Ediciones
Resultados
Síguenos en
Hola
ATLÉTICO

Morata o cómo pasar por el cielo y el infierno en un solo verano

El delantero habla con franqueza de su salida del Atleti, esa que sucedió tras alzar el título de campeón de Europa con España mientras su vida se tambaleaba en lo emocional. “Cuando no estás bien, quizá tomas decisiones equivocadas”, dijo en El Larguero.

Morata, con la copa de campeones de la Eurocopa que España ganó el pasado verano. Cielo e infierno.
Ricardo Rubio
Patricia Cazón
Patricia Cazón Trapote nació en Zotes del Páramo, León, en 1980. Licenciada en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca y Master de El País trabajó en El Diario de León y El País Semanal antes de llegar a AS en 2004. Cronista del Atlético desde 2016, es autora de cuatro libros y tertuliana en El Golazo de Gol y Estudio Estadio.
Actualizado a

El verano pasado fue, en realidad, el más duro en la vida de Álvaro Morata. Y eso que el futbolista cumplió un sueño, quizá el más grande que tenía cuando era un niño y comenzaba a darle patadas a un balón en el Campus de la Fundación Atlético de Madrid con Koke y De Gea, entre otros: ganar una Eurocopa para su país. Esa de 2024, en Alemania. Y como capitán, además. Pero mientras eso sucedía, mientras alzaba el trofeo al cielo del Olympiastadion de Berlín bajo una lluvia de confeti, por dentro algo le partía, le estaba reconcomiendo. En las espinilleras llevaba el escudo del Atleti y ese era el título que iba a levantar como rojiblanco, aunque no fuese con el Atleti, porque la decisión estaba tomada: iba a regresar a Milán, a Italia, el país de su mujer, Alice, aunque en ese momento su vida en casa se estuviera resquebrajando. La decisión en realidad serían dos: marcharse del Atleti, el club de su vida y de su corazón aunque el fútbol le hubiese llevado por muchos otros, incluido el gran rival, el Real Madrid, y separarse de su esposa. Seis meses después habla con cierto arrepentimiento para El Larguero desde la concentración con la Selección en este parón de marzo. Por esa decisión a la que ya no puede darle marcha atrás. El irse del Atlético.

“Creo que en verano debí pensar mejor las cosas. Si irme o no”, comenzó diciendo. “Cuando no estás bien, tomas decisiones equivocadas”, añadió. Un no estar bien envuelto en muchas cosas: la situación familiar, los aullidos de las redes que, a veces, incluso, debía soportar en la vida real. “Pero salió esa oportunidad (la de fichar por el Milan) y el míster (Paulo Fonseca) me llamaba cada día. Necesitaba sentirme querido y valorado. Mirando para atrás, no supe ver que el Cholo también me valoraba y me quería”, continuó. “Si pudiese dar marcha atrás, seguramente no tomaría la decisión. No supe ver la realidad. En el Atleti había cada vez más gente que me quería y había conseguido entenderme”, explicó. Unas palabras en las que puede tocarse lo mal que el futbolista lo pasó en sus últimos meses como rojiblanco, a pesar de que ganar un título con el Atleti era lo que más deseaba como jugador de club. Y así lo reconoció el mismo, en un post en sus redes sociales durante la misma Eurocopa. Aunque en ese momento su cabeza ya estuviera deshojando la margarita.

Morata o cómo pasar por el cielo y el infierno en un solo verano
Morata y Simeone en el Atleti, temporada 23-24. Jesús Díges

Porque si Morata fallaba, un millón de memes llenaban las redes con su foto. Porque si Morata caía en fuera de juego, eran un trillón. Morata siempre en el foco, Morata siempre de meme. Ese Morata que es quizá el futbolista con el corazón más grande que haya pisado un vestuario de fútbol. Quién lo probó lo sabe, quién lo probó lo cuenta. Compañeros, trabajadores de clubes y de la FEF, cada persona cerca. Morata, siempre el primero para ayudar. Con los chavales de la cantera, en los actos solidarios, en los actos a secas, en lo que hubiese que hacer. Morata, siempre para todos, como en el campo. Simeone, y el resto de sus compañeros en cada equipo en el que ha jugado (Getafe, Madrid, Juve, Chelsea, Milan...), siempre destacan de él el inmenso trabajo que realizaba en la hierba, fajándose con los centrales rivales, abriendo espacios para los demás. Su marcha fue tremendamente sentida por sus compañeros. Morata es de esos futbolistas que cohesionan, que suman, sobre los que construir siempre. Quizá el triunfo de la Selección en la Eurocopa también se debiera a ello. A Morata. Luis de la Fuente tenía un capitán que no podía ser un mejor ejemplo de humanidad y sensibilidad.

Una sensibilidad que a él en su interior le pasaba factura, le minaba, le mordía, a veces de manera insoportable. “Cuando tú tienes momentos duros de verdad, depresión, ataques de pánico... Da igual el trabajo que hagas, la situación que tengas en la vida... Tienes una persona dentro que tienes que luchar contra ella todos los días y todas las noches”, reconocía en octubre en una entrevista con Alberto Herrera en la Cope. Algo que le empujó, también, a hacer la maleta y alejarse de lo que vivía, partido a partido, jornada a jornada. “Para mí era lo mejor irme de España porque llegó un momento en el que no lo podía soportar. En España me cuesta mucho ser feliz. Al final siempre sale algo por algún lado. El otro día por hacer un gesto a los periodistas, simplemente de silbar, un gesto que pensé que se iba a quedar entre nosotros, pues algún periodista lo subió y...”. Otra vez las redes, llenas de ruido y de odio. Uno de los momentos más crítico fue cuando el 16 de abril de 2024, en la vuelta de los cuartos de final ante el Borussia Dortmund, nada más comenzar el partido (la ida había terminado 2-1 en el Metropolitano) erró un mano a mano claro. Un fallo del que él mismo ya no regresaría. Cambiado al descanso le siguieron días muy difíciles y negros, con fantasmas aullando en su propia cabeza que se le manifestaron en agudos dolores en el nervio trigémino, que afecta la musculatura de la masticación y sensibilidad sensitiva.

