“Éramos conscientes del golpeo de balón que tenía. Había que echarse a temblar”...
Elegancia, carisma y un golpeo prodigioso. Es lo primero que se le viene a la mente a cualquier amante del fútbol cuando se habla de David Beckham. Nacido y criado en Leytonstone (Londres, Reino Unido), el joven David creció en el seno de una familia humilde, muy lejana a todo el glamour que adquirió su figura cuando cumplió su sueño: ser futbolista profesional.
Para ello, huyó del estereotipo de adolescente corriente. En ‘Beckham’, la miniserie de ‘Netflix’ en el que se destapan muchos de los entresijos de su vida privada, se muestra que no tenía demasiados amigos ni salía de fiesta hasta altas horas de la madrugada, él sólo quería jugar al fútbol. Una obsesión que no se detuvo en sus primeros años en las categorías inferiores del Manchester United. "Su repertorio de pases y sus lanzamientos de falta eran brillantes y eso no era casualidad: estaba todo el día practicando". La cita es de Paul Scholes, quien compuso junto a Ryan Giggs, Roy Keane y el propio Beckham un cuarteto en el centro del campo que, aún hoy, recita Old Trafford de memoria.
Su debut en la élite con el United se produjo en 1992 contra el Brighton y, mucho antes de acaparar portadas, ‘Becks’ afrontó su ‘mili’ particular en el Preston North End, un capítulo de su carrera que no muchos recuerdan. Sin apenas minutos en el elenco dirigido por Sir Alex Ferguson, salió cedido durante un mes, en 1995, a este equipo de cuarta división. Desde entonces, la afición de Preston canta orgullosa aquello de “David lo aprendió todo aquí”.
Eran los primeros coletazos de un talento incipiente. No en vano, en sus dos primeros partidos en Preston, estuvo a punto de marcar un gol olímpico y anotó un tanto de falta directa. Las primeras muestras de cara a la galería de su privilegiada pierna derecha, su seña de identidad. Dani Aranzubia, exportero del Athletic Club, Deportivo de la Coruña y Atlético de Madrid, la recuerda así: “Tenía un guante espectacular. Cada vez que había un córner o una falta cercana, éramos conscientes del golpeo de balón que tenía. Había que echarse a temblar.”