Adiós con dardos de Paulo Iago: “Duele irme por lo que me voy”
“Cuando llegue el momento, hablaré claro”, asevera en una carta cariñosa, pero con pullas. El trato de Arbeloa, detonante. Jugará en el Sporting CP.
Paulo Iago ya no es jugador del Real Madrid. El chico de Rivas que llegó en prebenjamines, escaló hasta juveniles y enamoró a todos los estamentos con un salto a lo más alto, dice adiós. Sin vítores y dejando dardos. “Fue duro tener que tomar esta decisión y me duele mucho irme por lo que me voy... Los motivos son los que son, me los guardo para mí. Hablaré claro cuando llegue el momento”, ha escrito en su vídeo de despedida. Uno emocionante, repleto de fotos y recuerdos; pero también áspero, con varias pullas y sin nombres. Lo que se anunció en julio, ya es un hecho: jugará en el Sporting de Portugal.
Carta de despedida
“Quiero dar las gracias al Real Madrid por darme la oportunidad de jugar en su cantera, en la que pasé diez felices años de mi vida. Llegué siendo un niño de seis años, con la ilusión de llegar muy lejos en este club y me voy con 17 y cierta decepción por no ver cumplido ese sueño. Por mucho que me duela decirlo, es la verdad.
Gracias a todos mis excompañeros en todos los equipos, desde Prebenjamín a Juvenil. Gracias también a entrenadores, delegados, utilleros, servicios médicos y profesores, que me ayudaron y cuidaron. Juntos compartimos momentos muy bonitos que llevaré siempre en mi corazón. A todo el personal de La Fábrica por su amabilidad y profesionalidad en todo lo que necesité.
Deportivamente me voy con especial agradecimiento a quienes me dieron su apoyo, confianza y tiempo en ayudarme a mejorar. Fue duro tener que tomar esta decisión y me duele mucho irme por lo que me voy... Los motivos son los que son, me los guardo para mí. Hablaré claro cuando llegue el momento. A partir de ahí, es una decisión mía, tomada de acuerdo con mi familia. Muchas gracias, Valdebebas. Os deseo de corazón lo mejor. Muchas gracias, Real Madrid”.
¿Qué ha pasado?
La ruptura de su relación con Arbeloa ha sido el detonante. Porque el chico encontró en él su principal valedor hace dos temporadas. Pero lo que era Edén, casi de la noche a la mañana se volvió infierno. A comienzos de la pasada menguó en los planes de Arbeloa. Y entre ese ostracismo, llegó un segundo revés: a finales de 2023, en vísperas del Mundial Sub-17, en el que apuntaba a líder de La Rojita, sufrió una notable lesión de tobillo. Viajó, pero apenas tuvo minutos. Al volver a Madrid ya, prácticamente, ni contaba para Arbeloa. Desapareció de sus planes.
Una situación anómala que se volvió especialmente dolorosa por la falta de explicaciones: el entorno del jugador siempre ha transmitido incomprensión ante que Arbeloa no tuviera una charla con él. Explicarle qué ha sucedido para que deje de entrar en los planes del Juvenil A. Ayudarle, aconsejarle. Hablar. Paulo Iago entendió que, al dejar de contar para Arbeloa, tendría una muralla para seguir progresando en La Fábrica y, por tanto, lo más apropiado para su carrera sería salir. Aunque le doliese. Porque no es lo que quería. Se puso en manos de Jorge Mendes... y comenzó la operación.
Mendes y las altas esferas
Para que se hagan una idea de la magnitud del jugador, el propio Mendes ha estado tratando toda esta operación, en persona, con las altas esferas del Real Madrid. Sin pasar por los responsables de cantera, como se suele suceder con los jugadores de las inferiores. Paulo Iago era una pieza especial. Pero si no iba ni a subir al Juvenil A, ni al Castilla, debía salir. Y lo ha hecho.
Rumbo a Portugal
Jugará en el Sporting de Portugal. Tenía ofertas de Italia y Alemania, pero ha visto mejor esta opción. Porque la prioridad era Inglaterra, pero no podía (desde el Brexit y al ser menor de edad, la normativa de fichajes de extranjeros lo prohíbe) y no quería continuar en España. Ya es oficial. Ese mediapunta zurdo que, durante una década, ilusionase con tocar el cielo de La Fábrica, abrir esa puerta que separa los 7 kilómetros entre Valdebebas y el Bernabéu, dice adiós. Y lo peor no es el qué, sino el cómo. Se va repartiendo cariño, pero también disparando dardos. Decepcionado. Y prometiendo que, algún día, “hablará claro”.