López Ufarte: “Rodrygo tiene más clase que Vinicius y Mbappé”

Su especie está en vías de extinción. Roberto López Ufarte (Fez, Marruecos, 1958) perteneció a la estirpe de los extremos clásicos. Habilidoso, vertical, valiente y driblador, el Príncipe Rainiero preguntó durante un torneo juvenil celebrado en Mónaco en 1975 quién era aquel pequeño diablo que jugaba con España y ese apelativo le acompañó desde entonces como una sombra. Zurdo talentoso, jugón callejero, el eterno ‘11′ blanquiazul protagonizó la brillante década de oro de la Real, con cuatro inolvidables títulos en los 80, incluidas dos ligas. Pudo ir al Madrid y al Barça, pero acabó en el Atleti y en el Betis. Doce años como jugador y otros tantos en el cuerpo técnico le confieren un aura de tótem realista.

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―¿Qué es de su vida?

―Vivo a caballo entre San Sebastián y Aguadulce, en Almería. Aunque ya estoy medio jubilado, a veces comento partidos y escribo columnas de opinión, juego al golf, disfruto de mis nietos, camino mucho y llevo una vida tranquila.

―¿Es mal momento en Donosti para recibir al Madrid?

―Llevamos cuatro puntos de 12 y la Real está viviendo en la incertidumbre desde hace unos meses. Entre salidas, lesiones y un comienzo con dudas se ha formado una bola de preocupación evidente. Será un partido casi imposible para la Real, pero la mentalidad debe ser competitiva al máximo. En fútbol todo es posible.

―Le Normand y Merino se han ido, Oyarzabal, Brais y Traoré están lesionados. Parecen muchos inconvenientes…

―Lo son. Hablamos de jugadores clave la pasada temporada. El éxito de la Real fue el bloque, pero cuando hay tantas ausencias el colectivo se resiente, como es obvio. Además, la plantilla de la Real no es tan amplia y de tanta calidad como la del Madrid o el Barça.

―Le veo muy pesimista…

―Es la realidad. Se puede ganar al Madrid, claro que sí, pero el panorama no es muy alentador. A mí me encantan Kubo y Barrenetxea, porque pueden generar mucho juego, pero con tantos cambios en el equipo y algunas molestias físicas... no es fácil lucirse.

―Pero el Madrid tampoco está fino...

―Eso parece, pero se irán acoplando poco a poco. Volverán a brillar, aunque tener tantas figuras no garantiza ganar partidos. En el fútbol de hoy, con una buena preparación física, un buen planteamiento táctico y mucha garra, se puede plantar cara a cualquiera, por grande que parezca.

―¿Mbappé será el líder del equipo?

―Lo será, pero aún no lo es. Ahora es el mejor jugador del mundo. Siempre he sido muy de Messi, pero reconozco que en este momento el francés es buenísimo y debe ser el líder del Madrid a corto plazo y de cara al futuro.

―¿Y Vinicius?

―También puede liderar al Madrid, pero le pierden sus formas y le falta humildad. Me encanta como jugador, con sus desbordes, sus regates y su fortaleza física para insistir en los ataques, pero hay más cosas en el fútbol que también hay que cuidar. Se complica mucho la vida y en ocasiones le pasa factura. Por eso, para mí Vinicius no es un número 1 en el fútbol actual, aunque me gusta mucho su estilo de juego.

―Usted fue magnífico extremo y un buen técnico. ¿Cómo encajaría el puzle del Madrid en la delantera?

―Pocos consejos le puedo dar a Ancelotti. Es un conductor de grupo excepcional. Nadie le gana en ese terreno. En mi época, donde todos estábamos encasillados en nuestras posiciones, me llevaba a mi rival a la banda derecha aprovechando el marcaje al hombre y marqué muchos goles desde esa posición. En el Madrid hay tres fenómenos a los que les gusta arrancar desde el mismo sitio, la banda izquierda, pero los buenos son compatibles siempre. Es importante permutar posiciones para despistar al rival y ellos pueden hacerlo.

―Rodrygo pide reconocimiento... ¿Se le infravalora?

―Es un futbolista fantástico. Es más, diría que tiene más clase que Vinicius y Mbappé, aunque sea menos que ellos. Es un jugador que hay que tener siempre muy en cuenta.

―¿Ve problemas en la generación de juego por la marcha de Kroos?

