Samu Chukwueze, el triunfo del chico de las botas quemadas
Sus padres le obligaron a dejar el fútbol para enfocarse en estudiar. La intervención de un amigo suyo fue fundamental para que su madre cambiara de opinión e inició un despegue meteórico que le llevó al Villarreal.
Cuando Van der Sar detuvo a Anelka el séptimo penalti de la final de la Champions de 2008 y logró el título para el United de un joven Cristiano, en un remoto lugar de nombre Umuahia, un niño nigeriano se fue a la cama llorando en la noche previa a su noveno cumpleaños. Samuel Chimerenka Chukwueze (23), apasionado del fútbol casi desde la cuna, se había aficionado al Chelsea siguiendo las andanzas de su compatriota Obi Mikel como antes había hecho con su primer ídolo, Okocha.
El pequeño Samu nunca lo tuvo fácil. Su madre, enfermera, siempre vio como algo inútil su entusiasmo por el balón. Su padre, sacerdote, estaba en la misma línea. La consigna era que el pez no saliera de su acuario para evitar distracciones en los estudios. Las broncas y los castigos eran moneda de uso común cuando volvía tarde de entrenar. Las amenazas llegaron al punto de no dejarle entrar en casa si se retrasaba más de la cuenta, pero Samu vivía obsesionado.
El hartazgo de su madre iba in crescendo de forma peligrosa, hasta que cierto día alcanzó su cénit. El enfado alcanzó tal límite que le quemó las botas y la equipación. Se acabaron los entrenamientos. Fue una decisión tan dolorosa como meditada. Aquel incidente resultó tan devastador para el ánimo romántico del pequeño regateador que optó por arrojar la toalla. Se enfocó en los estudios hasta que, meses después, un amigo le habló de unas pruebas que estaban realizando para formar un equipo que iba a competir en Portugal. Samu, resignado, ni se lo planteó, pero su amigo tenía alma de quijote y a las seis de la mañana del día siguiente se plantó frente a la puerta de su casa para hablar con la estricta señora que odiaba el fútbol. Su poder de convicción desarmó y cautivó a la mujer. Ella misma despertó a su hijo para darle la mayor alegría. Aquel instante cambió su vida. Fichó por la Diamond Football Academy a finales de 2012, viajó a la Ibercup de Portugal, ganaron el torneo y fue máximo goleador.
Su meta de convertirse en futbolista profesional se reactivó, convirtió a Robben en su referencia y su carrera despegó. Fue convocado por la selección Sub-17 y con ella ganó el Mundial de la categoría en Chile con Victor Oshimen, estrella del Nápoles, como compañero y figura deslumbrante al marcar diez tantos en un torneo en el que también participaron jóvenes entonces poco conocidos como Alexander Arnold, Militao o Pulisic. Clubs como Arsenal, PSG, Salzburgo y Oporto llamaron a su puerta, pero el instinto le llevó a Villarreal. Tras un periodo de adaptación no exento de obstáculos, se presentó en sociedad a lo grande con una exhibición antológica en San Mamés frente al Athletic B en una eliminatoria de ascenso a Segunda con el filial amarillo. Su pase costó 500.000 euros y ya ha multiplicado al menos por 40 aquella inversión.
Actualmente, Samu, íntimo amigo de Pau Torres, al que considera casi su hermano, es uno de los jugadores más desequilibrantes de LaLiga. Esta noche, la afición del Bernabéu sufrirá las acometidas del chico de las botas quemadas que superó un campo de minas para alcanzar su meta.