Paco Jémez: “Siempre lo digo: si quieres divertirte, vente a Vallecas”
Su Rayo fue el último en ganar al Real Madrid (18-19), algo que no sólo logró como técnico, también lo hizo en sus tiempos de defensa. Vistió la Franja en dos etapas (92-93 y 03-04) y la dirigió en otras dos (12-16 y 18-20), dejando un octavo puesto como mejor clasificación histórica.
Pasan los años, pero Paco Jémez (Las Palmas, 18 de abril de 1970) mantiene su esencia, la de su Rayo, esa que resume a la perfección su frase: “Por la puerta grande o la enfermería”. Porque él no es de medias tintas, sino de mojarse y no deja a nadie indiferente. Actualmente está sin banquillo, pero no para. Está ejerciendo de ponente, comentarista... Sigue pendiente del fútbol y a tope con el golf, su otra pasión. Es una caja de sorpresas. Este lunes no se perderá el derbi porque tiene en el recuerdo aquellos aplausos de Ancelotti a su equipo y la Franja en su corazón...
—¿Cómo se gana al Real Madrid?
—Para eso se tienen que dar dos circunstancias: que tú estés muy bien y ellos, muy mal. Y aun así, hay muchas posibilidades de que te ganen... No hay una receta mágica.
—¿Cómo recuerda esa victoria (1-0) del 28 de abril de 2019?
—Fue una satisfacción tremenda. Tanto enfrentarme a ellos sin ganar… parecía que me iba a morir sin hacerlo nunca (risas). Eran tres puntos con los que, en principio, no contaba y nos metieron otra vez en la pelea por la salvación.
—Aquel Madrid lo dirigía Zidane, ¿llegaron a hablar sobre sus palabras de entrenar sin carnet?
—No hablamos de eso. Siempre que nos hemos visto nos hemos saludado con respeto. Sin más. Todo lo que pasa con alguien relacionado con el Madrid adquiere una dimensión brutal. Expuse mi opinión, lo que me parecía normal, que todos los técnicos debían acabar su titulación y, una vez certificada, ya podían entrenar. Era cuestión de que todos nos atuviéramos a la norma. En aquel momento eché de menos más unión entre los entrenadores. Me di cuenta de que cada uno va a lo suyo. Se trataba de velar por nuestro colectivo y hacer valer nuestros derechos y obligaciones.
—¿Pedía igualdad?
—Nadie decía que hicieran más o menos. Sólo que mientras no tengas tu carnet, en teoría, no puedes entrenar. Si en vez de Zidane hubiera sido uno de Segunda B no se hubiera liado. Sigo pensando que, igual que en otras profesiones, para poder ejercer debes tener la titulación correspondiente.
—¿Recuerda los aplausos de Ancelotti a su Rayo?
—Perfectamente. A los entrenadores no se nos olvidan esas cosas, porque son el reconocimiento a tu trabajo y al esfuerzo de tu equipo, pese a no haber ganado. Hay pocos que lo hagan y dice mucho de Ancelotti. Es un señor en todos los aspectos.
—¿Qué le parece su Madrid?
—Es el técnico ideal para el Madrid, reúne todos los requisitos. Los resultados no sólo han llegado porque posee una gran plantilla, sino porque sabe gestionar en cada momento lo que tiene. Son de esos matrimonios que podrían estar toda la vida juntos. Tal para cual.
“Reúne los requisitos para ser el técnico ideal para el Madrid”
—¿Tiene motivos para quejarse del penalti contra el Girona?
—Es difícil analizar la labor de los árbitros porque incluso ellos están muy perdidos. Aunque la intención de remover constantemente el reglamento sea buena, les complican la vida. ¿Las manos? Se meten en unos charcos… No hay nada más antinatural que saltar con los brazos detrás del culo. La de Asensio no me parece mano y no pitaría penalti, pero cualquier cosa que hubiera señalado hubiera sido aceptable. De eso es de lo que hay que huir. Y el Comité de Competición debería modernizarse y sancionar lo que sea una falta de respeto o deje entrever cosas que pongan en riesgo la honorabilidad del árbitro, no castigar por dar simplemente tu opinión. Eso es inadmisible.
