La disputa legal que ganó Jean-Marc Bosman en 1995 marcó un antes y un después en el fútbol. Así fue, así cambió el deporte y así son las consecuencias que todavía vemos hoy.

Especial Bosman.
DIARIO AS
Especial

30 años de la ley que cambió el fútbol

Al lado de todas las reivindicaciones por los derechos laborables que ha habido en la historia, esta tiene una importancia mínima. Sin embargo, dentro de la burbuja del fútbol, posiblemente la Ley Bosman haya sido el mayor punto de inflexión que ha vivido este deporte desde su profesionalización.

Bosman peleó por la libre circulación de los futbolistas dentro de la Unión Europea y ganó, facilitando que, en un futuro, el negocio del fútbol se explotase al máximo con sueldos, fichajes y, en definitiva, cifras más altas. Pero curiosamente él se llevó la peor parte y acabó arruinado. En 2015 explicó en una entrevista a la revista Panenka que estaba sin un duro, habiendo dejado de recibir cualquier prestación por desempleo y sintiendo un rechazo absoluto por parte de un sector al que tanto impulsó. Bosman fue el único que no se aprovechó de la Ley Bosman. Esto fue lo que ocurrió y estas son las consecuencias que afectaron en su día, que afectan ahora y que seguirán afectando en el futuro.

El caso: un proceso judicial que cambió el fútbol para siempre

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Jean-Marc Bosman.

Para entender su problema, hay que conocer cómo eran los traspasos antes de 1995 y el derecho de retención que tenían los clubes. Esto significaba que los jugadores no quedaban libres al finalizar su contrato, sino que el club de origen podía reclamar un precio por su traspaso. Bosman, en 1990, quiso marcharse del RFC Lieja al Dunkerque. Sin embargo, los belgas pedían un dinero que los franceses no podían pagar y Bosman se quedó sin equipo.

Entonces, el futbolista comenzó una disputa legal que duró cinco años en el Tribunal de Apelación de Lieja. Su argumento residía en el Artículo 48 de los Tratados de Roma de 1957. Los primeros pasos de la Unión Europea. Allí se creó la Comunidad Económica Europea (CEE) y, a través del citado artículo, se establecía la libre circulación de trabajadores dentro de la Comunidad:

Artículo 48

  • La libre circulación de los trabajadores dentro de la Comunidad quedará asegurada, a más tardar, al final del período transitorio.
  • La libre circulación supondrá la abolición de toda discriminación por razón de la nacionalidad entre los trabajadores de los Estados miembros, con respecto al empleo, la retribución y las demás condiciones de trabajo.
  • Sin perjuicio de las limitaciones justificadas por razones de orden público, seguridad y salud públicas, la libre circulación de los trabajadores implicará el derecho: a) de responder a ofertas efectivas de trabajo; b) de desplazarse libremente para este fin en el territorio de los Estados miembros; c) de residir en uno de los Estados miembros con objeto de ejercer en él un empleo, de conformidad con las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas aplicables al empleo de los trabajadores nacionales; d) de permanecer en el territorio de un Estado miembro después de haber ejercido en él un empleo, en las condiciones previstas en los reglamentos de aplicación establecidos por la Comisión.
  • Las disposiciones del presente artículo no serán aplicables a los empleos en la administración pública.

Con esta base legal, Bosman reclamaba su derecho a no ser discriminado por su profesión y pedía retirar aquel derecho de retención vigente hasta la fecha. En consecuencia, también se solicitaba que los jugadores de los países que firmaron el Tratado CEE no tuviesen la etiqueta de lo que en el fútbol se conoce como ‘extracomunitario’. La sentencia pronunciada en una audiencia pública en Luxemburgo el 15 de diciembre de 1995 decía así:

  • El artículo 48 del Tratado CEE se opone a la aplicación de normas adoptadas por asociaciones deportivas, con arreglo a las cuales un jugador profesional de fútbol nacional de un Estado miembro sólo puede, al término del contrato que le vincula a un club, ser empleado por un club de otro Estado miembro si este último ha abonado al club de origen una compensación por transferencia, formación o promoción.
  • El artículo 48 del Tratado CEE se opone a la aplicación de normas adoptadas por asociaciones deportivas según las cuales, en los partidos de las competiciones por ellas organizadas, los clubes de fútbol sólo pueden alinear un número limitado de jugadores profesionales nacionales de otros Estados miembros.
  • El efecto directo del artículo 48 del Tratado CEE no puede ser invocado en apoyo de reivindicaciones relativas a una compensación por transferencia, formación o promoción que, en la fecha de la presente sentencia, ya haya sido pagada o se adeude aún en cumplimiento de una obligación nacida antes de dicha fecha, salvo para los justiciables que, antes de dicha fecha, hayan iniciado una acción judicial o formulado una reclamación equivalente según el Derecho nacional aplicable.

