El Cádiz, ese peculiar equipo que lleva la etiqueta de ‘simpático’ allá por donde va. Su gente, los gaditanos, los cadistas, se han encargado de expandir por el mundo su idiosincracia. Y es que en la Tacita de Plata se unen dos fuertes pasiones que comparten muchas más cosas de las que pueden parecer: el Cádiz (que no el fútbol en general) y el Carnaval. En esta ciudad no es lo mismo hablar de fútbol que de su equipo, ese que todo gaditano nada más nacer sabe que acompañará hasta el fin de sus días por mucho sufrimiento que le genere. El amarillo y el azul pasarán a marcar sus vidas.
Y es que el cadista bien sabe que va a tener pocas alegrías, pero no le importa, va a la guerra con su equipo y esquiva los golpes aunque derrame lágrimas por el camino y las seque con esa bufanda que le acompaña cada fin de semana a su templo o el bar de abajo de su casa donde se desahoga con otros tantos locos. Y es que en Cádiz se aprendió hace miles de años atrás que aquí hay que pelear a diario para sortear los problemas del día a día y que lo importante no es el pasado, sino el futuro, ese que los cadistas saben pintar a las mil maravillas para seguir soñando y encontrar esperanzas en el peor de los escenarios. La superación, el amor y el sentimiento de pertenencia tienen su máxima representación en el Cádiz y los cadistas.