Una Cibeles atípica
Sin jugadores, rodeada de tráfico y la diosa, por momentos, azulgrana, pero la afición no falló y abarrotó la celebración del título. Unas 10.000 personas.
Sin jugadores, con tráfico y hasta anécdota azulgrana. Así fue esta Cibeles, atípica. Pero a veces las mejores fiestas son así, extrañas, imprevisibles. Esta, la de la 36ª Liga, será recordada para siempre como una única. Unas 10.000 personas dieron color a una celebración que tendrá su convocatoria oficial el domingo que viene: ahí sí habrá autobús, escenario... y trofeo. Como manda el protocolo. La de este sábado, extraoficial, será recordada como una verdaderamente poco ortodoxa. Pero fue. La Cibeles, queda comprobado, es algo innegociable: vayan o no hasta los mismísimos jugadores.
En la radiografía de la fiesta salen muchos síntomas de algo poco común. Para empezar, porque esta nació con pies de barro: las dos horas de tensa espera, hasta que terminó el envite en Montilivi, dejaron en el aire incluso su propia existencia. Cuando el Barça se puso 1-2, de hecho, el sentir fue de aplazamiento. No será, no podrá ser. Brazos caídos y miel en los labios. Pero no resultó más que la calma antes de la tempestad.
Porque en cuanto remontó el Girona, todo cambió. Centenares de personas empezar a bajar por la Calle Alcalá y, de Recoletos, decenas coches de policía preparados para contener las masas. Así, poco superadas las 20:00h, silbatazo en Girona y pregón en Madrid, a exactamente 600 kilómetros, ni uno más. Campeones. Para entonces, más de 2.000 personas ya estaban en Cibeles, responsables de iniciar una fiesta poco ortodoxa.
Entre tráfico y cláxones
Primero y más importante, porque Ancelotti cumplió su palabra y el equipo no se desplazó. De hecho, ni un solo jugador se dejó ver con su vehículo particular, algo que la Policía temió por momentos: “Como pase, la gente puede salir corriendo y tendríamos un problema”. “Casa, tranquilidad y Bayern”, como dijo Carletto. Y segundo, porque el tráfico no se llegó a cortar, lo que dio rienda suelta a una alfombra roja de vehículos que contribuían con cláxones. Sin parar. Rozando lo estruendoso.
Así, sin jugadores y rodeados por el tráfico, los miles de aficionados que abarrotaron las aceras se las tuvieron que ingeniar para festejar. Pero lo hicieron. Nada detuvo el jolgorio, tampoco la anécdota de la noche: durante una media hora, la Cibeles estuvo iluminada por unos colores que, si no eran azulgranas, se le parecían mucho. Muchísimo. Tanto, que ante lo viral de la imagen el propio Ayuntamiento tuvo que intervenir y ponerlas de color blanco. Inmaculado.
“¡Xavi, quédate!”
Fue una Cibeles rodeada de episodios tan poco ortodoxos, que la harán inolvidable. Los aficionados entonaron desde el “¡Campeones!” hasta el “¡Cómo no te voy a querer!”, dejando entre medias recados al eterno rival. El más sonado fue el “¡Xavi, quédate!”, cantado hasta más de una decena de veces. La fiesta se extendió hasta altas horas de la noche, aunque para las 23:00h la presencia de aficionados ya se había reducido. Empezó a menguar una celebración que será recordada como aquella sin jugadores, con tráfico y una Cibeles, por momentos, azulgrana. Y que tendrá un bis: el próximo domingo, la oficial. Con jugadores. Y con el título.