Su victoria dio ejemplo a otros como Kolpak en 2003 o Simutenkov en 2005. El primero, portero eslovaco de balonmano, luchó por lo mismo que Bosman pero para los países que no estaban en la Unión Europea pero habían firmado el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea (Lituania, Letonia, Estonia, Eslovaquia, República Checa, Polonia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Eslovenia, Malta, Chipre y Turquía). El segundo, exfutbolista del Tenerife, recurrió al Acuerdo de Colaboración y Cooperación de 1997 para permitir que los jugadores de Rusia (y en consecuencia de Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Kazajistán, Kirguizistán, Moldavia, Mongolia, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán) fuesen considerados comunitarios.

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Igor Simutenkov, asistente del Zenit desde 2017.SOPA Images

Un gran logro para el futbolista (y no sólo el de la Unión Europea), que vio sus opciones multiplicadas, para el representante y para el club rico. No tanto para los clubes de las pequeñas federaciones y, en consecuencia, la pluralidad del fútbol.

Los efectos: un nuevo mundo de posibilidades para las plantillas

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Endrick, Rodrygo Goes y Franco Mastantuono, en el banquillo del Real Madrid.JESUS ALVAREZ ORIHUELA

Antes de la Ley Bosman, los equipos tenían que apañarse con lo que podían. Si su cantera (o las de su país) no generaban los suficientes talentos como para competir, no podían acudir al mercado y llenar la cesta de la compra de jugadores extranjeros. Y si lo hacían, de poco les serviría porque sólo podían alinear a tres en partido oficial. En la temporada 1995-96, el Barcelona contaba con Figo, Hagi, Popescu, Prosinecki y Kodro como extranjeros. Por su parte, el Real Madrid tenía a Redondo, Laudrup, Zamorano, Freddy Rincón y Esnáider. En cada partido, tanto Johan Cruyff como Jorge Valdano, entrenadores de Barça y Madrid, se enfrentaban al dilema de elegir a tres de ellos. Cruyff, Valdano y todos los técnicos de la Liga cuyas plantillas tenía más de un trío de extranjeros.

Uno de los casos más llamativos fue el del Milan de la temporada 1992-93. El entrenador Fabio Capello tenía en su plantilla a Van Basten, Gullit, Rijkaard, Savicevic, Boban y Papin, y cada jornada tenía que elegir a que tres estrellas debía descartar.

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Los jugadores del Milan celebran el título de la Champions League de 1994 tras vencer en la final al F.C. Barcelona por 4-0.Getty Images

Ginés Carvajal, uno de los representantes de jugadores más preciados de aquella época, reconoce la importancia y trascendencia de aquella norma: “La Ley Bosman marcó un antes y un después en el mundo del fútbol, transformando las relaciones laborales entre jugadores y clubes y estableciendo un precedente legal para la libertad de movimiento en el ámbito deportivo. Fue un hito para los jugadores y gracias al sacrificio de ese jugador”.

La consecuencia inmediata de la Ley Bosman fue un mercado sin fronteras. La sentencia tuvo un impacto inminente y profundo. Por primera vez, los jugadores comunitarios ganaron autonomía para decidir sobre su carrera, y los clubes se vieron obligados a redefinir su manera de gestionar contratos y fichajes. Las principales consecuencias fueron:

  1. Aumento de la movilidad laboral, ya que los futbolistas pudieron negociar directamente con otros clubes sin restricciones ni intermediaciones abusivas.
  2. Fin de las indemnizaciones post-contrato: los traspasos gratuitos al final del vínculo contractual se convirtieron en práctica habitual.
  3. Inflación salarial: los jugadores comenzaron a percibir mayores salarios y primas de fichaje, ya que el ahorro del traspaso se destinaba a ellos.
  4. Internacionalización de las ligas: los grandes clubes de las ligas más potentes de entonces (Italia, Inglaterra, España…) empezaron a construir plantillas con jugadores de toda Europa. En apenas unos años, el fútbol europeo pasó de ser un mercado nacionalizado a uno abierto, competitivo y globalizado.