Esos dolores, esos fantasmas o los insultos que habían traspasado las redes y recibía algunas mañanas, en algo tan sagrado como es un padre con sus hijos a la puerta de un colegio, mientras lo llevaba o recogía. “No sé qué me pasaba. Es muy delicado y en ese momento te das cuenta de que lo que más te gusta en el mundo es lo que más odias. Me daba vergüenza estar con mis hijos. Siempre que salía con ellos tenía algún episodio. La gente les preguntaba sobre fútbol o algo que había pasado en los partidos anteriores”, comentó al respecto, en la Cope. “Lo pasé muy, muy, muy mal, exploté y había un momento en que no me podía abrochar las botas, cuando me las abrochaba me iba corriendo a casa, se me cerraba la garganta, empezaba a ver borroso y es difícil...”, añadía entonces. El final era inevitable. Aunque Koke quería que se quedara, aunque Simeone también, aunque Miguel Ángel Gil lo mismo. Aunque todo el mundo le dijera eso: “Morata, quédate”. El final debía ser ese. Cortar la cinta con España y, por ende, el Atlético. Irse para volver a empezar en Italia. Un país en el que sentía que se le respetaba tras su paso por la Juve. Incluidos los árbitros.

“Simeone me ayudó mucho como persona cuando lo pasé mal”

“Mi padre y mi agente me decían que me equivocaba”, ha desvelado estos días de aquellos, en su entrevista en El Larguero. Unos pasados que, a pesar de tan duros, también le acercaron al Cholo. “Cuando lo pasé mal el año pasado, descubrí una parte sensible de él, me ayudó mucho como persona”. En Milán las cosas no salieron. La destitución de Fonseca, su gran valedor y el técnico que ponderaba todo su trabajo por y para el grupo, ese que no se revela en las simples y frías cuentas solo de goles (seis en 24 partidos), provocó que en enero iniciara una nueva aventura, cedido en principio hasta 2026, en el fútbol turco donde, reconoce en la SER, se siente “querido” y es “muy feliz”. Lo está en un Galatasaray líder en el que ya lleva tres goles en seis partidos y en el que ha aterrizado con su familia, con Alice y los niños, todos juntos de nuevo. Y donde, al poco de llegar, en una entrevista con Marca, reconocía que podía sumar otro color a sus camisetas de fútbol o a sus sueños con el balón, pero que su equipo siempre sería solo uno: el Atlético. “Empecé jugando en el Atlético y mi padre y mi abuelo me llevaban al Calderón y eso por muchos contratos que tengas, eso no se cambia”, reconocía, cancelando ya de una vez todos esos memes escupidos por las redes cuando cambiaba de equipo y hablaba del orgullo que sentía al vestir esos nuevos colores. Con la ilusión del que comienza algo, con la certeza de que ninguno podría posarse de verdad en aquel que le latía por debajo de cada camiseta: el rojiblanco.

Morata o cómo pasar por el cielo y el infierno en un solo verano
Morata, en su llegada al Galatasaray, en enero de 2025. Anadolu

Cuando Morata se fue del Atlético este verano (y acudió al día siguiente de la celebración de la Eurocopa, afónico, a la concentración del Atlético en Los Ángeles de San Rafael, donde el equipo ya preparaba su pretemporada, para decirlo de propia voz y en persona, y despedirse de todos y cada uno de sus compañeros y trabajadores del club, gesto que le honra y es la foto de su tremenda humanidad) el club rojiblanco, que contaba con su continuidad, tuvo que acudir al mercado para buscarle un sustituto que fue Sorloth. Un fichaje que, seis meses después, ha resultado muy acertado. Un delantero, el noruego, que, aunque no tenga la titularidad, está haciendo goles, muchos e importantes (15 y dos asistencias en 39 partidos).

Noticias relacionadas

Morata, mientras, sigue siendo el líder de la Selección de Luis de la Fuente, un entrenador que de valores sabe y de quiénes mejor los representan más. Esa Selección que en un año se enfrentará al reto de sumarle a la Eurocopa otra estrella al pecho en el Mundial de Estados Unidos. Ese al que Morata llegará con 33 años para tratar de alzar también el trofeo, con su escudo del Atleti en sus espinilleras y, quizá, otro último sueño de fútbol iniciado: pasar los últimos años de su carrera a 33 kilómetros del Metropolitano, en ese Getafe que, cuando era juvenil y salió de la cantera del Atleti, le acogió para que siguiera jugando a fútbol. Y llegara a tocar el cielo de Berlín en el verano en el que vivía un infierno.

¡Tus opiniones importan! Comenta en los artículos y suscríbete gratis a nuestra newsletter y a las alertas informativas en la App o el canal de WhatsApp. ¿Buscas licenciar contenido? Haz clic aquí

Etiquetado en:

Comentarios
Normas

Rellene su nombre y apellidos para comentar

Tu opinión se publicará con nombres y apellidos

Te recomendamos en LaLiga EA Sports

Productos recomendados