—¿Qué madridista le iría bien al Rayo y qué rayista encajaría en el Madrid?
—Cualquier jugador del Madrid le iría bien a cualquier equipo, son muchos de los mejores futbolistas del mundo. Si le preguntas a Iraola, te diría, mándame al que quieras (risas). Y Trejo no desentonaría en el Madrid.
—¿Qué le parece este Rayo?
—Está haciendo las cosas muy bien y año a año va a mejor. Es un equipo combativo, claramente reconocible y lo que ha hecho hasta ahora es de sobresaliente.
—¿Qué similitudes y diferencias ve entre su Rayo y el de Iraola?
—Son diferentes ideas, futbolistas, épocas de juego, presupuestos... Es como cuando dicen, ¿quién es mejor Maradona o Messi? No puedes compararlos porque no jugaron en las mismas condiciones. Me siento orgulloso de lo que conseguimos, aún hay récords vigentes. Ojalá algún Rayo pueda batirlos. Éste es un equipo alegre, de mucha intensidad, como el mío. Te lo demanda la gente. La grada es aguerrida y quiere que los suyos sean así. Esa premisa la debe tener cualquier Rayo.
—Su Rayo lo definía esa frase de puerta grande o enfermería.
—El fútbol se ha ido entristeciendo en general. Los partidos son cada vez más cerrados, menos vistosos, con menos locura… El fútbol se va encorsetando en pro de conseguir resultados a coste cero en cuanto a riesgo. Ahí el espectáculo se ve dañado. Como técnico aprendo cosas, pero para divertirme… ¡Hostia! ¡Tengo que ajustar mucho el tiro! Hay que valorar si la gente pagaría otra entrada para ver lo mismo.
—¿Qué equipo asegura espectáculo?
—El Rayo lo hace. Este derbi será un partido divertido en la grada y el césped.
“Trejo no desentonaría en el Madrid, ahí están muchos de los mejores”
—¿Qué rayista le llama la atención?
—La progresión de Isi es destacable. Es uno de los que más ha mejorado y más poso ha cogido en la categoría. El otro día me preguntaron: ‘Oye, Paco, si tuvieras que llevar a un jugador que no está en ninguna lista a la Selección quién sería?’ ¡A Isi Palazón! Es la sorpresa.
—Usted también ganó al Madrid como jugador.
—Sí, con Rayo y Zaragoza. Yo tengo un pasado (risas). Marqué a la Quinta del Buitre, a Futre… Dificultad siempre hay, pero antes se permitía bastante más a los defensas. Hoy lo tienen muy difícil. El reglamento favorece a los delanteros y, por ende, sin querer, perjudica a los defensas. Marcar se ha vuelto un arte porque casi cualquier cosa es penalti o roja.
—Zamorano no olvida sus marcajes...
—(Risas) Era un jugador de los que me gustaba marcar, fuerte, que iba bien por arriba… Antes éramos muy pegajosos. Tras el partido me lo encontré en la Joy Eslava. Le vi de espaldas, le di un abrazo, se giró y me dijo: ‘Joder, macho, hasta aquí. ¿Aquí tampoco me vas a dejar tranquilo?’ (risas). “Vengo en son de paz”, le respondí. Es un gran tipo.
—¿Quién es el mejor futbolista que ha visto?
—Ronaldo Nazario. Al elegir a los grandes, pocos se acuerdan de él, pero a mí es de los que más me ha impresionado. Cuando vino de Italia, con las dos rodillas prácticamente destrozadas, en el Madrid era un cañón. Con esas lesiones, otro se retira. Él tenía una potencia, una definición… Lo metería entre los cinco mejores de la historia.
—¿Y los otros cuatro?