Como consecuencia, los jugadores comenzaron a ganar mucho más dinero, se promocionó a menos jugadores de cantera, los agentes (entonces denominados representantes) ganaron protagonismo y sus ganancias por porcentaje de traspasos y sueldos se incrementaron de manera exponencial.

La Ley Bosman entró en vigor el 15 de diciembre de 1995. Para ver su impacto nada mejor que ejemplos. El verano de 1996, el Madrid fichó a Illgner (Alemania), Panucci (Italia), Seedorf (Holanda), Mijatovic (Montenegro), Suker (Croacia) y los brasileños Roberto Carlos y Zé Roberto. Del Barça se marcharon Kodro, Hagi y Prosinecki, pero llegaron los portugueses Vítor Baía y Couto, Blanc (Francia), Pizzi (Argentina), Amunike (Nigeria), los brasileños Ronaldo y Giovanni y el búlgaro Stoichkov, de regreso tras irse al Parma porque no tenía sitio en el Barça meses antes.

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Fernando Sanz, Karembeu, Seedorf, Roberto Carlos y Panucci cleebran la Champions de 1998.Tony Marshall - EMPICS

El Ajax representó la otra cara de la moneda. Campeón de Europa en 1995 y subcampeón en 1996, el club holandés sufrió una desertización al ser arrasado por el emergente mercado libre, y en solo dos años de sus filas se marcharon Reiziger, Bogarde, Davids y Kluivert (Milan), Van der Sar (Juventus), Litmanen, Frank y Ronald de Boer (Barcelona), Musampa (Burdeos), Kanu (Inter), Overmars (Arsenal), Finidi (Betis), Wooter (Zaragoza) y Melchiot (Chelsea).

La transición de la globalización del fútbol europeo trajo consigo un cambio estructural: mayor poder negociador de los jugadores, que empezaron a firmar contratos más cortos o con cláusulas específicas para mantener su libertad futura e influencia creciente de los representantes, que se convirtieron en piezas clave de la industria.

Como consecuencia, la élite del fútbol europeo ha cambiado y se puede comprobar fácilmente fijándonos en los campeones de la Champions League antes y después de Bosman. Hasta 1995 se disputaron 39 ediciones y se vieron a diez nacionalidades distintas levantar el título. Desde entonces, en estas últimas 30 sólo ha habido seis países vencedores y habría que darle una medalla especial al Oporto por conseguir colarse entre las cinco grandes ligas.

Obviamente, no sólo se ha reducido el número de ligas campeonas, sino que también el de equipos. Mientras que antes de Bosman hubo veinte campeones diferentes, después sólo ha habido trece. Cualquier niño alucinaría si le dijésemos que hubo un tiempo en el que el Nottingham Forest (1979 y 1980), el Aston Villa (1982), el Steaua Bucarest (1986) o el Estrella Roja (1991) podían ser los mejores equipos de Europa.

Como cada historia, depende del punto de vista desde el que se mire. Y si nos calzamos las botas del canterano o el futbolista medio (la gran estrella jugaría en cualquier club antes y después de Bosman), vemos que cada vez es más difícil hacerte un hueco en la plantilla de los mejores equipos nacionales porque cada vez llegan más extranjeros. Por otro lado, también podías hacer como ellos y salir a equipos de otros países (algunos con grandes contratos, por otra parte). En definitiva, y con los años se ha ido demostrando, se empezó a pagar mucho por buenos jugadores que no tenían por qué ser mejores ni peores que los ya presentes. La frase “pero como no es brasileño…” es un tópico que se ha escuchado habitualmente para poner en valor al jugador español y que, aunque no deja de ser un tópico, en ocasiones es muy cierto. El futbolista se convirtió más que nunca en mercancía en manos de superagentes, fondos de inversión e intermediarios, todos ellos con comisiones altísimas en un mercado de fichajes con cifras cada vez más ridículas.

