Nadie al volante en el Espanyol
El centenario club vive una inercia sofocante, con un presidente ausente, una gestión errática a todos los niveles y la preocupación no por el descenso sino por la subsistencia.
Cuando parece que ya ha tocado fondo, el Espanyol siempre reserva un as en la manga con el que seguir abochornando a su gente y erosionando el prestigio de una institución histórica, referente del fútbol español y con 123 años de singladura. La noche del domingo, que pasará a la memoria colectiva de los pericos como una de las más tristes que recuerdan, se ejemplificó perfectamente la peligrosísima inercia que está tomando la entidad. No ya con un descenso que acecha, sino con lo que vendrá después.
En la cima de la pirámide se sitúa, aunque nadie lo ve, Chen Yansheng. El presidente del Espanyol está ausente, con una visita a Barcelona en los últimos 39 meses, lo que contraviene todos los intereses depositados en un club que se resiste a vender, por mucho que estuvo a punto de hacerlo en marzo de 2022, que ha negociado todo cuanto ha querido mientras negaba sus intenciones, y que al tiempo que se ha ido enrocando en pedir alrededor de 240 millones de euros, su producto se ha ido devaluando. Y ahora lo hace sin frenos.
Bajo Chen se encuentra el CEO, Mao Ye, el delfín del presidente y propietario, su única persona de confianza dentro el Espanyol y, obviamente, alguien que difícilmente le llevará la contraria, por muy errática que sea la gestión. Como lo ha sido, con la salvedad de la clasificación para Europa en 2019, desde que el magnate chino aterrizó en 2016.
Entre los incontables errores de Chen, quien va por cuatro directores generales distintos, cinco directores deportivos y que supera la decena de entrenadores en sólo siete años, un capítulo especial lo merece Domingo Catoira, el sucesor de Francisco Joaquín Pérez Rufete en el área deportiva, sin experiencia previa en el cargo, y el encargado de confeccionar una plantilla que, aun contando con el décimo límite salarial de LaLiga, se ha demostrado de principio a fin como un auténtico despropósito.
La descompensación flagrante de ese vestuario lo sufrió en primera instancia un Diego Martínez que no supo adaptarse a la situación, tan diferente a la que le habían presentado para que firmara como entrenador, y en el último mes y medio un Luis García que se atrevió con una oportunidad cargada de espinas pero que no ha podido dar hasta ahora con la tecla, en una contrarreloj que le lleva a sumar cuatro puntos sobre 21 posibles.
Tampoco han respondido los jugadores en instantes cumbre, como obviamente el derbi ante el Barcelona de este pasado domingo y antes los partidos ante Villarreal o Sevilla, en que llegaron a tener en sus manos tres puntos que eran oro molido.
Los vaivenes deportivos y la inacción de Chen se traducen, lógicamente, en términos económicos. Bien lo tiene que saber el director financiero, Joan Fitó, pues salvo giro muy inesperado se cerrará el 30 de junio la tercera temporada consecutiva con pérdidas, y nada residuales, sin visos de que vaya a revertirse la situación con grandes ventas. Por falta de activos y por incapacidad, pues hasta Raúl de Tomás se acabó malvendiendo y fuera de plazo.
Pero el barco a la deriva continúa en un fútbol base que ha ido perdiendo en resultados, en prestigio y en perlas a las que ir recurriendo, con unos rectores, encabezados por Luis Vicente Mateo, que entraron desconociendo directamente la realidad del mundo de las canteras, y se han ido con más pena que gloria. Y no sin polémica por el perfil de su reemplazo, el recientemente designado Mikel Azparren.
Otra joya de la corona que se ha convertido en un auténtico desastre es el Femenino, que ha pasado de ser uno de los históricos del fútbol español a quedarse estancado en Segunda División, donde militará por tercer año consecutivo tras materializar la peor temporada de todos los tiempos. No ha funcionado la fórmula Dolors Ribalta-Carol Miranda, en su día jugadoras de la época dorada.
Por si todo esto fuera sostenible para un aficionado medio, el manejo de las campañas de abonados, comandadas por el subdirector general, Toni Alegre, no ha contribuido en absoluto a frenar el continuo descenso de socios, un desolador 40 por ciento desde que se inauguró el RCDE Stadium, en 2009. Por no haber, no habrá ni Aplec de Penyes cuando estaba programado, para el próximo 11 de junio en Tarragona: tristemente histórico.
Y la guinda, por ahora, la ha puesto el dispositivo de seguridad del derbi del domingo, que no logró evitar la invasión de campo de decenas de individuos, en unas imágenes que han dado la vuelta al mundo y cuyo estigma será muy difícil de desterrar.
Con todo, alberga el Espanyol opciones (más matemáticas que reales) de alcanzar aún la permanencia y evitar el segundo descenso en tres años. Pero, ya sea en Primera o en Segunda, donde el presupuesto se reduciría drásticamente en un escenario que nada tendría que ver con el de 2020, el panorama que se plantea sigue siendo desesperanzador.
Si Chen no se aviene a vender, toda esta retahíla de disfuncionalidades continuarán desgastando el rendimiento y las capacidades de la entidad. Si lo hace, ¿quién y por cuánto estará dispuesto a comprar a este Espanyol? En juego no está un año en Segunda, sino el futuro de un club que ha perdido el norte.