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Pezzolano, uno de los nuestros

Hacía mucho tiempo que no teníamos la sensación en Valladolid de ganar y poder sentarnos tranquilamente a ver qué hacen el resto de los equipos implicados en el descenso. Pero así nos podemos tomar el fin de semana porque el Real Valladolid se llevó una victoria muy meritoria que clasificatoriamente es un lujo y mentalmente una carga de moral importantísima, muy necesarias después de los palos del Bernabéu y ante el Mallorca. Las primeras enseñanzas de Paulo Pezzolano surtieron efecto y los blanquivioletas, no sin sufrimiento, obviamente, se llevaron tres puntos que le colocan con 32 en la clasificación.

La victoria del Real Valladolid tiene muchos padres, como pasa siempre, pero los primeros de ellos tienen acento árabe. El gol de Amallah fue mágico, el de El Yamiq fue maradoniano. El centrocampista soltó un partidazo descomunal, con un despliegue físico inédito, y saber estar en el centro del campo, mostrando la importancia de su peso, que le convierten en pieza clave de aquí a final de temporada. Es el exfutbolista del Standard de Lieja un futbolista diferencial que sólo debe controlarse en la contundencia de su trabajo porque se jugó la expulsión en el minuto 52 cuando con una tarjeta hizo una falta a Lo Celso, que también debió ver la roja, y pudo irse al vestuario. Lo del central es una locura. Hizo un partido muy correcto, intercalando grandes acciones, con algunos errores, pero siempre se recordará su encuentro por el golazo que hizo, saliendo a la contra, habilitándose a la pierna derecha y batiendo a Reina. El Yamiq, el Maradona con acento árabe.

El otro gran padre de esta victoria, con el permiso de una enorme Masip que volvió a ser clave, es Paulo Pezzolano. El técnico uruguayo demostró una enorme inteligencia. No renuncia nunca a buscar la portería contraria, pero sabiendo cómo defender su ventaja, teniendo en cuenta el rival que tenía enfrente, sustentando a sus futbolistas, exigiéndoles un esfuerzo continuo. Ser valiente no es lo mismo que ser temerario. Con líneas juntas, con apoyos tanto en ataque como en defensa y con una subida de la agresividad y de la contundencia a la hora de trabajar como un bloque para evitar los goles contrarios. Ha llegado el juego de posición, que no de posesión. Y, de momento, un punto ante el Mallorca que debieron ser tres de no ser por el penalti VAR de Larin y tres ante el Villarreal. De lujo. Su protesta porque el Villarreal no tiró el balón fuera y su forma de vivir cada jugada llevan al entrenador al altar de la afición. Promete la trayectoria del uruguayo. Ya es uno de los nuestros.

No se puede cerrar la opinión sobre el partido sin dar un toque de cariño a una plantilla que ha sufrido mucho en las últimas semanas, a quien se le ha pegado, muchas veces con razón, pero que demostró en La Cerámica una fuerza y una ambición para sacar el partido, que debe ser lo que ayude al Real Valladolid a sacar los puntos para alcanzar los 40 puntos de la salvación. A por ello. A pensar en el Girona.