Real Madrid

El contraste de Camavinga

Las lesiones no permiten al francés coger vuelo y su objetivo, y reto, es encontrar la regularidad. La última, una sobrecarga en el bíceps izquierdo con Francia.

Eduardo Camavinga, en un entrenamiento con Francia.
Fernando S. Tavero
Extremeño nacido en 1989. Graduado mientras servía mesas en Mánchester, su aventura terminó cuando AS le abrió la puerta en 2019. Tras formar parte del equipo de AS.com, en marzo de 2022, se incorporó a la sección del Real Madrid. Nunca olvidará su primer 'Buenas míster, Fernando Sánchez para el Diario AS'. ¿El receptor? Zinédine Zidane.
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En busca de la regularidad. Esa es la misión de Camavinga. Conseguir que los momentos de brillo sean continuos. Que ese potencial diferencial comience a verbalizarse en presente. Porque está ahí. Lo sabe el club y lo sabe él. Pero debe dar un paso más. Ser más el del Clásico que el de Anfield y Vallecas. Encontrar la estabilidad. Lo sabe el club y lo sabe él. Tanto en lo futbolístico como en lo físico. Aunque lo uno va ligado a lo otro. Y es lo segundo lo que está trastabillando lo primero. Véase sus últimas dolencias musculares. Unos problemas en los isquios. Nada serio, pero le ha impedido entrenar con normalidad con Francia, y jugar contra Ucrania y Azeirbaiyán. Por eso cogió un avión de vuelta a España. Para examinarse y tratarse en Valdebebas. Para confirmar la dolencia: sobrecarga en el bíceps izquierdo. Para no arriesgar... y para volver a volar.

 El contraste de Camavinga
Panel de rendimiento de Camavinga.BeSoccer Pro

Algo que no ha logrado cuando llegaba el momento de hacerlo. En parte, precisamente por eso, por unos problemas físicos que trastabillan su progreso. El curso pasado, cuando se aventuraba su explosión, se perdió 35 partidos de los 68 del equipo, un 51,5%. Su temporada con más minutos fue la 2022-23, con titularidades en regresión: 39 (3.551′), 32 (2023-24, 2.780′) y 22 (2024-25, 2.082′). Y con Xabi arrancó en diferido. Cuando el tolosarra aterrizó, Cama estaba recuperando su aductor izquierdo, dañado el 20 de abril en el Coliseum. Y cuando veía la luz, el tobillo. El 20 de septiembre volvía a pisar el césped (Espanyol) y el 19 de octubre (Getafe) volvía a ser titular. De inicio, 182 días después. Un nuevo comienzo.

El ying

Un encuentro solvente y rocoso (10 duelos ganados, cuatro entradas, no fue regateado...), seguido por uno brillante. Porque en El Clásico brilló, y mucho. Fue el gran invento de Xabi, Escorado a la derecha, fue capital para inhibir la sala de máquinas azulgrana. Vigoroso en intendencia (ocho duelos ganados, el que más), pulcro con balón (tres regates, tercero en intervenciones...). Un billete dorado al once tipo de Xabi. A Anfield.

Y el yang

Pero allí, en Liverpool, deslució. Solo ganó un duelo y recuperó menos, por ejemplo, que Güler: cuatro a siete. Aunque no era su labor, pues repitió como ‘atacante’, al volver al centro tampoco recuperó el pulso. Y en Vallecas, ahí como pivote, haciendo las veces de Tchouameni, ídem. Tampoco tuvo su mejor noche. Tras deslumbrar, nueve días después el suflé bajó. Del ying, al yang.

Y ahora, lesión. Menor, y no le impedirá estar disponible contra el Elche, pero un contratiempo contra esa búsqueda de la regularidad. Aunque Xabi podrá trabajar con él en lo que resta de parón. Y esa es la parte llena del vaso. Porque para el tolosarra es una especie de factor X. “Tiene un potencial enorme”. Pero no está pudiendo exprimirle. Porque está siendo demasiado guadianesco. El objetivo es claro: encauzarle. Que no haya idas y venidas, sino estabilidad.

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