El Atleti baila con João ‘Feliz’
El portugués y Correa hacen los goles desde el banquillo para ganar a la Juve en Suecia y cerrar el verano con pleno de victorias. El primero marcó tras pase del segundo, que haría el 2-0 de penalti provocado por un gran Giuliano.
Con una mirada aquí, en la Juve, Gotemburgo (que Viva Suecia y Viva Murcia, tenía que decirlo) y la otra allá, en Madrid, Simeone cerraba el verano con un partido dividido en dos, y separado por 2.800 kilómetros, y pleno de victorias. Esa fue la fórmula para que este domingo se foguearan todos: unos por la mañana con Tevenet en el Cerro y otros a mediodía con el argentino en Gotemburgo. Una prueba, la última con red, ante la nueva Juve de Thiago Motta que empezó poderosa en el físico, pero después se desintegró como un azucarillo en agua. Simeone la tumbó con dos hombres pendientes del mercado. Uno, João, llamado a salir; el otro, Correa, que vete tú a saber. Pero mientras están suman, como este nuevo Atleti que ilusiona. Victoria a victoria.
Equilibró pronto el Cholo con presión alta la exhalación con la que la Juve brotó de la caseta, vertical en cada carrera. En seguida los equipos se repartieron las ocasiones. Si De Gregorio desbarataba a Llorente un mano a mano tras un pase con música de Koke, Azpilicueta primero repelía un pase de la muerte de Vlahovic hacia Yildiz y, después, lo hacía De Paul para evitar un remate a placer de Weah. Le Normand se mostraba con aire de roca en su estreno con la rojiblanca, repartiendo tranquilidad, muy bien plantado, correcto y serio, y Simeone, que primero pensó en darle la titularidad a Correa, por eso de las ‘dudas turcas’ y el mercado, finalmente alineaba a su otro nuevo juguete (Sorloth) llenando la hierba de intenciones para la temporada que entra. Con el 5-4-1 gana piernas, presiona más arriba y, por ende, roba más y mejor. A la Juve enseguida le llenó la hierba de trampas.
Y mientras Douglas Luiz, el fichaje de los nuevos tiempos para la Vecchia Signora que quiere Motta, corría y solo corría, el Atleti seguía acumulando ocasiones. Grizi estrellaba un balón en el palo y Lino desviaba demasiado una buena pelota de Llorente al punto de penalti. A todos los lanzaba De Paul, ese De Paul versión argentina que es una delicia de ver, con su inmenso catálogo de pases. La Juve los interceptaba como podía antes de que le llegasen a Sorloth, que apenas tocaba balón. Su labor era la de fijar centrales y estirarle el campo a Grizi y Lino, quien aparecía más por dentro para que Roro tuviese vuelo en el carril. La primera pelota que tocó el noruego fue al filo del descanso. Suficiente para armar una ocasión, un disparo centrado a las manos de Di Gregorio, como postal al futuro y sus rivales: ya podía tironear de su camiseta el defensa que nada, no movía ni un ápice su tremendo corpachón, de casi dos metros de altura (1,95).
Del descanso no volverían los rojiblancos que comenzaron la pretemporada más tarde (Grizi, Le Normand, De Paul y Sorloth) para dejarle su sitio a Javi Serrano, Reinildo, Correa y João. A los tres minutos, en la primera pelota que a los dos últimos les pasó cerca, el Atlético celebraba el gol. Reinildo inició la jugada con un balón en largo que Lino dejó atrás de primeras. Correa, el más pícaro y listo, dejó pasar y lo convirtió en asistencia. El portugués lo pateó con un derechazo a la red que llena su escaparate de luces brillantes. Con esa actitud suma, ya para una venta, lo que todos quieren, ya para quedarse. Que el talento se le cae de los bolsillos siempre ha sido innegable, pero con la cabeza gacha y más trabajo que paseos, convence más. ¿Y si el mejor fichaje al final es que se quede? Más ciencia ficción parecía que Julián Álvarez llegara al Atleti y, sin embargo, en Madrid está ya.
Mientras la Juve se descomponía, Motta miraba atrás y, con Chiesa, Milik, De Sciglio y demás apartados en Italia, en su banquillo veía más chavales que soluciones. Solo haría dos cambios a pesar de que Vlahovic se contagiase de la falta de color general: si Roro le regalaba una pelota en el área envuelta en celofán, Azpilicueta se la arrebataba tirándose al suelo y enviando todo el papel regalo a la basura. El Cholo, mientras, seguía introduciendo jugadores. Algunos como Giuliano, para pisar la hierba y demostrar que de casta le viene al galgo. Tiene tanta hambre que se la come. A bocados. El cholito provocó el penalti de Cabal que después lanzaría Correa, ajustadísimo al palo, para cerrar el partido de Suecia. Y el verano.
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