“M4ría, la campeona eres tú”
Álvaro Morata se vuelca con una niña hincha del Atlético que sufre Sarcoma de Ewing, un tipo de cáncer poco frecuente que afecta a huesos y sus tejidos circundantes.
Mira que he vivido partidos del Atleti, pero jamás salí de ninguno más emocionado que del Atleti-Alavés”, susurra Gonzalo Caballero, con un afecto que días después aún sigue en sus cuerdas vocales. Un Gonzalo Caballero que, al recordar y contar, aún se entrecorta. Y no fue el resultado. Que el Atleti ganara. La decimoquinta victoria seguida en casa, decimocuarta seguida en LaLiga. “Jamás he salido tan feliz”, repite el torero, sin embargo, con la piel aún encendida, como la garganta. Todo por esa chica que llevaba de su mano cuando el juego terminó y se introdujo en las profundidades del Metropolitano. Camino de vestuarios. Buscando a Morata.
Ella se llama M4ría, de Salamanca, tiene once años y conoció a Gonzalo hace unos meses, en un partido en Getafe. “Le vimos en la grada del Coliseum y se acercó a pedirle una foto”, revela su madre, María también. Las malditas bolsas marrones las habían vuelto a llevar a Madrid. El tratamiento. Ese Sarcoma de Ewing, un tipo de cáncer poco frecuente que afecta a huesos y sus tejidos circundantes contra el que su hija batalla desde hace cuatro años, desde los siete. “Era septiembre de 2019 cuando se lo diagnosticaron”. Cuando a esa familia se le abrió un boquete a los pies del negro más oscuro que hay entre esas palabras de médicos: “No tiene cura”. Para María, su niña. Para María, hermana de Lucía. Para María, esa niña a la que la vida obligaba a dejar de ser niña entre semanas de ciclos de quimioterapia en el hospital de La Paz. “Tengo algo malo”, recuerda la madre que les dijo la niña aquel día, con voz de mayor. Al siguiente sumó a su nombre el 4 que llevaba a la espalda en los partidos con el Calvarrasa de Abajo con el que jugaba en Salamanca como defensa y se puso a luchar.
“Cuando recibes un diagnóstico así tienes dos caminos: no salir de casa o tratar de disfrutar cada segundo de la vida con ella”. La familia Caamaño eligió lo segundo. Aunque cuenten en cuatro las recaídas. Ellos siempre llevan un gol de ventaja. Ese prendido a esos escudos que, cuando comenzaron a contar su historia en las redes, “para concienciar, pedir investigación”, por los niños que son como ella y juegan este largo partido de fútbol en tanto hospital, comenzaron a recibir por correo postal. Camisetas de fútbol. “La primera fue la de Rodri”, Rodrigo Hernández. La primera de 210 que han ido llegando a casa. La última, la 211, M4ría la recibió en mano y después ya le advirtió a María, la madre: “Esta no se lava”. Esa que Álvaro Morata llevaba puesta y le dio tras el Atlético-Alavés, nada más verla con Gonzalo Caballero. Para firmársela y regalársela. “Tú eres la luchadora de verdad. Nosotros solo le damos patadas a un balón”, le dijo mientras.
Porque hay semanas, como las últimas, que a M4ría se le hacen difíciles. Que cuesta luchar. Días que se presentan como ochomiles prendidos de esas bolsas marrones, el volver a empezar, el abandonar Salamanca, su habitación y sus cosas rumbo a Madrid, a una de esas casas que la Fundación Ronald McDonald tiene en la capital para acoger a familias de fuera durante tratamientos y ciclos de cáncer u otras enfermedades.
“La gente que no conoce de manera personal a Álvaro no sabe lo generoso que es”, musita Gonzalo Caballero. Lo que se vuelca con todo y con todos, de manera altruista, solo porque sabe que suma y él es un goleador en el fútbol, pero sobre todo en la vida. Desde enero le ha puesto nombre: su apellido en una Fundación. “Empezamos hace once meses con una sola ambición: la de ayudar a niños con problemas oncológicos”, explica Javier Martínez, director general. Con actos, campus, torneos, colaboraciones con otras asociaciones como Cris contra el cáncer o El sueño de Vicky. Con iniciativas como el comprar un apartamento como ese en el que M4ría y su familia viven cuando les toca venir a Madrid para los días de plomo con la bolsa marrón.
“Ella de chiquitina era del Barça pero hace años que se hizo del Atleti y todo es el Atleti para ella”, cuenta su madre. Los colores rojiblancos allá donde mire. La colcha de su cama, el estuche, la cartera, la ropa que lleva al colegio. En el ánimo y la actitud. El levantarse una y otra vez, como decía Torres, aunque te golpeen muy fuerte. “El lunes fue al tratamiento con su camiseta de Morata”. Para afrontar el ciclo con ese 19 a la espalda que, sumado a su 4, la hacía sentirse más fuerte. “Mi padre falleció con 51 años a causa de un cáncer y pensé que no podía haber nada más cruel en la vida”, musita Gonzalo Caballero. Hasta que conoció a M4ría. Por eso, dice, ya no soltará su mano. Como Morata. Hasta la victoria final.
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