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ATLÉTICO

Pozuelo: 64 años de sentimiento atlético

La quinta peña dedicada al equipo rojiblanco más antigua de Madrid celebró su aniversario con cambio de directiva.

Miembros a peña atlética Pozuelo en su sede en la localidad madrileña en el día de su 64 cumpleaños.

Paco se mueve con soltura del que siempre ha sido lotero con el paquete de papeletas con un sorteo de una camiseta firmada por el Cholo a beneficio de la ‘Sonrisa de María’, acción solidaria promovida por el torero Gonzalo Caballero para ayudar a María, la pequeña aficionada del Atlético que sufre un sarcoma de ewing. Allá por la mesa que pasa no sólo arranca un par de boletos, también tiernas miradas de admiración. Porque Paco es el espíritu de esta peña que hoy celebra su 64 aniversario y se celebra en el restaurante Norte Sur de Pozuelo, Madrid. Casi, casi cuando esos cuatro hombres, Benito Zarzalejo, Pedro Córdoba, Julián ‘el profesor’ y Manuel Gómez del Solar, primer presidente, la fundaron en 1960.

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Jesús Ortega es el noveno, el hombre que en enero tomó el testigo de una mujer, Raquel Díez, la octava presidenta, apelativo que se escucha fuerte en ese momento de la comida. Cuando el primero sostiene un enorme ramo de flores para entregárselo como parte del homenaje que esta directiva hace a todas las anteriores. Porque sin sus raíces, su gestión a lo largo del tiempo, esta peña no sería la quinta más antigua de Madrid (tras las de Chamberí, Cuatro Caminos, Mediodía y Prosperidad). “¡Presidenta, presidenta!”, como nuevo modo de dar las gracias. El “¡Presidente, presidente!” también fue el grito que cerró el discurso de Jesús, mientras se llevaba el pecho para hablar de eso que los 170 socios de la peña (aunque a las mesas solo estuvieran 82) e invitados (la peña L’Alicantí, 17 de mayo, Sons of Atleti, La Habana, Boadilla del Monte, Indios de Caledonia, Rojiblancas, Villanueva del Pardillo e Internacional, además de Eva Escudero, hija de la leyenda Adrián Escudero, y el periodista Rubén Uria) comparten: el sentimiento atlético, la pasión por ese escudo que rodea en diferentes banderas colgadas de las paredes del restaurante y réplicas de los trofeos de la Copa y de la Liga, con el calor de un abrazo, siempre, aunque el mediodía venga con frío y granizo.

Y el recuerdo de Bilbao.

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La celebración llega justo antes del elixir que supone el Betis, esa victoria que cura un poco la herida de Copa, que hace olvidar para seguir sin salirse del objetivo e ir mirando al Inter levantando la frente. Pero eso aún no ha pasado. Hoy es aún sábado y Jesús habla con el micrófono en una mano y la otra en el pecho de eso que puede leerse en letras mayúsculas bajo el nombre de ‘Peña Atlética Pozuelo’ en la bandera que está tras de él: “Sin dejar de creer”. “En los nuestros, nuestros jugadores, nuestro equipo”. Porque “levantarse” es el verbo que define a un atlético, en ese restaurante del Norte Sur de Pozuelo 82 bien saben, probaron, y no lo cambiarían por nada, aunque la última Copa amargue. Jesús señala a una de las personas que está sentada en su mesa (todas con nombres de leyendas, Luis, Torres...) como mejor ejemplo. Es un hombre que no habla ni una letra de español, se llama Marc y ha venido desde el pueblo más al norte de Escocia, tres aviones, para no faltar a esta comida y al partido ante el Betis. Componente de la peña rojiblanca Indios de Caledonia se enamoró del Atleti un día que estaba en Mallorca y coincidió que allí jugaban los rojiblancos. Hasta ahora. Hasta esto. Se oye un aplauso. Todos coinciden, como en la ternura y la admiración de las miradas a Paco.

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Más allá de los resultados sobre la hierba, el lamento de Jesús es otro y tiene que con autobuses y horarios. “Nosotros siempre fletábamos dos desde aquí para acudir al Metropolitano pero esta temporada es solo uno”. El darle siempre al Atleti la hora de las nueve afecta. “Tenemos muchos socios mayores y ese horario es imposible para ellos”. Muchos se quedan ese nuevo local que la asociación estrenó hace unos meses y quiere llenar de momentos rojiblancos, con actos, lecturas y presentaciones, no solo partidos. Está en la calle Santa Lucía y allí termina el mediodía, entre ese cántico que les sigue celebrando, “¡Presidente! ¡Presidente!”, conjugado con el que siempre define: “Atleeeti, Atleeeti”. Sesenta y cuatro años ya cantándolo alto. “Y los que quedan”, promete Jesús. Pues eso.

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