Un establishment cada vez más impermeable

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Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, y Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA.Mike Egerton - EMPICS

Una vez creado el establishment del fútbol, este último intentará, como ha ocurrido históricamente en cualquier ámbito de la vida, ser cada vez más grande y hacer a los demás cada vez más pequeños. En definitiva, ampliar las diferencias para asegurar al máximo posible su posición. Cinco años después de la Ley Bosman se creó el G-14, lo que años después se denominaría la ECA y, hoy, la EFC.

Desde estos últimos años de siglo XX, el fútbol europeo no ha hecho más que dar pasos hasta la Superliga europea que con tanta fuerza se está intentando. Incluso en 1998 ya se pudo leer por primera vez eso de una Superliga, propuesta por el grupo Media Partners a la UEFA que no tuvo más recorrido.

La máxima competición continental ha cambiado mucho de formato, pero se solía llamar Liga de Campeones porque reunía a los ganadores de todas las ligas europeas. Desde esa idea se ha llegado a la actual, en la que hasta el cuarto de las grandes ligas y hasta el quinto de dos de ellas tiene una plaza asegurada en la fase liga, mientras que el campeón de ligas como la escocesa, austriaca, checa o suiza sólo tienen plaza en la fase de clasificación. De esta forma, los mejores clubes de Europa se protegen de una mala temporada asegurándose cada año jugar (y cobrar de) la Champions.

La hoja de ruta, planeada desde un principio o no, ha sido perfecta. Los grandes roban el interés de los pequeños comprando a sus mejores jugadores y, así, no tienen que competir contra estos pequeños. ¿A quién le hubiese ganado el Estrella Roja de 1991 si años atrás el PSG, la Juventus y el Chelsea, por citar alguno, hubiese fichado a Mihajlovic, Savicevic y Prosinecki? Hasta dónde habría llegado el Ajax de 2019 en temporadas posteriores si De Jong y De Ligt hubiesen continuado es una incógnita que el sistema establecido en el fútbol europeo se ha encargado de enterrar.

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Matthijs de Ligt y Frenkie de Jong, durante su etapa en el Ajax.Soccrates Images

Evidentemente, cada vez más difícil para las pequeñas federaciones, las cuales han dejado prácticamente de existir en la fase final. Y no es una exageración: en esta última 2024-25, todos los integrantes de octavos de final pertenecían a las cinco grandes ligas. Si lo comparamos con la antigua Copa de Europa encontramos que en las finales hubo equipos de hasta trece ligas distintas (Escocia, Rumanía, Suecia, Bélgica, Grecia o Serbia) mientras que en la actual Champions League sólo ha habido finalistas de siete. Quizá el dato más sangrante es que en estos últimos treinta años sólo cuatro equipos (Borussia Dortmund, Chelsea, City y PSG) han conocido lo que es ser campeón por primera vez en su historia, con el enorme asterisco que tienen los tres últimos por tener las propiedades multimillonarias que los dirigen.

Como consecuencia de lo descrito párrafos atrás sobre los sudamericanos, a quienes se les abrieron las puertas de Europa desde 1995, los clubes argentinos y brasileños principalmente han perdido poder. Lo que ha pasado con la Champions League y la Superliga se extrapola desde Europa al mundo entero con la Copa Intercontinental y la Copa Mundial de Clubes de la FIFA. La Copa Intercontinental también ha perdido peso desde la Ley Bosman. Antes, el marcador estaba 20-14 a favor de los sudamericanos. Desde entonces, y considerando Copa Intercontinental y Mundial de Clubes, Europa arrasa 25-6.

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El Madrid ganó la Copa Intercontinental en 2024.MAHMUD HAMS

A nivel más local, dentro de la Premier League, vimos como hace unos años se propuso el Project Big Picture, el enésimo intento de abuso de poder de los grandes clubes con los más pequeños, dibujando un escenario en el que el Big Six (Manchester United, Manchester City, Arsenal, Liverpool, Chelsea y Tottenham) tengan un poder de decisión casi absoluto respecto a todos los demás clubes en las decisiones que tome la liga inglesa. Parece que la pluralidad en el fútbol cada vez es más complicada y Bosman, con lo que nadie duda que fue su mejor intención, creo sin quererlo el embudo que nos conduce a ver ganar siempre a los mismos.

