Los deberes hechos y los reproches, para otro día
Por mucho que se repita, tantas veces que no se pueden ni contar, el poder de autoconvicción que tiene el Real Madrid no tiene parangón en el mundo del deporte. No importa dónde ni cómo, que el equipo blanco siempre está al acecho, mucho más peligroso cuando tiene el marcador en contra. Ningún rival puede estar tranquilo si logra adelantarse hasta que lo vea en la guagua abandonando el estadio. Esta tarde, otra vez, lo volvió a hacer.
Y eso que Las Palmas venía con los deberes hechos tras el triste partido del Bernabéu, en la primera vuelta, donde casi ni compareció. Aguantó las embestidas blancas y, cuando pudo, zarpazo y 1-0. Pero claro, el toque de corneta de la hueste de Ancelotti es imparable. Por eso, por haber hecho todo lo posible ante el equipo de la remontada eterna, nada tiene que reprocharse. Ni está obligado a más. Ahora, a otra cosa. La permanencia está a la espera.