Las heridas del descenso no cicatrizan en el Espanyol
Después de la rotunda derrota ante el Utrecht, de la falta de refuerzos y de la situación sin resolver de su capitán, Darder, las perspectivas para el comienzo en Segunda son muy preocupantes.
Comenzó el Espanyol el curso pasado en un estado de sitio (“de superviviencia”, como lo bautizó Diego Martínez), prosiguió en la desafección que genera el enésimo proyecto que se va al limbo y acabó con un cóctel de indignación, fastidio, rabia y nihilismo, el hábitat natural donde abocan todas las decepciones gordas, como es un descenso. Y siguen los blanquiazules instalados en esa atmósfera raruna y preocupante, apuntillada por la derrota sin paliativos ante el Utrecht (3-0) que despide una pretemporada que no ha servido para renovar ni la plantilla ni las ilusiones, y da luz verde a una temporada que arranca en una semana en ante el Albacete.
La tardía llegada de Fran Garagarza, nombrado director deportivo a finales de junio y presentado el día 30, fue el síntoma de que el Espanyol iba a llegar tarde a todo en un mercado al que solo se dio prisa por acordar la marcha de Joselu Mato al Real Madrid por 500.000 euros. Hombre de convicciones, con un pasado ligado solo al Eibar, Garagarza habló con cada uno de los jugadores para conocer su voluntad y a partir de ahí orientarse en un mercado que, de momento, solo ha servido para vender a un talento a la Premier (Koleosho fichó por 3M por el Burnley), para no traer refuerzos y para poner en el foco a aquellos jugadores que tienen muchas opciones de abandonar el club.
Sergi Darder auna todas esas heridas no cicatrizadas. Su suplencia ante el Utrecht avivó las suspicacias, aunque se debió, como explicó Luis García y el entorno del jugador, a unas molestias en la espalda esa misma mañana. El capitán del Espanyol, que opta por una salida, guarda silencio a la espera de acontecimientos y el aficionado mira todo con las gafas graduadas por el caso Raúl de Tomás, donde se produjo el peor desenlace posible de un ídolo. El proceso de marcha del mallorquín, tan lógico como doloroso, aviva ese fuego autodestructivo del Espanyol, incapaces sus dirigentes de explicar con claridad cada acontecimiento.
Víctimas de ello, y cómplices sobre el verde, el equipo de Luis García no ha podido completar una buena pretemporada en la que se le han visto las virtudes y las apuestas del técnico, como la notable presión en campo contrario, pero también las carencias y los aspectos no mejorados, como esa vulnerabilidad defensiva de la que adolecieron el curso anterior y les llevó a Segunda. Con Rubén Sánchez (formado como lateral) como máximo goleador, Martin Braithwaite como fugitivo arrepentido (fue titular en Países Bajos aunque su futuro depende de una oferta) y múltiples jugadores con rendimientos que recuerdan a los del curso anterior, el Espanyol ha sumado dos victorias (por 1-2 ante Las Palmas y por 0-1 ante el Al Wakrah) y dos derrotas (0-1 ante el Cádiz y 3-0 en Utrecht). Y llega al comienzo de temporada en un escenario preocupante, un cóctel que recuerda a episodios recurrentes y ya vividos, cuando este curso solo hay un destino óptimo para la supervivencia: regresar a Primera.