Jean-Marc, marcado por el alcohol, las agresiones y la prisión

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El largo proceso judicial que acabó cambiando la historia del balompié, que se extendió por cinco años, provocó que Bosman fuera un apellido que los clubes veían con recelo por ir en contra de sus intereses y que el belga tuviera muchos problemas para seguir desarrollando su carrera en la élite. Por si fuera poco, se vio obligado a vender su coche y su casa para cumplir con los gastos de los abogados y acabó sufriendo depresión y una adicción al alcohol.

Casado y padre de dos hijos, sus problemas con la bebida continuaron al tiempo que tuvo que vender su segunda casa, pasando a vivir en el garaje del hogar de sus padres. En 2011, Bosman fue condenado por una agresión a la que era su pareja y a su hija, de 15 años, presuntamente por negarse a darle una bebida. Aunque en principio la pena de un año de cárcel fue conmutado por un año de terapia y abstinencia al alcohol, el exfutbolista recayó en su adicción, lo que reabrió su caso y acabó pasando por prisión un año, allá por 2013.

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Jean-Marc Bosman, junto a Markus Merk, en 2007.Christof Koepsel

En 2015, se dio a conocer su situación de desempleo y su dependencia económica del sindicato internacional de futbolistas, FIFPro. Fue este el que en 2020 le rindió un homenaje virtual al exjugador, cuya sentencia abrió el camino a la libre circulación de futbolistas europeos dentro de la UE. “Era prisionero de mi propio club”, decía Bosman en el vídeo, en el que se congratulaba de haber dado derechos a los jugadores.

En la actualidad, tal y como recoge The Guardian, el exfutbolista se describe a sí mismo como “un hombre sin rostro” y no era capaz de responder directamente a la pregunta de si volvería a pasar por lo mismo: “Era terco”, declaró sobre su pasado. Esa tozudez le llevó a cambiar un fútbol que no le devolvió nada…

Dupont y Hissel, los abogados que cambiaron las reglas del juego

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Jean-Louis Dupont y Martin Hissel, en la redacción de AS.Diario AS

Jean-Louis Dupont (Lieja, Bélgica, 1965) conoció a su socio Martin Hissel (Moresnet, Bélgica, 1965) mientras cursaban Derecho en la Universidad de Liège. Por entonces, jóvenes e idealistas, soñaban con tumbar leyes injustas y encontraron en el Derecho Europeo, aplicado al deporte, su área de especialización. Aquella utopía se hizo realidad, gracias al Caso Bosman. Cuando Jean-Marc Bosman se reunió por primera vez con el recién licenciado abogado ambos tenían la misma edad, 25 años, y no se imaginaban que estaban a punto de cambiar las reglas del juego. De entrada, las autoridades no se lo tomaron demasiado en serio, pero el jurista se centró en un caso que supuso un antes y un después en el modelo deportivo instaurado hasta entonces. “No somos unos soñadores. Hay cosas que son muy normales, como que un jugador sea libre al final de un contrato. Ah, bueno, que eso no era normal antes de 1995”, bromea Dupont, que trabaja codo con codo con Hissel desde 1999.

Su carrera despegó y, a partir de entonces, han pasado por sus manos algunos de los casos más célebres del mundo del deporte, como el Meca-Medina, el Charleroi y la Superliga Europea. A raíz del primero, prevalece el derecho europeo sobre los reglamentos y decisiones de las federaciones deportivas y, gracias al segundo, los clubes obtienen una compensación por ceder a sus jugadores a sus respectivas selecciones nacionales. No son los únicos cambios que Dupont y Hissel han conseguido. Otro de ellos fue el principio de rotación de los continentes para albergar un Mundial. “Representábamos a Sudáfrica, que había decidido demandar a la FIFA debido al carácter legalmente muy dudoso de la adjudicación de la Copa del Mundo de 2006 a Alemania. Enviamos un borrador de citación a Sepp Blatter. Menos de 24 horas después, anunciaba la rotación de la Copa del Mundo entre los continentes y precisaba que el primer continente sería África... ¡Bravo, maestro!”, recuerdan.

