sido eclipsado por un Juan Carlos Valerón cada vez más determinante- le supuso tener que hacer las maletas para dejar el Deportivo. Desafortunadamente para sus intereses la cuestión no quedó ahí, ya que las imágenes rápidamente dieron la vuelta al mundo y terminaron llegando hasta Brasil, desde donde Luiz Felipe Scolari, seleccionador de la ‘Canarinha’, no aprobó la agresión y dejó a Djalminha fuera de la lista para el Mundial de Corea y Japón.

Su carrera terminó sin pena ni gloria en el América de México, donde solo disputó cinco partidos tras abandonar España. La motivación se había terminado y Djalma ya no era ese futbolista por el que merecía la pena comprar una entrada. Aun así, su carisma, sus trucos y su magia le permitieron robar los corazones del público coruñés, una ciudad donde dejó muchos amigos y a la que vuelve cada vez que puede. Su última visita fue en el mes de octubre para grabar un episodio de ‘Informe Plus+’ basado en su figura casualmente el día en el que ‘su’ Deportivo se enfrentaba al filial de su eterno rival, el Celta Fortuna.

Riazor abrió sus puertas y se vistió de gala para recibir a uno de los suyos. 25.672 espectadores rindieron homenaje a uno de los grandes responsables del anhelado fútbol de salón que hace ya años que desapareció del estadio herculino. Djalminha, visiblemente emocionado y acompañado de su hijo pequeño, se dirigió hacia el círculo central para dar gracias por todo el cariño de una grada que no dejaba de cantarle. Ondeó su camiseta desenfrenado mientras que, desde el fondo de Marathon, la grada de animación del Deportivo expuso una pancarta cuyo mensaje bien podría ser un reconocimiento del planeta fútbol por toda su trayectoria: ‘Gracias por hacernos soñar en cada jugada’.

Fin

Coordinación:
Manu Sainz.
Producción:
Mariano Tovar.
Diseño:
Darío González.
Desarrollo:
Rodrigo Ludgero.
Redacción:
Daniel Pérez González.