La versión hooligan de Laporta
De su silencio en Barcelona, pasó a su corte de mangas y al escándalo en el palco del King Abdullah Stadium después de conocer la resolución del CSD sobre Olmo.
Ese corte de mangas de Joan Laporta, abrazado en las entrañas del King Abdullah Stadium de Yeda a uno de sus más leales, el mítico exjugador de balonmano Enric Masip, ahora asesor del presidente, acompañará para siempre la historia del Barça en la Supercopa de España de 2025 que se juega estos días en Yeda. Laporta, que remató su comportamiento salido de tono con insultos al aire en el palco (”fills de p…, fills de p…) después de conocer la cautelar a Olmo, ha sacado su versión hooligan en sus dos primeros días en Arabia después de días en silencio en los que ha estado sometido a tremendas presiones; y en los que ha temido seriamente por su puesto después del tsunami de la oposición contra su gestión en un caso que había tocado la hierba y que estaba impidiendo jugar al fichaje estrella del Barça esta temporada.
Ese Laporta que este miércoles recordó al del “¡Que n’aprenguin!” cuando fichó a Edgar Davids, voló a Yeda el pasado lunes con el resto de la expedición colgado del alambre del recurso que los servicios jurídicos del Barça presentaron al CSD por la decisión de LaLiga y la RFEF de mantener la ‘desinscripción’ de Dani Olmo y Pau Víctor. Estaba contrariado por lo que consideraba trabas de LaLiga con las normas del fairplay, una ‘traición’ de la RFEF, que no renovó las licencias de los jugadores; y preocupado porque era consciente de que ya no estaba en manos de organismos deportivos, sino de órganos políticos y de un juez. El presidente estaba nervioso. El fracaso del caso Olmo podía suponer su fin como presidente del Barça, condenado a dimitir, someterse a una cuestión de confianza; o, simplemente, ser atacado con una moción de censura. El descontento social era tan obvio que Laporta, dirigente con carisma y don de palabra y de gentes, tuvo que conformarse con intentar calmar a sus dos jugadores, Olmo y Pau Víctor, y familias y asegurarles que estaba haciendo lo preciso para solucionar el asunto. Pero viajó con el ceño fruncido.
Laporta debió saber algo el lunes por la noche. Un vídeo suyo, eufórico puño en alto en un coche en marcha por las calles de Yeda, dio la vuelta al mundo. Poco después, llegó la información de la SER, que adelantó que habría cautelarísima para los jugadores. 24 horas después, y poco antes después del partido, tuvo la confirmación oficial: ahí se desató. Al corte de mangas, le acompañó una aparición subida de tono en el palco, con directivos del Athletic y de la FEF delante. Un Laporta hooligan que, además, luego pudo celebrar la victoria.
La Supercopa sigue. Dani Olmo y Pau Víctor podrán jugar la final y Laporta ha esquivado una bala que era de plata. La ‘desinscripción’ de los jugadores, y la posible marcha de Dani Olmo gratis, con el perjuicio económico que tendría esa rescisión, le condenaban al adiós. Su euforia podría resultar lógica, porque evitará una moción de censura, pero se elevó a las malas formas. Ahora, toca esperar al nuevo disfraz del presidente. Del hooligan, al representante de una de las instituciones deportivas más grandes del mundo que tendrá que dar explicaciones sobre la decisión del CSD y, sobre todo, de la praxis del Barça en esas últimas horas del año 2024, del acuerdo no explicado sobre la explotación del 5% de los palcos VIP del futuro Camp Nou, y de cómo queda su relación actual con LaLiga que preside Javier Tebas; y la FEF. Anoche, a última hora, nadie sabía a ciencia cierta en el hotel de concentración del Barça si el presidente hablará estos días en Arabia Saudí; o si esperará al regreso a Barcelona para enfrentarse a los medios locales.
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