No se trata de que el Pucela trabaje mucho, sino de hacerlo bien
El resultado de El Sadar es engañoso. Si usted no ha visto el partido puede pensar que el duelo fue más igualado de lo que fue. Porque el 1-0 le permitió al Real Valladolid soñar con un empate, hasta el final, que, realmente, estuvo lejos. El equipo blanquivioleta no estuvo en el partido durante muchos minutos, no llegaba al área rival y apenas era capaz de dar tres pases seguidos. Ha llegado el momento en el que los jugadores, la plantilla, que es débil, se cree peor de lo que es. De esta manera vemos como los pucelanos vuelven a ser incapaces de despejar con contundencia y provocan la jugada que decide el duelo. La media de disparos que reciben los pucelanos por partido es de 15,5 y ante los rojillos recibió 15. Demasiados disparos, demasiada permisividad para intentar luchar por la salvación. Karl Hein tiene que vivir cada partido como en un casting para ser superhéroe, y salva mucho, pero no todo. Ya ha recibido 24 goles en 12 partidos... Imposible soñar con la salvación con esos números.
Tampoco vale la excusa de que el penalti es muy justito, que lo fue. Porque si Budimir no hubiese anotado desde los 11 metros lo habría hecho de otra manera. Los rojillos, en ventaja, rebajaron un poco el ritmo y esperaron a que los de Pezzolano se estiraran para atacar los espacios con jugadores rápidos a la espalda de la defensa. Pero no hay nada. El Real Valladolid de Pezzolano es la nada. No hay ideas claras para salir desde atrás ya sea jugando o con balones largos. Y si las hay es evidente que no sale pese a lo mucho que se trabaja. Sólo cabe el recurso de agarrarse a que Moro haga la magia, pero no siempre sale, entre otras cosas porque está muy solo y los rivales ya le conocen.
Y dirán desde el Real Valladolid que el equipo pudo empatar, que la última oportunidad de Kike pudo ser gol, pero sería quedarse con el árbol en vez de ver el bosque. Porque lo cierto es que los pucelanos, salvo unos minutos en la segunda parte, fueron inferiores como reconoció el propio Pezzolano. Un técnico, respetable, que pese a poner a dos delanteros decidió que sus extremos siguieran jugando a pie cambiado, los que dificultaba los centros. Dice el uruguayo, y también los jugadores, que el equipo está trabajando mucho, pero no se trata de echar muchas horas, sino de hacerlo bien y es evidente que no se está haciendo bien con los resultados en la mano. Puedes tener la plantilla más floja, pero es responsabilidad del técnico hacer un equipo mejor con esos ingredientes.
Todavía recuerdo cuando Ronaldo, en el ayuntamiento, echó en cara a los periodistas y a los aficionados la caña que se le había dado a Pezzolano la temporada pasada después de que el uruguayo ascendiera. Y es verdad que ascendió y es verdad que las cosas se le pusieron muy de cara al final de la temporada, pero no siempre suena la flauta. Pezzolano ha perdido ocho de los 12 encuentros que ha dirigido esta temporada y nada hace pensar que esa tónica vaya a mejorar. La cuestión es, ¿le importa a Ronaldo que el Real Valladolid descienda por tercera vez? ¿ese va a ser su legado o va a hacer algo por evitarlo?
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