Los diamantes también lloran
Emocionante presentación ante 45.000 personas. “De niño soñaba con jugar en el Real Madrid... y lo voy a hacer”, dice Endrick, con la voz rota. Dorsal ‘16′.
Y al sexto día de mayoría de edad, me presentaron en el Bernabéu. Así empieza el cuento de Endrick, único por su propio peso. Y quién sabe cómo acabará. Pero hoy se abre la tapa dura y desprende la ilusión de quien empieza una historia. Con tanto por saber, con tanto por leer. A sus 18 años, ya es jugador del Real Madrid a todos los efectos. Reconocimiento médico, firma con Florentino y baño de masas en el estadio. Un sueño en vida. Pregón a una era. La de ese loco bajito (1,73 metros) que ha firmado hasta 2030. Cuando tendrá... 24 años. Seis años de servicio después, seguirá siendo jovencísimo. Reflejo de un diamante en bruto que ya ha sido presentado. Brilla, promete. Esa es la palabra. ‘Promesa’. Hoy es el día de la emoción por lo que puede venir. Endrick, un desconocido que promete darse a conocer.
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Saltó al Bernabéu el cuarto debutante más joven en la historia de la Selección Brasileña (17 años, tres meses y 27 días). Un delantero que quisieron Barcelona, PSG y Chelsea, entre otros. Pero acabó en Madrid. Donde quiso ir. Donde soñaba con acabar desde niño. Unas 45.000 personas calentaron el Bernabéu bajo el sofocante sol de julio. No hubo lleno, pero se sintió parecido. Desde las 11:45h las pantallas del estadio comenzaron a emitir las imágenes del jugador, ya en el vestuario, enfundándose su nueva camiseta (dorsal 16, el mismo con el que empezó su carrera profesional en Palmeiras) y la ovación fue enorme. Atronadora cuando saltó al césped Florentino Pérez, confirmado como un Galáctico más para la afición. Si no el Galáctico por excelencia. La percepción es que nunca se le había aplaudido tanto públicamente como ahora. Es una realidad.
‘A lo Mbappé'
Su salida al Bernabéu cortó la cinta del acto. “Hoy volvemos a vivir la ilusión que se siente cuando llega un gran jugador al Real Madrid. Este equipo se construye con la mezcla de veteranos y noveles. Hoy incorporamos a un futbolista por el que hemos esperado hasta que cumpliera los 18 años”, pronunció el presidente. Comenzó el murmullo. Y exclamó sus célebres palabras: “Hoy damos la bienvenida... a Endrick”. El Bernabéu enloqueció. Saltó por el túnel y, al avanzar unos metros, besó el césped, rompiendo el protocolo y saliéndose de la pasarela azul. Lo necesitaba. Caminó hasta el escenario, abrazó al presidente, saludó a Pirri... y cuando se puso ante la afición, Florentino repitió el mismo gesto que hizo con Mbappé: le alzó el brazo, de forma triunfadora. Como quien gana un combate de boxeo. Hacerse con su fichaje prácticamente lo ha sido.
Rompe a llorar
“Esta gran familia te lo va a dar todo... y sabe que tú también lo harás por ella. Afrontas el gran reto de tu vida. Hoy comienza tu historia en el club de tu vida. Enhorabuena. Bienvenido a tu nueva casa. Bienvenido al Real Madrid”. Y habló el diamante. Visiblemente nervioso. “Gracias a todos por venir al Bernabéu... no les voy a mentir... esto... “, y comenzó a emocionarse. Su padre, sentado en primera fila, rompía a llorar y su madre, al instante. “Es una locura, sois una locura. Estoy muy contento, porque desde niño soñaba con jugar en el Real Madrid, (se le rompe la voz) y voy a hacerlo”. El estadio se vino abajo.
Y beso al escudo
Suele pasar que quien se emociona, emociona. Porque la emoción es más contagiosa que cualquier virus. Y eso sucedió en Chamartín. Endrick continuó como pudo, ante las lágrimas de su familia: “Gracias. No me esperaba algo así, esto es muy grande. Gracias”. Y para concluir, imitó a Cristiano Ronaldo, pero esta vez dejando la faena para que la afición lo realizase a capela. “Tres, dos, uno”, dijo. Se hizo el silencio. Y gritó el estadio: “¡Hala Madrid!”. Su familia subió el escenario a acompañarlo en la fotografía con las 15 Champions. Una imagen para siempre. Después, vuelta de honor regalando balones y golpeándose el escudo. Baño de masas.
Fue el colofón a una presentación que, por momentos, tuvo aroma de pinchazo, inevitablemente comparada con la de Mbappé a nivel de masas, pero acabó en un recuerdo verdaderamente emocionante. En un acto único. Más sensible que cualquier otra presentación. En eso ganó. Goleó. “¡Qué bese el escudo!”, empezó a cantar el Bernabéu. Es lo que faltaba. Y lo besó con ganas. Las que llevaba años acumulando. Endrick, ese crío que cumplió 18 años hace seis días, ya está aquí. En el Bernabéu. En el Real Madrid. Viviendo el sueño de aquel niño que aún es. Un adolescente brillante; un nuevo astro en la galaxia de los Galácticos. Llega emocionando. Y de qué manera. Demostrando que los diamantes, sí, los diamantes también lloran.