—Tuve la ocasión de marcar a Maradona cuando jugó en el Sevilla y lo metería. También a Pelé, Cristiano y Messi.
—¿Cómo fue lo de Maradona?
—¡Un honor! Tengo fotos con él y las guardo como oro en paño. Fue excepcional en todos los aspectos. Sale un jugador así cada 500 años, si sale… Aquella fue una de las cosas más bonitas que me han pasado en el fútbol.
“Su Rayo se parece al mío en que es alegre y tiene intensidad”
—¿Qué culpa tuvieron los Ruiz-Mateos en su retirada?
—Hablar ahora que José María ya no está… Aun así tengo buen recuerdo suyo. De los hijos prefiero no decir nada. El equipo ese año bajó a Segunda B, me quise ir antes, no me dejaron… pero el padre no estaba tan metido, sino los hijos y gente de fuera.
—¿Con Presa ha hablado?
—No. No hemos coincidido, pero cuando lo hagamos le saludaré. Vivimos un momento en el que pasaron cosas que no deberían haber sucedido. A veces surgen problemas tan graves, que el entrenador se ve obligado a tomar parte y lo hice por quien creía que tenía razón. Eso ocasionó roces con Raúl. Llegamos a la determinación de seguir trabajando juntos, pero nuestra relación se resintió. No somos niños, el tiempo pasa y hay que saber perdonar. Raúl es difícil, me he peleado mucho con él, pero buen tío.
—¿Qué ha sido el Rayo para usted?
—Todo. Como jugador aprendí unos valores que mantengo, los de un barrio… He estado también como entrenador y el Rayo ha sido el regalo más grande que me ha dado el fútbol. Es difícil explicarlo con palabras... Es un sitio diferente, donde se valoran otras cosas y por eso engancha. Te gana para toda la vida.
—Esos valores los plasmó en evitar el desahucio de Carmen, llevar a los jugadores a comedores sociales…
—Vengo de una familia muy humilde y mi padre me decía: “Si algún día tienes la posibilidad de ayudar a alguien, debes hacerlo”. La vida me ha tratado bien y es mi obligación.
—¿Hay que poner más el foco en eso que encarna el Rayo?
—Esos valores no hay que perderlos. Si somos humildes, bendito tesoro. El Rayo bebe de su barrio, que es trabajador, nunca hinca la rodilla… Eso es de obligado cumplimiento y hay que enarbolarlos y enorgullecerse siempre de ellos.
—¿Qué recuerdo guarda de la afición del Rayo?
—Cuando vienen del extranjero, quieren ir a ver al Madrid, pero siempre les digo lo mismo: ¿Queréis divertiros? Id a Vallecas, que os lo vais a pasar de puta madre. Me dan la razón. Vallecas y su gente son diferentes. Conecté con ellos porque me siento como ellos. Me inculcaron esos valores desde niño y verlos, veinte años más tarde, donde trabajaba me llenaba. Los vallecanos son transparentes, se los ve venir. A mí me gustan las personas así, no las que son sibilinas.
“Si esto es una carrera por intentar caer bien, voy a llegar el último”
—¿Es decisivo Vallecas?
—Su fuerza no está en intimidar al contrario, sino en potenciar a los suyos. Saben que estarán ahí en lo bueno, lo malo y lo peor. Su gran baza pasa por estar con los suyos a un límite que en otros sitios no se logra.
—¿En qué está metido?
—¡Hasta en los charcos! (risas). Aparte de esperar un proyecto para entrenar, preparo ponencias, colaboro con Movistar, Radio Marca, Telemadrid… Sigo vinculado al fútbol porque entiendo que el momento de volver a entrenar está cerca. Han aparecido cosas, por ahora de aquí, y espero que aparezcan más…
—Hubo un momento en que sonó como seleccionador y se habló de su carácter. ¿Cree que le ha ayudado o penalizado?
