La llave inglesa

Reacción de Bellingham, reacción del Madrid. Vasos comunicantes. De una sequía de 12 partidos a una explosión goleadora. En las últimas seis noches, cinco zarpazos y tres asistencias. Sólo a cero en Anfield. En Liga, pleno al cinco: Osasuna, Leganés, Getafe, Athletic y Girona. Primera vez que enlaza un repóquer de encuentros festejando. El año pasado, en su arranque cristianesco, fueron cuatro. Coronó la racha en Montilivi, su jardín. Le costó entonar, pero cuando lo ha hecho, Hey Jude a todo trapo.

En Girona llegó, vio, marcó, asistió... y asustó. Porque tras haber dinamitado la noche, una más contra un equipo gerundense donde es futbolista non grato (cuatro goles y dos asistencias en tres partidos), se echó al suelo. Una entrada de Van de Beek le hizo notar algo. No hubo violencia en el envite, tampoco gravedad en la dolencia. Sí sobrecarga en la pierna izquierda, en la zona del aductor. Si bien Ancelotti calmó las aguas (”ha preferido no arriesgar en los últimos minutos”), la duda es razonable. No está la enfermería blanca para banalizar dolencias. Menos la de su llave inglesa.

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Porque “Bellingham ha vuelto y en buena forma”, como anunciaba Ancelotti desde las entrañas de Montilivi. Venía de haber abierto la lata cuando parecía que la noche se teñiría de rojiblanco. Brahim cocinó la jugada y la finiquitó, con un chutazo desde la frontal, el 5. Después filtró un pase de tantos quilates como la definición de Güler. Partido sobreseído. Su comienzo de curso presentó a un Jude siempre pujante pero no contundente. Con mucha brega y poca pegada. Con mucho baile posicional y lejos de la zona de influencia que le llevó al tercer escalón del Balón de Oro, los tres cuartos de campo. Un mosquetero que se sacrificó por el colectivo. Pero se ha demostrado que el Madrid necesita que no sólo sea Bellingham para todos, sino también todos para Bellingham.

“Modo Di Stéfano”

Ya sea como vértice del rombo o, como en Girona, como ‘diez’ con escolta (Brahim y Güler, en las bandas). Por detrás, un doble pivote que permite a Jude ser diferencial cerca de portería. Y conectar líneas para ejercer de canalizador del peligro blanco. En definitiva, en su sitio. No hay más. Sin obviar un esfuerzo que no negocia. Una omnipresencia, un todocampismo, que vuelven a sacar comparativas de antaño. “De maneras elegantes en el trote y el manejo del balón, pero fiero e incansable en la disputa. Mitad artista, mitad guerrero. El juego de ataque se organiza en torno a él, pero aunque esté siempre en el origen de la jugada no renuncia a terminarla”. Así ponía Alfredo Relaño, presidente de honor de AS, al de Stourbridge ante el espejo de Di Stéfano el curso pasado. Y tras la exhibición del inglés ante el Girona, la Saeta recuperaba su lugar en la palestra: “Está en modo Di Stéfano, haciendo de todo”. Bellingham vuelve por sus fueros.

Ya ha enderezado su temporada. Cinco tantos y seis asistencias. Su mejor arranque, exceptuando los fuegos artificiales de la 2023-24. Pero ahora debe enderezar la Champions. La del equipo y la suya. De las cuatro dianas y tres asistencias en sus primeros cinco partidos en la máxima competición continental del blanco, a una sola asistencia, sin goles, en los cinco primeros de la actual. Del pleno en la pasada fase grupal a los nubarrones de la Fase Liga. Sólo dos victorias (Stuttgart y Dortmund) y tres tropiezos (Lille, Milan y Liverpool) que dotan a la visita a Bérgamo de tintes dramáticos. El problema es que esa sobrecarga pueda minimizar al quinto beatle o incluso dejarle fuera de la ecuación... Ancelotti camina con madera en los bolsillos. Porque con Bellingham a pleno rendimiento se vive mejor.

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