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LAS PALMAS

Media hora de impulso y una mandíbula de cristal

De nuevo, los amarillos se derrumban al primer golpe tras una buena media hora.

Media hora de impulso y una mandíbula de cristal
Carlos Díaz-RecioDiarioAS

Volvían a vivir los amarillos una derrota con un componente y un desarrollo de sensaciones similares a las del pasado fin de semana ante el Celta de Vigo. En esta ocasión, al igual que en Balaídos, los amarillos entraron al partido mucho mejor que su rival. Dominaban el tempo, imponían su criterio y el juego se disputaba mucho más cerca del tercio defensivo del Girona que en el de los insulares.

Tal fue así que incluso antes del minuto diez los gran canarios tuvieron la posibilidad de adelantarse en el marcador, Moleiro quebraba a David López en el área y el central tocaba al tinerfeño quien cayó al suelo. Penalti, previa consulta al VAR. Ahí cambió la suerte de los amarillos, Sandro golpeaba la pelota y el balón no llegó a la red sino a la cara de Gazzaniga, su rebote no lo conectó el nueve y se disipó la ocasión.

Los amarillos siguieron con el mando del partido pero los catalanes poquito a poco fueron años arrebatándoselo. En estas, Kirian agarraba a Eric García en el área en un córner y ya el viento terminó de girar en contra de Las Palmas. Artem Dovbyk lanzaba la pena máxima y encontraba, al igual que Sandro, a Valles, Sin embargo David López, en situación dudosa tras el golpeo, se adelantó a toda la saga amarilla y puso el cero uno.

La diferencia estuvo en la reacción —y buen el tino— al rechace. Y esto puede servir de metáfora de la vida en Las Palmas. Los amarillos ido perdiendo en esta racha de seis derrotas su rapidez de levantarse tras besar la lona. A partir del penalti el guión del encuentro fue muy similar al del Celta. Ese momentum creado por los amarillos durante esa primera media hora se vino abajo con el primero de los golpes.

Y, aunque en defensa sí que hubo una mejora clara frente al encuentro en Balaídos, a nivel ofensivo el gol en contra prácticamente volatilizó el ataque insular. Si a eso se le añade el segundo tanto gerundense, la amenaza de una jugada solitaria que empatara el encuentro se perdía entre las manos. Una jugada que bien pudo llegar de nuevo en los pies de Moleiro con un tiro al larguero y en los d Munir cuando se encontró una pelota en el corazón del área y la tiró fuera.

Si algo deja esta racha de seis derrotas consecutivas, es como es normal la sensación de suma fragilidad al contrario de lo que venía siendo Las Palmas en los dos últimos años desde la victoria en casa del Valladolid, tras aquella derrota ante el Girona la que vino después de una primera media hora formidable.

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