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ESPANYOL

Los botones de Diego Martínez

Del pobre primer tiempo del Espanyol se pasó a la remontada ante el Girona con un cambio táctico del técnico (4-4-2) que luego se le volvió en contra tras el 2-1 al pasar a un 5-4-1.

Diego Martínez.
RODOLFO MOLINADiarioAS

La batidora. El tobogán emocional del fútbol, una batidora de sentimientos, se reflejó más que nunca la noche fría de enero en el RCDE Stadium. Después de una primera parte pobre del equipo perico, a merced del Girona y con 0-1 en contra, Diego Martínez introdujo un cambio de sistema que desnaturalizó a su rival y potenció a sus jugadores (4-4-2). Llegaron los goles de Puado y de Joselu (2-1) y el éxtasis en el estadio. Pero, de golpe, tres cambios de una tacada y un nuevo giro de dibujo (5-4-1) coincidió con el tanto de Yangel Herrera (2-2). El técnico apretó sus botones y, casualidades y causalidades, influyó en el devenir del encuentro, primero para bien y luego para mal. Un empate que mantiene a los blanquiazules en posiciones de descenso a falta de tres jornadas para acabar la primera vuelta.

Otro derbi. No es un Espanyol-Barça, un derbi que se juega desde principios del siglo XX, pero los Espanyol-Girona ya cuentan con los ingredientes de la rivalidad más vieja: las tarjetas, las protestas, la intensidad del duelo, el choque de estilos y el juego desde el corazón. Se vio desde los primeros minutos, cuando Del Cerro Grande marcó la línea de las amonestaciones; o en el tramo final, cuando el tanto de Joselu desató la locura en el RCDE Stadium. Fue momentánea. La diferencia es que ahora mismo el equipo perico no está para demasiados combates. Empató en el Camp Nou para despedir el funesto 2022 y ganó al Celta pata presentarse con los pies limpios al nuevo año, pero su suerte se niega a cambiar. Pasó ante el Girona lo mismo que ante el Elche, el Cádiz o el Valencia. Solo dos victorias en 16 partidos. El RCDE Stadium sigue de rebajas como en todo 2022.

El cambio de guión. El Espanyol había caído esta jornada a los infiernos, un desenlace que podía ocurrir ante la poca mejora del equipo desde el comienzo de campeonato. Las buenas intenciones se convierten en clichés cuando los resultados no alcanzan, y este Espanyol sigue en estado de emergencia. Tampoco el juego mejoró al de otros encuentros. Con las bajas en mediocampo, Diego Martínez apostó por situar a Darder cerca de los centrales para mejorar la salida de balón. Y se vio a un futbolista excelso en las conducciones, un baile de cisnes sobre el verde del RCDE Stadium, pero como siempre nadie le da continuidad al juego. El ataque es sota, caballo y rey, que es lo mismo que balón a Darder, luego al costado y centro al área en busca de un remate de Joselu, como el que despejó Gazzaniga en la primera mitad. No se han encontrado más recursos.

La afición en el RCDE Stadium.
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La afición en el RCDE Stadium.

Las dos caras de la moneda. De manera sorprendente, aunque quizás no lo era tanto porque las segundas partes son las del Espanyol, el equipo de Diego Martínez cambió con las primeras sustituciones. El equipo pasó a jugar un 4-4-2 y, como ante el Cádiz en el Carranza, le dio la vuelta al encuentro. Puado, en su primera intervención, envió el balón a la red después del servicio de un córner, desde un punto similar al que ya había anotado el martes ante el Celta. Con 1-1 se abrió otro encuentro y, aunque el Girona seguía combinando y llegando con peligro, el control del partido había cambiado de lado. El Espanyol jugó más junto, se cerró por dentro y, especialmente, encontró pólvora para salir al contraataque. El gol, además, tuvo un efecto estimulante para un cuadro blanquiazul que se creyó que le podía dar la vuelta al encuentro. Y lo hizo gracias a Joselu.

En la camilla. Pero todo lo ganado se perdió en un suspiro. Salieron Montes, suplente por Sergi Gómez, quien sigue con su gafe de 28 partidos sin ganar, Roger Martínez y Rubén Sánchez, pero con tres centrales el Girona marcó de cabeza en el área pequeña. Una situación incomprensible que tiró por tierra el esfuerzo en el segundo tramo y mantiene la desidia de un Espanyol que cada vez necesita de un mayor electroshock para renacer. Lo hace por momentos. Pero siempre acaba de nuevo en la camilla. Diego Martínez sigue a la espera de fichajes y mientras tanto no atina con los botones, abonado al tobogán emocional.