—No lo sé. Con el tiempo no cambia, pero sí se controla. En determinadas situaciones me pudo meter en un lío y en otras, sacarme. Si llega el momento en que se firma a jugadores o entrenadores, no por lo que son capaces de hacer, sino por cómo caen… vamos a tener que cerrar el chiringuito. Sería muy triste y mediocre. Si esto es una carrera por intentar caer bien… voy a llegar el último.
—Además, ha habido seleccionadores con carácter…
—¡Tenemos ahora a Luis Enrique! A muchos no les cae bien y no pasa nada. Si mañana pones a un seleccionador con poco carácter, también habrá gente a la que no caiga bien. Caerle bien a todos es imposible e innecesario. A mí me dan igual los likes y los seguidores. Soy de otra época. Si mi profesión algún día se desprestigia tanto, pues será el momento de plegar la maleta y hacer otra cosa.
—¿Le gusta Luis Enrique y su España? ¿Puede hacer algo en el Mundial?
—A mí me gusta hasta para casarme con él, fíjate (risas). Esta Selección nos va a dar una sorpresa y nos valdrá para seguir construyendo de cara al futuro.
—Otro seleccionador, Camacho, fue clave en su carrera…
—¡El más importante! Aprendí muchísimo de él. Me hizo debutar en Primera, siempre me quiso llevar donde estuvo, me convocó con la Selección… Lo considero de mi familia. Los dos tenemos un carácter muy parecido.
“A mí Luis Enrique me gusta hasta para casarme con él”
—Vivió la Euro 2000, que tuvo un final amargo.
—A mí los penaltis me persiguen… para mal. El de Djukic, por el que perdí la Liga con el Depor en el último minuto. Ese de Raúl… Al entrar en el vestuario estaba en la ducha llorando como un niño. Le abracé y le intenté tranquilizar, pero era difícil encontrar las palabras que le reconfortaran. Eso seguramente le valió para ser lo que fue. La gente huye de los errores, pero son la mejor manera de aprender y, a veces, la única.
—¿Hasta qué punto le ha marcado la figura de su padre Lucas de Écija?
—Él se dedicó al cante flamenco y así sacó a su familia adelante. Me enseñó muchas cosas sin haber ido nunca a un colegio, más que todos los profesores que he tenido. He visto en casa cosas que me han hecho aprender lo que hay y no hay que hacer. Mi padre ha hecho sacrificios hasta límites insospechados. Buena parte de lo que soy, guste o no, se lo debo a mi padre. Ahora que no está, escucho sus canciones porque es una manera de tenerlo cerca.
—¿Y cómo lleva el golf?
—Ya me tienen que llamar Don Francisco (risas). Estoy en 0,4. Me podría sacar la tarjeta de profesional, pero no tengo nivel para eso. Es el hándicap más bajo que he tenido. Me siento orgulloso y se lo cuento a todo el mundo. ‘Oye, qué mal tiempo hace’, ‘Sí, sí, pero soy hándicap 0,4…’ (risas).
—¡Ya con España se iba con Guardiola a jugar!
—De vez en cuando cogíamos un cochecito y nos escapamos a echar unos hoyos, medio escondidos. Bueno, mirábamos para atrás y teníamos a la Guardia Civil, que se encargaba de la seguridad de la Selección. Al final, Camacho se enteraba.
—Hablando de Pep, ¿cree que el tiqui-taca ya no se lleva?
—Nunca me ha gustado la expresión, no hace justicia a lo que define. Hemos sido campeones del mundo y de Europa jugando de una manera. Será válida, ¿no? Ahí está el City. Es un sistema que no se ha acabado ni se acabará, ni es mejor ni peor que otros. Cada uno elegirá el que quiera. La posesión sin progresión no vale para nada, estoy de acuerdo. El éxito está en el término medio.
—¿Algún consejo?
—Sí, a los jóvenes... Hay que andar el camino, de principio a fin. Sin atajos, con esfuerzo. Los peores jugadores son a los que ni se les aplaude ni se les pita. Quienes, por no equivocarse, ni lo intentan...