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Jacob Zuma, presidente de Sudáfrica, junto a Joseph Blatter, presidente de la FIFA, en 2010.Clive Mason

Actualmente, continúan en la cresta con el Caso Diarra, que ha supuesto una revolución del mercado laboral. El TJUE reconoce el derecho de un jugador a romper su contrato de forma unilateral sin causa justa. Además, tendrá que recibir el certificado internacional de traspaso de forma inmediata. El futbolista afrontará una multa económica, pero no recibirá una sanción deportiva, siempre y cuando no rompa su contrato durante la temporada.

Esa sentencia trajo una reacción en cadena. Cada vez son más los sindicatos que se están uniendo a la demanda colectiva iniciada por Justice for Players contra la FIFA. Los últimos en hacerlo han sido los de Eslovenia (SPINS), Croacia (HUNS), Bosnia y Herzegovina (SPFBIH), Macedonia del Norte (SFM) y Serbia (SPFN), que siguen los pasos del francés (UNFP), el neerlandés (VVCS), el belga (United Athletes) y el austríaco (VdF). El objetivo, según la web de Justice for Players, es “obtener una compensación económica justa para todos los jugadores, independientemente de su nacionalidad, que hayan estado bajo contrato, en algún momento de su carrera, con un club de un Estado miembro de la UE o del Reino Unido, entre 2002 y la actualidad”.

Dicha indemnización se debe, según la sentencia Diarra del TJUE del 4 de octubre de 2024, a la deflación salarial causada por unas normas de la FIFA, que el TJUE considera “ilegales”. Se ha estimado que esta deflación se situaría en un 8% de todos los salarios percibidos por cada jugador a lo largo de su carrera. Además, la demanda persigue que se instaure un marco de diálogo entre FIFA y los sindicatos de jugadores para tomar decisiones conjuntas respecto a las condiciones de trabajo. “A la luz de las recientes sentencias del TJUE, es evidente que la única forma de aportar estabilidad a la gobernanza del fútbol en Europa es celebrar convenios colectivos entre los sindicatos de jugadores, representados por FIFPRO Europe, y las asociaciones de clubes y ligas, con el apoyo de la UEFA si es necesario. Si la FIFA quiere participar, mejor que mejor. Si no entiende que las reglas han cambiado, se hará sin ella”, afirman.

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Lassana Diarra, exfutblista.BERTRAND GUAY

Dupont y Hissel también se encuentran inmersos en la defensa de la atleta paralímpica Elena Congost, descalificada en los Juegos de París por soltar, apenas unos segundos, la cuerda que la unía a su guía Mia Carol para que no se desvaneciera a escasos metros de la meta. Se quedó sin la medalla de bronce. Algo que indignó los abogados, que manifestaron, en un comunicado: “Esta estupidez reglamentaria merece sin duda la medalla de oro a la injusticia”.

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Elena Congost, ayudando a su guía Mia.Javier Etxezarreta

Hasta el presidente del Comité Paralímpico Internacional, Andrew Parsons, que rechazó otorgar una medalla ex aequo a Elena, reconoció: “World Para Athletics tiene sus reglas y las revisa periódicamente. Hay que aprender de lo que pasó porque no queremos que se repita”. Mientras que Alberto Durán, presidente del Comité Paralímpico Español, concluyó: “Las reglas no son permanentes. La aplicación de la norma ha sido injusta y ojalá se revise y se mejore”. Sentido común. Equidad. Obligación de asistencia. Hay muchos argumentos para seguir adelante. “Y, dado que lamentablemente el sentido común no parece ser suficiente, cabe recordar que Elena y su guía, según la legislación de la UE, son prestadores de servicios cuya actividad internacional no puede obstaculizarse de manera absurda”, esgrime Dupont.

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También están detrás del proyecto de la Superliga Europea, que desafía lo que consideran un monopolio ejercido por la UEFA, dado que los clubes controlan la competición a nivel nacional, pero no a nivel europeo. Un tema que no está ni mucho menos cerrado. “Ha sido una aventura intelectual y humana magnífica poder llevar a cabo esta lucha junto a Clifford Chance Madrid. No tengo ninguna duda de que la sentencia sobre la Superliga Europea, poco a poco, tendrá consecuencias positivas esenciales para la economía y la gobernanza del fútbol europeo”, concluye Dupont, el azote de los grandes y poderosos y uno de los directores de Helegs (www.helegs.com), un máster que comenzará el próximo 12 de marzo de 2026. Para que su legado como el Quijote del Derecho Deportivo se perpetúe.

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