Rüdiger se resetea
El alemán afronta una temporada en la que deberá luchar por minutos tras dos cursos siendo el jefe de la defensa. La situación recuerda a la del año de su llegada.


Rüdiger, capítulo 4 y vuelta a los orígenes. El curso 25-26, su cuarta temporada en el Real Madrid, empieza para el alemán en el Tartiere. Xabi Alonso no pudo contar con el berlinés en el estreno liguero porque aún debía cumplir el último de los seis partidos de suspensión con los que fue sancionado por su comportamiento en la final de Copa ante el Barça. Y Rüdiger (32 años), que además termina contrato al final de temporada, afronta desde ahora una campaña que para él será muy distinta a las anteriores: de ser una pieza fundamental e indispensable en los últimos dos años para Ancelotti a tener que luchar, como hizo a su llegada, por abrirse un hueco en una zaga que van a comandar Militao y Huijsen.
En los dos últimos años Rüdiger ha sido el jefe indiscutible de la retaguardia. Ningún zaguero jugó tanto como él la pasada campaña (4.532’). Y hace dos, en la 2023-24, fue el segundo jugador con más minutos de toda la plantilla (4.076’), solo por detrás del incombustible Valverde. Las lesiones que se cebaron con Militao y Alaba, la pareja de centrales titular de la 14, le obligaron a dar un paso adelante. Y lo hizo sin arredrarse. Rüdiger tomó el bastón de mando de la defensa. Y Nacho, Tchouameni y Asencio, además del propio Alaba en los primeros pasos, han caminado de su mano.

El calvario de lesiones y la jefatura de Rüdiger empezaron hace dos años, en San Mamés, donde Militao hizo crack. Ese infortunio para el brasileño fue un impulso para Rüdiger, que la campaña anterior, la de su llegada al Madrid, se había tenido que repartir los minutos con Alaba. La desgracia de Militao fue el ascenso del alemán. Meses después llegó la lesión de Alaba y le tocó asumir galones. Nacho y él fueron la pareja titular en todo el camino a la 15, también en la final de Wembley.
En el arranque de la pasada campaña recuperó a Militao como pareja de baile. Pero el dúo se deshizo pronto. En noviembre el brasileño volvía a romperse. Y se le unía un nuevo discípulo: Asencio. El alemán y el canterano, con el concurso de Tchouameni en la emergencia, se quedaron solos durante más de siete meses. Un desafío superado ampliamente con nota para el canterano y un esfuerzo titánico para Rüdiger, que jugó meses arrastrando molestias en la rodilla izquierda, producto de una rotura parcial en el menisco de la que se operó después de la final de Copa. Para estar a tope también en el Mundial de Clubes. Donde Huijsen dio sus primeros pasos con el Madrid y donde Militao reapareció, avanzando lo que estaba por venir.

Una garra y una entrega con las que El Loco se ganó a la afición desde el principio. Para él, aquello de sangre, sudor y lágrimas ha sido casi literal. Icónico fue su gol al Shakhtar en uno de sus primeros partidos con el Madrid. Se partió la ceja para rematar y empatar in extremis el encuentro. Un gol salvador, como el que clasificó al Madrid para la última final de Copa. Porque tampoco se ha escondido en los momentos críticos. En las dos últimas tandas de penaltis, el quinto lanzamiento ha estado en sus botas. Y en dos escenarios de los que intimidan: el Etihad y el Metropolitano.
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Pero Rüdiger es de los que no se arrugan. Y ahora tiene un nuevo desafío: seguir siendo importante aunque sea disfrutando de menos minutos.
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