―Sí, una ausencia así se tiene que notar. De todas formas, con Modric y Kroos tampoco ganaba fácilmente, ni mucho menos. Ahora tiene jugadores físicos y técnicos como Valverde, Tchouameni y Camavinga. Con ellos, más la aportación de otros como Carvajal, el centro del campo puede funcionar bastante bien. Tal vez el lado izquierdo de ese mediocampo sea más débil técnicamente, pero ahora impera la fortaleza física y el Madrid acabará gustando a todo el mundo. Cuando los de delante reciban balones en condiciones con frecuencia volverán a destacar.

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―¿Las visitas del Madrid al viejo Atocha eran más hostiles?

―Siempre se ha dicho que era un infierno, pero nos ganaron muchísimas veces y nos costó romper la racha. Contra ellos no te podías confiar nunca por mucho infierno que hubiera. En Anoeta parece que es menos agresivo el ambiente, pero también se ha generado una gran atmósfera de animación.

―A usted le inflaban a patadas. ¿Se protege más ahora al jugador creativo?

―Los árbitros han cambiado y la ayuda tecnológica ha ayudado. Antes tenían que hacerte diez entradas alevosas para que sacaran una tarjeta. Hoy en día no es así, aunque el VAR muchas veces sorprende y ralentiza en exceso el juego. En general, creo que el fútbol actual es menos vistoso que antes de cara al espectador.

―¿Recuerda algún defensa especialmente duro?

―Hubo muchos, pero me gustaría destacar a Tomás Reñones, que me marcaba habitualmente. Era fuerte, rápido y daba patadas de verdad. Cuando fiché por el Atleti pensé que ya me lo había quitado de encima, pero no conté con que en los entrenamientos también repartía. Salí perdiendo (risas). Había jugadores que me molían a patadas, pero nunca me amilané.

―¿A usted le expulsaron una vez?

―Sí, contra el Espanyol, pero luego me quitaron la tarjeta roja. En Sarriá Molinos me estaba friendo a patadas durante todo el partido y el árbitro no pitaba nada. En el minuto 90 estaba ya harto, le empujé para quitármelo de encima y él le echó un poco de cuento. Eso me costó la expulsión y a él no le amonestaron. Después de aquello coincidimos varias veces y me pidió perdón.

―Llegó al Atleti en 1987, el primer año de Gil, junto a Futre…

―Echaba buenas broncas. No era un hombre de fútbol y pensaba que con la inversión que había hecho había que ganar siempre por goleada. Nos machacó mucho don Jesús. Luego fue aprendiendo cómo funciona este mundo del balón.

―Les dio una buena prima por ganar al Madrid…

―Sí. Ganamos 0-4 en el Bernabéu y nos dio un millón de pesetas a cada uno. Son 6.000 euros a día de hoy. Puede parecer poco, pero entonces era bastante. Yo metí dos goles, aunque el campo estaba infame.

―¿Maradona quiso llevarle al Barcelona?

―Así fue. Cuando llegó a España la Real estaba en su apogeo y me conocía. De hecho, pidió hacerse una foto conmigo en el césped de Atocha. Luego pretendió que me fuese con él al Barça, pero en aquella época había un derecho de retención muy fuerte y si el club propietario no quería era imposible salir. No había cláusulas de rescisión como ahora.

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―¿El Real Madrid también lo intentó?

―Sí. Quería juntar de blanco a la delantera de la selección: Juanito, Santillana y yo. Hubo contactos, pero también fue imposible. La Real se negó, me renovó y me quedé allí. Fue en la época del Mundial 82, en el que no dimos la talla a pesar de tener un equipazo.

―¿Ha visto algún extremo tan desequilibrante con 17 años como Lamine Yamal?

―No. Es muy joven, pero tiene personalidad, habilidad, regate y buena técnica. Lo que más valoro en un extremo es que sea atrevido y lo intente siempre. Lamine lo hace, igual que Vinicius. Hay que esperar a que se consolide en el tiempo, pero puede estar durante muchos años al más alto nivel porque lo tiene todo para ello.

―¿Con qué jugador actual se identifica más?

―Cuando estaba Iniesta con Andrés, sin duda. Nico Williams también es un fenómeno en la banda.

―¿Quién es el mejor regateador que ha visto?

―Mi ídolo de pequeño era Velázquez, del Madrid. Luego me impresionó Cruyff y el mejor que vi en directo fue Maradona, pero la irrupción de Messi lo cambió todo.